“(…) Hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia (…)”.
Barack Obama, 20 de enero 2009.
“(…) Hemos sido llamados a hacer realidad esta promesa en nuestras vidas y nuestras leyes (…) no debemos seguir ningún otro rumbo”.
W.Bush, 20 de enero 2001.
Barack Obama, 20 de enero 2009.
“(…) Hemos sido llamados a hacer realidad esta promesa en nuestras vidas y nuestras leyes (…) no debemos seguir ningún otro rumbo”.
W.Bush, 20 de enero 2001.
Ernesto Almaguer
Cuando el 20 de enero del 2009, Barack Obama pronunció su primer discurso que lo estrenaba como presidente 44 de los Estados Unidos, algunos se ilusionaron con sus palabras llenas de humildad y su propuesta de terminar con las guerras, las falsas promesas, las recriminaciones y alcanzar la paz.
Los que confiaron en él, no se percataron de que el gobernante elogió a su predecesor W. Bush. Su discurso parecía ser distinto, pero era igual, porque para cualquier político norteamericano es legítimo liderar “la causa de la libertad”. Quizás desde aquella noche en la mente del que después fuera Premio Nobel de la Paz, nació la idea de protagonizar su propia guerra.
Muy pronto el castillo de naipes de Obama se derrumbó, su sueño de brindarle al mundo musulmán un nuevo camino, basado en intereses mutuos y respeto, quedó en la historia. Se acabó la utopía, hizo evidente que los “cambios”, eran solo apariencias.
Varios analistas basados en los acontecimientos de Libia, han apuntado fuertes coincidencias entre el discurso de Obama y la política guerrerista seguida por la administración Bush que justificó la operación militar aliada contra Sadam Hussein en el año 2003. No han faltado medios de prensa defensores del sistema imperial estadounidense como The Washington Post, el cual ha llegado a decir: “el Presidente había esperado evitar esa guerra”.
Mientras, investigadores han alertado que el material destructor arrojado sobre territorio iraquí equivale a 8 veces la bomba de Hiroshima y Nagasaki. Posiblemente esa cifra sea superada en Libia, donde más de 100 misiles han sido lanzados. Por la ambición de unos, una cifra incalculable de civiles inocentes, entre ellos niños, tendrá que morir, para el imperio son solo “daños colaterales”.
El 31 de agosto del 2010, efectivos militares norteamericanos se retiraban “discretamente” de Irak, cumpliendo órdenes de su presidente, para “lograr la paz y el retorno de la soberanía”. La operación fue denominada “Nuevo Amanecer”. Curiosamente el pasado 19 de marzo con la criminal agresión sobre territorio libio, se iniciaba una nueva maniobra militar “Odisea del Amanecer”, toda una broma de la semántica.
Lo cierto es que Obama está preocupado por la paternidad de su obra, trata de compartir su creación belicista y pone sus ojos en la OTAN. Mención especial merece la ONU, organización internacional creada en 1945 después de la segunda guerra mundial, para preservar al mundo de las guerras, se ha convertido en su mecanismo de validación.
Valdría la pena inmortalizar una frase de Obama que evidencia la prepotencia y el afán desmedido de su sistema por gobernar el mundo: “No pediremos perdón por nuestra forma de vida ni flaquearemos en su defensa”.
Quizás el Presidente desconoce la existencia en Berlín de un monumento que rinde tributo a los judíos víctimas del fascismo, conocido como “Monumento del holocausto”, una obra arquitectónica de varios cuadrados con diferentes dimensiones, que transmite un ambiente incómodo e impreciso, para recordar el peligro de una contienda bélica mundial y el exterminio de la raza humana.
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