Elier Ramírez Cañedo
La negativa del presidente Johnson de continuar los pasos de Kennedy.
Solo 3 días después del asesinato de Kennedy, Gordon Chase expresó en memorándum dirigido a Bundy sus dudas sobre la posibilidad de un acomodo con Cuba con Lyndon Baines Johnson al frente de la Casa Blanca:
“En tanto que pienso que el presidente Kennedy pudo haber llegado a un acuerdo con Castro y salirse con la suya con un mínimo de exaltación nacional, no estoy tan seguro con el presidente Johnson. Existe un problema, un nuevo Presidente quien no tiene antecedentes de haber desafiado con éxito a Castro y a los comunistas (como por ejemplo, el presidente Kennedy en octubre de 1962) probablemente correría mayor riesgo de ser acusado por el pueblo estadounidense de 'blandenguería'. Además, el hecho de que Lee Oswald (1) ha sido anunciado como típico pro Castro pudiera hacer el reacercamiento a Cuba más difícil, si bien es difícil decir cuánto más difícil”. (2)
No obstante, Chase expresó su punto de vista de que una conversación preliminar entre Attwood y Lechuga valía la pena para tener “una valiosa lectura sobre lo que Castro considera negociable (por ejemplo, ¿los vínculos con los soviéticos?) y un indicio sobre cómo él contempla el efecto del 22 de noviembre en las relaciones cubano-estadounidenses”. (3)
Chase no se equivocó en su premonición, pues Johnson no estaría dispuesto a continuar los movimientos tenues dados durante la presidencia de Kennedy dirigidos a explorar un posible modus vivendi con Cuba. Todo lo contrario, su política buscaría presionar aún más las clavijas a la Isla con la intención de pulverizar la Revolución Cubana. Bajo su administración seguirían produciéndose, con total impunidad, los ataques piratas y los secuestros de aviones y embarcaciones, a la vez que se iniciarían las acciones terroristas contra el personal e instalaciones cubanas en el exterior.
El 4 de diciembre de 1963, Lechuga vio a Atwood en Naciones Unidas y le informó que tenía en su poder una carta de Fidel aprobando los detalles de las conversaciones y una agenda. Atwood informó a Chase y este le respondió que la decisión tomaría algún tiempo porque las políticas de Estados Unidos estaban en ese momento bajo revisión.
En esos días los pocos que conocían de la iniciativa diplomática de acercamiento a Cuba pusieron a Johnson al tanto de todos los detalles. Cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos visitó la delegación de su país en Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1963 le expresó a Atwood que había leído con mucho interés su memorándum sobre Cuba donde hacía una recapitulación de los sucesos y conversaciones del otoño de ese año. Sin embargo, todo parece indicar que la intención de Johnson de mostrarse como un ferviente anticomunista para las elecciones de 1964, donde esperaba enfrentarse al republicano Richard Nixon, congeló cualquier avance de la iniciativa de acercamiento diplomático a Cuba.
Sin embargo, desde la ribera opuesta, Fidel continuó dispuesto a proseguir el diálogo. El 12 de febrero de 1964 el líder de la Revolución Cubana, le entregó a la periodista Lisa Howard un mensaje verbal para el nuevo presidente de los Estados Unidos que, entre otras cosas, señalaba:
“Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada.
Dígale al Presidente que no debe interpretar mi actitud conciliadora, mi deseo de conversar como una señal de debilidad. Una interpretación así sería un grave error de cálculo”. (4)
Durante el resto del año 1964, Fidel Castro siguió enviando señales indirectas al presidente Johnson que expresaban su voluntad de conversar para resolver los problemas que impedían una relación normal entre Washington y La Habana. La periodista estadounidense Lisa Howard continuó siendo un enlace no oficial para trasladar los mensajes de Fidel. En junio de 1964, Howard se dirigió a la ONU, para comunicarse directamente con el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, y establecer lo que Chase catalogó como “una conexión Castro / Lisa Howard / Stevenson / Presidente”. (5) En una entrevista concedida al New York Times en julio de 1964, el líder de la Revolución Cubana propuso negociaciones amplias de los temas que estaban dividiendo a Cuba y los Estados Unidos, señalando que la normalización de las relaciones permitiría inclusive discutir la forma de indemnizar a las compañías estadounidense por los bienes nacionalizados en los primeros años de la Revolución. Posteriormente, durante una visita que realizó a las Naciones Unidas en diciembre de ese propio año, el Che Guevara ofreció a Estados Unidos un modus vivendi, esta vez por intermedio del senador Eugene McCarthy, quien había sido invitado por Lisa Howard a su casa para que se reuniera con el ministro de Industrias cubano. Pese a la voluntad cubana de llegar a un acomodo con Estados Unidos, la administración Johnson prefirió obviar las señales de distensión que se recibían de Cuba y continuar su política agresiva hacia la Isla centrada en el aislamiento diplomático, el bloqueo económico, las acciones clandestinas y los planes de la CIA encaminados a realizar atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución. (6) La verdad es que, entre otras razones, a Johnson le preocupaba grandemente ser percibido como conciliatorio con Cuba en vísperas de las elecciones presidenciales de 1964. De esta manera, los contactos Estados Unidos-Cuba, iniciados durante la administración Kennedy habían llegado a su fin.
Ante la constante campaña de los medios occidentales que tildaban a Cuba de prohibir la libertad de viaje de los cubanos hacia los Estados Unidos -cuando en realidad era Estados Unidos el que había establecido la prohibición de una emigración regular y ordenada hacia su territorio durante la Crisis de Octubre- y el aliento constante a la emigración ilegal, Fidel anunció en un discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1965, que se habilitaría el puerto de Camarioca en la provincia de Matanzas, para que los cubanos que desearan abandonar el país pudieran ser recogidos por sus familiares en embarcaciones provenientes desde el territorio norteamericano.
De esta manera, a pesar de la negativa de Johnson de buscar algún entendimiento con Cuba, tuvo que negociar con el gobierno de la Isla ante las dificultades que esta situación provocaba al Servicio de Guardacostas y los peligros que representaba para la seguridad de Estados Unidos. En octubre de 1965, el gobierno de los Estados Unidos se dirigió al de Cuba, a través de la embajada de Suiza, con la propuesta de negociar un marco legal para la emigración hacia su país, a través del establecimiento de un puente aéreo. Las negociaciones tuvieron lugar entre el 1ro y el 6 de noviembre de 1965, al término de las cuales ambos países acordaron establecer un puente aéreo, a través de Varadero, para asegurar la salida legal de los que desearan emigrar. A través de este puente aéreo emigraron a los Estados Unidos más de 200 mil cubanos hasta abril de 1973, cuando la administración Nixon lo suspendió. El 2 de noviembre de 1966, el presidente Johnson firmó la Ley de Ajuste Cubano, que a partir de entonces garantizó el tratamiento preferencial a los emigrados cubanos, convirtiéndose con los años en un permanente y poderoso estímulo a la emigración ilegal de Cuba hacia los Estados Unidos.
Finalmente salta una pregunta recurrente en los estudiosos de este período: ¿se hubiera logrado dar pasos más serios en función de una normalización de las relaciones con Cuba de no haberse producido el asesinato de Kennedy? Responder esa pregunta es entrar en el terreno de la historia contrafactual. Sólo se puede decir que desde la perspectiva en que Kennedy y los que conocían el asunto valoraban la “dulce aproximación a Cuba”, consistente en exigir a la Isla que rompiera sus vínculos con la URSS y abandonara el apoyo a los movimientos revolucionarios en el hemisferio, era prácticamente imposible que se dieran pasos más profundos y serios para llegar a una normalización de las relaciones con la Isla. La dirección cubana había sido suficientemente clara en que la soberanía de Cuba tanto en el plano externo como en el interno, no podía ser objeto de negociación. Por otro lado, los planes de la CIA de asesinar a Fidel seguían su curso; al igual que las acciones de sabotaje contra la Isla, el bloqueo económico y el aislamiento diplomático. Los documentos desclasificados de la administración Kennedy reflejan con toda claridad que la estrategia del acercamiento discreto a Cuba planteaba explorar si la dirección cubana aceptaría negociar en los términos que satisfacían los intereses de Washington y, paralelamente, ir desarrollando el más amplio espectro de políticas agresivas que la obligaran a hacerlo. ¿Se podía tener algún tipo de esperanza de un entendimiento entre Estados Unidos y Cuba bajo este enfoque de política?
Algunos autores consideran que el asesinato de Kennedy tuvo que ver con una conspiración de la CIA y la mafia anticubana, que no le perdonaban a Kennedy entre otras cosas: haber prohibido que tropas estadounidenses invadieran la Isla, quitara a la CIA el control de las acciones anticubanas, se hubiera comprometido con la URSS a no invadir la Isla luego de zanjada la crisis de octubre de 1962, y que, por si fuera poco, estuviera dando secretos pasos de acercamiento a Cuba. De ser cierta esta hipótesis, ¿hubieran permitido la CIA y la mafia anticubana que Kennedy diera pasos más serios para llegar a una normalización de las relaciones con la Isla? ¿Se hubieran quedado de manos cruzadas?
La relación de Cuba con la Unión Soviética y su apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina eran los focos más apremiantes para el gobierno estadounidense en su política hacia Cuba en aquellos años, pues ambos elementos de la política exterior de la Isla eran los que más golpeaban los llamados “intereses vitales” de los Estados Unidos, pero en ellos no estribaba, como muchos han pensado y divulgado durante años, la esencia del conflicto. La voluntad soberana de un lado (Cuba) y las ansias hegemónicas del otro (Estados Unidos) era la verdadera esencia de la confrontación y esta se había mantenido inquebrantable desde el siglo XIX. Este es otro elemento de importancia a la hora de sustentar nuestro criterio poco optimista en relación con un posible modus vivendi entre Estados Unidos y Cuba durante la adminitración Kennedy. Está claro que objetivo fundamental de Estados Unidos era cercenar la voluntad soberana de Cuba, primero en política exterior –este era su interés más inmediato- y después en política interna y, de ser posible, recuperar el dominio que habían tenido de la Isla durante prácticamente 60 años, antes de que se convirtiera en un ejemplo a imitar por las naciones de América Latina que aún se hallaban bajo su hegemonía. Por otro lado, Cuba no iba a ceder ante las presiones de los Estados Unidos en ningún aspecto que tuviera que ver con su derecho a la autodeterminación aunque se le ofreciera a cambio una normalización de las relaciones.
El énfasis que la administración Kennedy puso el la política exterior de Cuba no fue más que la expresión coyuntural y la dimensión superficial de los motivos de fondo del conflicto. La historia demostró más tarde, que cuando desaparecieron estos argumentos que presentaban a Cuba como una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos, especialmente luego de derrumbarse el campo socialista y en momentos en que la Isla no tenía ni un soldado en el exterior, el conflicto se mantuvo vivo y el gobierno estadounidense no hizo ni el menor intento por llegar a un entendimiento con la Isla.
Por el contrario, se agudizó la agresividad hacia Cuba, revelándose nuevamente la verdadera esencia de corte bilateral del conflicto –aunque siempre atravesada por lo multilateral en numerosos períodos históricos- y concentrando entonces el foco de su política en la realidad interna de la Isla. Ello constituye muestra fehaciente de que el objetivo de Estados Unidos hacia la Cuba revolucionaria siempre ha sido el mismo: el cambio de un régimen que en sus narices ha practicado y aún hoy practica una política interna y externa absolutamente soberana.
NOTAS
(1) Acusado del asesinato de Kennedy.
(2) Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 5)
(3) Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 5)
(4) Del primer ministro Fidel Castro al presidente Lyndon B. Johnson, Mensaje verbal entregado a la señorita Lisa Howard de la ABC News, el 12 de febrero de 1964, en La Habana, Cuba, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet) (Traducción del ESTI)
(5) Citado por Peter Kornbluh, Ob.Cit.
Revolución, 9 de julio de 1964, síntesis de entrevista concedida por Fidel Castro a Dick Eder del New York Times el 8 de julio de 1964.
(6) Los mayores esfuerzos por establecer una vía de comunicación entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Johnson lo protagonizaron un pequeño grupo de industriales privados que consideraban errada la política estadounidense hacia la Isla, entre ellos se encontraban: Edgard Lamb y Cyrus Eaton. No obstante, debe destacarse que en el mes de julio del último año de mandato de Johnson, se produjo un intento por medio de la periodista Arlene Gould, quien trasladó a un funcionario cubano en New York el interés de William Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler, ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, pero finalmente este intento no prosperó. Esta información se extrajo de Nestor García Iturbe, Diplomacia Sin Sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.9.
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