martes, 26 de junio de 2012

A cinco días de las elecciones en México


Andrés Manuel López Obrador, candidato de la izquierda mexicana
Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
El próximo domingo 1 de julio los electores depositarán sus votos en las urnas. La batalla, como era previsible, se centró en dos abanderados con proyectos opuestos: Peña Nieto, el favorito delos neoliberales, y López Obrador, el único candidato no neoliberal. Vázquez Mota, que fue la segunda opción de la dupla imperialismo-burguesía dominante, se quedó atrás y su campaña redujo su propósito a restarle votos a AMLO, para ayudar a Peña, igual que la de Quadri, dado que en realidad, estos tres -Peña Nieto, Vázquez Mota y Quadri- en todo momento han servido a los mismos intereses.
¿Quién ganará y con qué margen de diferencia?
López Obrador muestra una gran seguridad de que él será el ganador, aunque, dada su experiencia, recomienda a sus seguidores que estén pendientes de que la voluntad popular no se altere por maniobras fraudulentas. Peña, por su parte, apoyándose sólo en ciertas encuestas, dice que su victoria es inevitable.
¿Con qué cuenta cada uno de los punteros?
Peña, en primer lugar cuenta con la imagen pública que le fabricó un complejo empresarial especializado –conTelevisa al frente- disponiendo de la más sofisticada tecnología mercadotécnica; además, el mismo complejo ha seguido a cargo del cuidado de su imagen y, para colmo, lleva seis años de una feroz campaña para destruir la de López Obrador, echando sobre él toneladas de calumnias. Para sopesar los efectos de la acción de las televisoras, hay que considerar que el 80% de los electores reconoce que su fuente de información, casi única, es la televisión y, sobre todo, que ésta influye substancialmente en la formación de su criterio. Es decir, un alto número de compatriotas, al no tener elementos para formarse una opinión propia, guían su conducta, electoral y de otros tipos, por lo que a los dueños de las televisoras les conviene pregonar. Éste es el origen manipulado de la parte mayor de los votos para Peña, y una segunda, importante porción, proviene de la coacción de líderes y patrones que amenazan con dejar sin empleo a los trabajadores si no votan como lo ordenan, y de la compra del sufragio, pagándolo en efectivo o con otros recursos materiales, explotando a su favor la enorme miseria en que se encuentra la mitad de la población nacional. Para este fin, Peña tiene a su disposición una gran fuente de recursos económicos, de los que ya también, durante la misma campaña, ha hecho derroche, violando con mucho los límites de gastos que establece la ley. Estos son algunos de los principales puntos de apoyo de Peña, amén de otros, que veremos adelante.
López Obrador, por su parte, cuenta con un gran frente de fuerzas, el más amplio y vigoroso que se ha dado en México desde 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas fue candidato del Frente Democrático Nacional. Se trata de un frente plural en lo clasista y en lo ideológico, en el que están tres partidos políticos del establishment, PRD, PT y Movimiento Ciudadano, pero el factor dinámico y combativo lo aportan numerosas agrupaciones ajenas a esos partidos: trabajadores, jóvenes, mujeres y partidos de la izquierda socialista y revolucionaria a los que el sistema, en su proceso de derechización, despojó del registro electoral, como el Partido Popular Socialista de México, entre otros. Un baluarte medular de este frente, lo es el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, una organización político-social que está en proceso de estructuración, cuyo liderazgo lo ejerce de manera directa el propio López Obrador, y que agrupa a varios millones de militantes. Un aporte singular ha sido el de la clase trabajadora: decenas de miles de educadores de la CNTE, los aguerridos electricistas, del SME, agrupados, junto con muchos otros gremios y fuerzas populares, en la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores, OPT. Recientemente, se han sumado los mineros, y otros contingentes. El movimiento juvenil, que irrumpió con tremendo ímpetu y con iniciativas frescas, vino a dar otro impulso de gran importancia. Todo esto se refleja en el hecho de que los mítines de AMLO son mucho más entusiastas y mucho más concurridos que los de Peña, a pesar de que éste ofrece dádivas a los asistentes y, a otros, los coacciona.
¿Qué dicen las encuestas?
Las empresas encuestadoras, que en su mayoría fueron contratadas por Televisa y algunos medios de prensa ligados alos intereses del neoliberalismo, como Milenio, Excelsior y El Universal, han mantenido como puntero a Peña de manera sistemática; y lo siguen sosteniendo hoy, a pocos días de la elección, incluso con altos márgenes de ventaja. ¿Son confiables? No mucho; ya en procesos anteriores, por ejemplo las elecciones de gobernadores en 2010, pronosticaban la victoria del PRI por márgenes abultados en estados como Puebla, Sinaloa y Oaxaca, pero el resultado fue al revés. Por su parte, prestigiados académicos que forman el Observatorio Universitario Electoral, OUE, tomaron una muestra más grande que las habituales –y por eso presumiblemente más exacta y representativa- y luego de criticar con argumentos sustentados a las empresas encuestadoras, utilizaron una metodología distinta para una medición demoscópica que arrojó como resultado un empate técnico entre los dos punteros, con posibilidades elevadas de victoria para López Obrador, sobre todo si la concurrencia a votar es copiosa.
¿Existe el riesgo de un fraude?
Sí; a pesar de que las autoridades rechazan esa posibilidad y condenan a quien toque el tema, acusándolo de “enemigo de la democracia y provocador de conflictos”, lo cierto es que los gobernadores -–en una veintena de ellos radica hoy la fuerza del PRI, derechizado y carente debases populares-- abusan del poder político y económico que detentan, haciendo que, en las entidades a su cargo, las votaciones para Peña se inflen y las de AMLO se minimicen, por medio de toda clase de acciones ilegales. Incluso el gobierno federal ha estado violando con descaro la normatividad vigente, ayudando, en su caso, a la candidata del PAN. A la fecha ya hay numerosas denuncias de boletas duplicadas en grandes volúmenes, compra de votos y otros ilícitos. El IFE, “árbitro” de la contienda, niega los hechos o los justifica, diciendo que se trata de errores de carácter menor, que no alteran el proceso, y que con las medidas que ha tomado eliminó las posibilidades de fraude. Sólo que la designación de los integrantes del IFE -–llamados consejeros--, la hacen los partidos “fuertes” escogiendo entre gente de su confianza -–aunque se simula, con hipocresía, que son “ciudadanos sin partido”—y corresponde a los neoliberales, PAN y PRI, designar a una mayoría calificada, la suficiente para ganar todas las decisiones. Lo cierto es que el IFE, como el mismo sistema de partidos y toda la normatividad vigente, obedece a un diseño que responde a los intereses de la clase dominante y que reduce la “democracia” a una formalidad ayuna de contenido.
¿El que pierda, reconocerá el resultado?
El hecho de que el o los candidatos derrotados reconozcan al ganador forma parte de la tradición de la democracia representativa y es una práctica común en los países que los ideólogos del capitalismo llaman “democracias consolidadas”, donde el sistema de partidos obedece en todo lo esencial a los mismos intereses, los de la clase dominante, y las diferencias entre uno y otros candidatos se reducen a cuestiones secundarias, las más de las veces cosméticas. En México, se han realizado varias reformas electorales en los treinta años de la etapa neoliberal, cuyo fin ha sido el de establecer y consolidar ese tipo de “democracia” falsa, que sólo permite a los electores que escojan al verdugo en turno.
Pero esta vez hubo dos factores que rompen el molde: una candidatura presidencial con gran simpatía popular, que rechaza el neoliberalismo, y, soportando esa candidatura, un gran frente cuyas fuerzas significativas –clase obrera, jóvenes, partidos con firme ideología revolucionaria- desbordan todos los diques construidos por la dupla dominante. Por eso, hoy por primera vez desde 1988 tenemos un proceso electoral en que se dirimen cuestiones de importancia vital, y que enfrentan dos proyectos opuestos, excluyentes, de nación.
En este contexto, es claro que la gran burguesía dominante, que está unida estrechamente en sus negocios con el capital imperialista mundial, formando una dupla que actúa como un sujeto único, no está dispuesta a reconocer una derrota que le significaría que se atoraran todos sus proyectos de profundizar las medidas neoliberales. Hará, está haciendo toda clase de trampas para evitarse esa situación, y no olvidemos que entre otros elementos poderosos, tiene a su favor al árbitro.
¿Qué hará la dupla burguesía-imperialismo, frente al peligro de que todo se les salga de control y gane la elección presidencial un elemento no neoliberal, es decir, López Obrador?
Jugará sus cartas, trampeará de mil maneras, sí, pero con el árbitro como aliado, hasta donde esto dé, antes que reconocer un triunfo legítimo de AMLO; sin embargo, no contemplan la posibilidad de desconocer la decisión del “árbitro”, porque eso facilitaría el derrumbe de todo el entramado falsamente democrático que han edificado y que esperan que les vuelva a servir en lo futuro. Es decir, no llegará a los extremos de desconocer una decisión del IFE y el TRIFE ni dará un golpe de estado; lo primero, porque como ya se dijo, no le conviene; y para lo segundo no tiene las condiciones. Ahí, en ese resquicio, radica la posibilidad de que reconozca  la victoria de López Obrador, aunque sea a regañadientes.
Ahora que, de darse este escenario, la dupla imperialismo-burguesía dominante no se quedaría tranquila; optaría por cercar al presidente, teniendo el congreso con mayoría neoliberal -–como seráel caso, según lo hemos analizado en otros momentos--, la Suprema Corte de su lado, la gran mayoría de los gobernadores, las televisoras, etc. Querrá maniatar al gobierno e impedirle que aplique un programa antineoliberal; esto es, hará todo lo posible para que, aun con López Obrador, todo siga igual y las aspiraciones del pueblo y las fuerzas antineoliberales sean burlados.
Frente a esta eventualidad, las fuerzas que luchamos por lo que el candidato ha llamado “elcambio verdadero”, tenemos que estar alertas, ya desde ahora, y dispuestos a enfrentarla y derrotar la maniobra.
¿Qué hará el amplio frente obradorista, si al fin el IFE y el TRIFE imponen a Peña?
Desde luego, lo primero es vigilar paso a paso el proceso electoral para tratar de impedir el fraude, hasta donde esto sea posible, porque también hay métodos sofisticados que los ciudadanos no tienen instrumentos para detener. Hay que denunciar las violaciones que se produzcan, a través de las instancias previstas para ese fin, y a través de las redes sociales; pero además, hay que movilizarse; centenares de miles de jóvenes, obreros, campesinos, mujeres del pueblo en las calles y las plazas de todo el país, pueden ser una fuerza que disuada e impida el fraude y que frene tamaña imposición. No podemos esperar que todos los que están en el amplio frente obradorista actúen con igual decisión, es cierto, ya que el frente es amplio y hay de todo en él; habrá elementos que no luchen, que se hagan de lado, y tal vez hasta algunos que defeccionen y se pasen al bando contrario, así sucede siempre en los momentos en que las contradicciones se agudizan; pero estarán los más conscientes, los más firmes y serán una fuerza poderosa, por su número, por su combatividad, por su firmeza.
La misma fórmula es aconsejable frente al peligro de que se quiera bloquear al gobierno de López Obrador, en su caso; habría que movilizarse para apoyarlo, para denunciar las maniobras, y para exigir al gobierno que camine conforme a los intereses de las mayorías, tal como AMLO lo ha propuesto.
En conclusión: cualquiera que sea el escenario, después de votar por López Obrador el 1 de julio, de vigilar el proceso y denunciar las violaciones, la tarea para el conjunto de las fuerzas populares que luchamos por el cambio verdadero, la clase trabajadora, las mujeres, los jóvenes, es más articulación, más organización y más movilización combativa, porque como bien dice nuestro candidato: “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”.

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