Hoy falleció en La Habana Roberto González, hermano de René. Sabíamos que estaba enfermo de gravedad, y que su hermano –retenido en territorio estadounidense, aún después de cumplir la injusta condena–, había realizado una breve visita supervisada a Cuba para encontrarse quizás por última vez, como lamentablemente fue, con él. Roberto era un destacado abogado que dedicó los últimos años de su vida a luchar por la liberación de los Cinco antiterroristas cubanos, presos políticos en cárceles de los Estados Unidos. A principios de marzo, Roberto
González había recibido el título de miembro honorario del Gremio Nacional de Abogados
(National Lawyers Guild, NLG), la mayor y más antigua organización legal de
los Estados Unidos. Esta carta de René se refiere a la entrevista que el periodista cubano Edmundo García hiciera a un ex recluso común cubano que el héroe había conocido en la cárcel de Marianna. En ella habla de la amistad. Los valores que René muestra y defiende en estas líneas, aprendidos en su hogar cubano, eran compartidos por su hermano Roberto.
18 de junio de 2012
Querido Edmundo:
Como sabes, estas palabras me han estado dando vueltas durante unos días,
tras el programa que hicieras con mi amigo Roddy. Aunque no podemos comunicarnos
directamente por el momento espero que le transmitan mi aprecio, y la sensación
de alegría y gratitud por escucharle hablar de aquellos momentos que
compartimos, con tanta espontaneidad y afecto.
Me enseñaron siempre a hacer lo correcto sin importar mucho el impacto
inmediato que mis acciones tuvieran en el plano personal. Siempre he creído que
si se actua correctamente hacia los demás no hace falta esperar nada a cambio,
pues esa actitud se reflejará en ellos y se te devolverá. Aun cuando la
ingratitud es también parte de la experiencia vital de cualquier ser humano, la
vida me ha dado motivos suficientes como para creer que he estado en lo
correcto. La estancia en la cárcel, tanto para mí como para mis cuatro hermanos,
ha sido más que suficiente evidencia. Fue una vivencia de la que me llevaré
muchas cosas positivas, supongo que para pesar de algunos.
Entre esas experiencias positivas destaca la amistad de Roddy. Para serte
franco, nunca pensé que aquellas palabras que abrieron nuestra relación le
hubieran impactado tanto. Quizá no fue exactamente así, y luego de conocernos
mejor su significado fue ocupando el sitio justo en los sentimientos de mi
amigo. De cualquier forma, me alegro de haberlas pronunciado. Primero, porque
era lo que sentía. Segundo porque parecen haber servido para abrir a Rodolfo una
puerta que, aunque tal vez él no lo aprecie de esa manera, ya él estaba listo
para abrir por sí mismo. De ahí que yo asuma con humildad el mérito que él me
adjudica, pues sé que gran parte de de ese mérito descansa en Roddy, en su
disposición a reconocer sus errores primero y a superarlos después. Siempre he
otorgado gran valor a la persona que nunca renuncia a mejorarse, y eso fue lo
que aprecié en nuestro compatriota.
Para nosotros cinco, en nuestras respectivas prisiones, servir de punto de
reencuentro de muchos cubanos con la patria y la familia ha sido una de las más
comunes y gratificantes satisfacciones. Nunca nos propusimos -al menos
conscientemente- hacer una labor activa de proselitismo político, pero la
soledad y el desgarramiento ocasionados por la sensación de desarraigo en
algunos cubanos nos fue señalando una vía de hacer el bien en condiciones en que
no siempre es fácil. Era lo humanamente correcto, y en algunos casos les
permitió echar un vistazo a su experiencia pasada con una visión más madura. Eso
fue precisamente lo que sucedió en el caso de Roddy.
Para mí, en el plano personal, también fue ocasión de crecer. Todos
necesitamos de alguna fe, y los que no la buscamos en la providencia lo hacemos
en la única criatura terrestre capaz de inspirarla: el ser humano. Esa fe en que
las personas pueden sobreponerse a sus problemas y mejorarse a sí mismas fue
corroborada por mi relación con personas como Roddy. Conversamos mucho, y él es
más consciente que nadie de las batallas interiores que le quedan por vencer. El
será el único protagonista y en mí podrá tener, como sucedió en Marianna, a un
amigo.
Esta carta es para los dos, el amigo y el periodista. Una vez enviada no me
pertenece y es enteramente de ustedes. Yo sólo quería transmitirles mi gratitud
por la oportunidad de recordar esos momentos, en que dos cubanos pudieron
sobreponerse a la privación de su libertad para crecerse, sobreponerse al
castigo, y hacer brotar la amistad.
Un abrazo.
René González Sehwerert
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