Continuación de la polémica.
I
Distorsión tras distorsión.
Rafael Rojas
Enrique Ubieta repite distorsión tras distorsión, sin el menor respeto por las normas elementales de un debate intelectual. No es cierto que yo respalde el embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba -en casi todos mis libros y en decenas de artículos he criticado esa política- y tampoco es cierto que pertenezca o simpatice con alguna organización de derecha. Lo que yo he sostenido es que existen derechas autoritarias y derechas democráticas, así como existen izquierdas democráticas e izquierdas autoritarias. La mayor limitación ideológica de la posición de Ubieta y su partido, el Partido Comunista de Cuba, y su gobierno, el Fidel y Raúl Castro, es que parten del equivocado y soberbio supuesto de que la única izquierda legítima en América Latina y el mundo es la "revolucionaria", es decir, aquella que defiende el partido único, la economía estatalizada, la sociedad civil controlada, los medios masivos en manos del gobierno y la ideología marxista leninista. Esa izquierda, como sabemos, no es, ni siquiera, autoritaria: es totalitaria.
El problema de la consulta popular proyectada por Manuel Zelaya en Honduras no es que se propusiera o no la reelección -aunque si Ubieta debatiera con honestidad, defendería la reelección, que él ha respaldado para sus líderes, Fidel Castro y Hugo Chávez- sino que no partió de la creación del mínimo consenso que se requiere para un proceso político de esa naturaleza. Lo que se critica en mi artículo no es la consulta en sí sino la intervención directa de Fidel Castro y Hugo Chávez en un asunto doméstico de Honduras, como era el debate entre el Congreso y el Poder Judicial de ese país y su presidente legítimo. En mi artículo, por cierto, también se critica la renuncia a los métodos constitucionales de la derecha hondureña en el golpe de Estado. Esa crítica, naturalmente, de un exiliado cubano, opuesto al gobierno de Fidel Castro, es inconcebible en el mundo binario y maniqueo de Ubieta.
II
Los "demócratas" inconsecuentes.
Enrique Ubieta Gómez
Puedo ser más específico, pero de pronto me viene a la mente el artículo de Rojas “El derecho de la derecha”, entre tantos otros, en el que asume sin complejos su posición ideológica. Por Dios, no tiene que pertenecer a ninguna organización de derecha para ser de derechas. Asumamos que desde la derecha se autoproclama defensor de la “democracia”. Recuerdo que yo hablaba en mi artículo de dos formas de entender la democracia: la representativa y la participativa. Supongo entonces que adopta la primera: si es consecuente tiene que respetar la voluntad popular ejercida en las urnas y defender entonces a los gobiernos de Chávez, de Evo, de Correa, de Zelaya. Defender la voluntad popular, expresada en las urnas, de reformar la Constitución. Yo debato con absoluta honestidad: Fidel es el producto excepcional de una Revolución auténtica, que desde la Revolución francesa es fuente de jurisprudencia. Y es mayoritariamente querido y seguido por el pueblo cubano, aunque le duela a Rojas. Digo más: yo no creo en la democracia representativa –cuya función no es garantizar la democracia, sino perpetuar la explotación--, aunque estoy dispuesto a observar el desenlace de los proyectos de izquierda que han llegado al poder por la vía democrática. Y a apoyar esa vía, si es permitida. Veo con decepción que quienes defienden el concepto de democracia representativa no aceptan que el representado sea el pueblo; y en ese bando se incluye Rojas. Eso de la derecha y la izquierda es puro cuento, en eso de verdad estoy de acuerdo con Rojas: existe el capitalismo y el anticapitalismo como opciones. Al anticapitalismo yo le llamo socialismo, pero acepto que alguien prefiera endilgarle otro nombre. Podemos discutir cómo construir el socialismo –el anticapitalismo--, pero no cómo perpetuar el capitalismo. La supuesta izquierda “democrática” de la que habla Rojas es, por ejemplo, la del británico Blair, quien respaldó la invasión a Irak en contra de la voluntad de la ONU, o la del venezolano Teodoro Petkoff, ex de todo, el “izquierdista” mimado de la derecha. No creo en la izquierda sistémica, la que propone cómo hacer mejor el capitalismo. La única posible es la que piensa en alternativas efectivas ante la locura ecológica y humana del capitalismo. Por eso no pienso que la esencia de la democracia sea la no reelección. Sobre todo cuando siempre se elige en el capitalismo a un tipo que sonríe diferente, pero hace lo mismo. Si alguien hace algo diferente, entonces se dice que “manipuló la Constitución democrática”, o que es populista, o que es totalitario. Porque como dice el propio Rojas en otro viejo texto: “si el antecedente de Chávez, quien manipuló la Constitución democrática de su país para perpetuarse en el poder, no se difunde demasiado, en unos cinco años esos gobiernos [latinoamericanos de izquierda] serán sustituidos por líderes y partidos de otra orientación ideológica”. En eso confían. O confiaban. Ya no tanto, por eso apoyan de soslayo los golpes de estado. Sí, voto por la reelección de Chávez, de Evo, de Correa, aunque eso deben decidirlo los respectivos pueblos. Fíjense si Zelaya contaba con el consenso popular, que la oligarquía se horrorizó ante la posibilidad de la consulta. Una consulta, repito, que no era vinculante, haya sido el que haya sido su resultado. En cuanto a su desacuerdo con el bloqueo –que no se atragante con la palabra, no es un embargo, es un bloqueo, que lo diga bien que él no es norteamericano y vivió sus primeros treinta años en la Cuba bloqueada--, como dije, solo es una manera de entender cómo derrocar mejor a la Revolución, lo que lo hace moralmente inválido.
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