Hoy la zona cercana al puerto habanero reactivó una amistad cercana al mito: los marineros "bolos" se paseaban por el bulevar, se dejaban retratar, y regresaban cargados de pacotilla. Eran muy jóvenes estos reclutas para saber, más allá de los cuentos de sus padres y abuelos, lo que fue la URSS, y tampoco podían tener más que referencias de los vínculos que por entonces unían a esta Isla del Caribe con el enorme y lejano territorio que ellos habitan. Pero una espontánea corriente de simpatía se establecía al menor contacto. También los cubanos esperaron por horas en largas colas para visitar los buques de guerra, o mejor decirlo así, de paz. En el muelle restaurado para los cruceros turísticos, sentí el cruce de los tiempos. De un lado, estaba el buque coheteril Moskva, del otro, un carguero anónimo, ajeno a esta historia. Precisamente del lado donde ahora estaba el carguero, atracó hace 33 años el viejo barco Rossia, en el que llegamos para nuestras primeras vaciones en la Patria, los estudiantes cubanos. Mis padres habían logrado meterse en el muelle, que no estaba restaurado como ahora, y allí mismo nos dimos el primer abrazo. Ya no es igual, ellos no son los mismos, aunque no han renunciado a la historia, como las naciones del Este europeo. Pero ver a estos "bolos" risueños en el bulevar, reactivó sin dudas la nostalgia. E. U. G.
El peligroso ejemplo de Cuba
Hace 14 horas
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