Todos los presidentes latinoamericanos --cada uno a su modo, algunos porque quieren a la Revolución cubana, otros porque la necesitan, y algunos más porque la odian--, aconsejaron solícitos y firmes al recién estrenado presidente norteamericano Barack Obama que levantara el infame bloqueo a Cuba. Ninguno sugirió que esperara por "gestos" del país bloqueado. Una persona agredida no se disculpa con el agresor para que cese su hostilidad. Si algún confundido quiere repetir que Cuba debe el pago de los bienes nacionalizados, debe saber que Cuba estuvo en su momento dispuesta a indemnizarlos --como hizo con las restantes naciones afectadas--, y que fue la negativa soberbia de Estados Unidos a recibir el pago correspondiente, lo que cerró esa posibilidad. Pero debería saber también que el daño que ha producido ese bloqueo sobre la economía de Cuba asciende a cientos de miles de millones de dólares, cifra que supera muchas veces la que pudo haberse pagado por las nacionalizaciones de bienes estadounidenses en territorio cubano. Obama ha hablado mucho, y a veces incluso bien --por lo cual recibió hasta un Premio Nobel--, pero no ha hecho mucho, y en ciertas cuestiones, prácticamente nada. Así que ahora se reúne la Asamblea General de Naciones Unidas y vuelve a votar, como cada año, a favor de una resolución que condena el bloqueo a Cuba. Cada año pienso que se alcanzó el límite posible de votos de condena, pero cada año aparecen nuevos países que se suman a la resolución: de 185 en 2008 la cifra es ahora de 187. En términos deportivos, un nuevo récord absoluto. Eso quiere decir que están en contra del bloqueo a Cuba los gobiernos de ultra derecha, de derecha, de centro (si es que ese término existe en política), y de izquierda. Quiere decir que
todos los gobiernos del mundo condenan
por genocida --es un término del documento aprobado--, una política recientemente ratificada por un presidente recientemente galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Digo todos, porque es evidente que Palau, Micronesia e Islas Marshall, los socios que apoyan o se desmarcan, no son exactamente países libres. Y porque Israel..., bueno, ya sabemos qué es Israel. Entonces Obama, qué pena me das, o acabas de ponerte los pantalones en la Casa Blanca, o la Historia no te absolverá.
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