En mi artículo anterior –que inspiró bellas amenazas saavedriánicas de Néstor Díaz de Villegas--, comentaba el inusitado desprecio que ciertos intelectuales de la nueva derecha cubana, él entre otros, sienten por las masas. El tema no es trivial ni caprichoso: lo que nos divide en realidad no es nuestra opinión sobre el pasado –en lo que también diferimos, naturalmente--, es nuestra opinión sobre el futuro de Cuba. Por eso es necesario que sepamos lo que sienten y piensan estos circunspectos caballeros que nacieron en los años previos o en los primeros posteriores al triunfo revolucionario, crecieron en sus aulas, y hoy cavan trincheras en Miami, México o España. Saber de qué República hablan cuando utilizan esa palabra; a qué se refiere Hernández Busto (HB), por ejemplo, cuando descubre eufórico su modélica mini república en Miami: la del Big Five. ¿Qué es el Big Five? Según explica el entusiasta cronista, se trata de “un club fundado por exiliados que decidieron reunir los pecios de los cinco grandes clubes habaneros que naufragaron con la Revolución: Habana Yatch Club, Miramar Yatch Club, Vedado Tenis Club, Biltmore Yatch Club y el Casino Español”.
En su reciente viaje de estímulo a Miami –y de consultas con sus jefes--, HB visita el Big Five y queda impresionado. Le llama la atención el hecho de que ya no sea un club tan exclusivo como sus antecesores habaneros, y señala que en él juegan “cancha” –como decimos en Cuba--, nobles y plebeyos (de apellidos, pero con algún dinerito, claro). “Pasé una tarde con ellos, y fue una de las experiencias más agradables de este viaje a Miami” –confiesa arrobado. “No sólo porque pude ver una competición de muy buen nivel –puntualiza--, sino porque conseguí entrever un mundo, inspirado en ideales deportivos, donde la jerarquía no es necesariamente enemiga de la democracia”. Entendamos bien lo que dice: el hecho de que plebeyos (balseros) y nobles (la vieja guardia) jueguen cancha juntos no debe confundir a nadie, los plebeyos siguen siendo plebeyos y los nobles, nobles. No se trata de jerarquías profesionales, sino monetarias, en las que la sangre, la herencia, el pedigree, determinan. Pero los jerarcas que nadie discute se dan el lujo de ser democráticos, amables, condescendientes. Toda esa gente “trabaja duro”, “todos profesan el culto a la Familia” (de repente me confunde la mayúscula que coloca en la palabra familia, no sé a qué se refiere, pero luego comprendo: “es uno de los pocos lugares de Miami donde puedes estar seguro de que tus hijos jugarán libremente y nadie se meterá con tu mujer”, dice que le dijeron). Entonces cierra su breve crónica con estas palabras aterradoras, por el siniestro futuro que predicen: “En el Big Five —que alguna gente demoniza como ‘el club de Posada Carriles’— encontré juntas muchas de las subestimadas virtudes de Miami: buena comida, didaxis social, convivio, varias generaciones agrupadas alrededor de un credo antiguo y memorable. Una mini República”.
Pero este texto de HB –escrito unos días después de expresar públicamente su desprecio por los coterráneos aficionados al béisbol que encontró en un estadio barcelonés, durante la pasada Copa del Mundo--, estaría incompleto sin los iluminadores comentarios que recoge su blog. Fichu M. (el lector comprenderá que solo dispongo de los “nombres” con los que se identifican los internautas que participan del diálogo) escribe: “la gente tiene un falso concepto del Big Five hoy y no es menos cierto que se pasa bien, el ambiente es agradable lejos de toda la chusmería que por desgracia abunda en Miami”. El club, ya lo dijo HB, es un oasis –la chusma no te piropea a la jeva, ni te maltrata al chama--, que los separa del cubano medio de Miami. Bilewi, por su parte acota, intencionado: “Ernesto, el Big Five te dedicó sus mejores galas, las de todos los días, las que se reservan para los amigos. Allí están los Sedanos, Loret de Mola, Calderín, Gómez Mena, Betancourt y otros apellidos ilustres que ya no logran convivir sin los Pérez, Soto, Álvarez y Rodríguez”. Y sin los Hernández Bustos, debemos añadir. Santos y Artigas, quizás algo indiscreto interviene: “Te vimos con Loret de Mola, llegaste temprano y te fuiste tarde, Camilo es uno de los que no sale de aquí, sus hijas como que viven entre los muros del Big Five”.
Una intrusa que se hace llamar María –y que vive allá, porque HB democráticamente no permite que los de la Isla coloquen mensajes en su blog--, se cuela para desentonar: “decadencia de altura, pseudoélites de sueños mal soñados y gorditos con pelotas”, y la bomba enseguida estalla. Una o un –a veces los nombres escogidos son para despistar--, Margarita Gautier (espero que no se parezca al personaje de Dumas), sale en defensa de HB: “Comparto la opinión de Ernesto 100%. Es un lugar seguro para niños y familia. Pero al parecer ciertos sectores de nosotros los cubanos nos quedamos con la chusmería y la vulgaridad arraigados.” Siguen en fila los comentarios felices de las lombrices, hasta que Iskán el cubano sentencia: “Oye Ernesto, será porque yo llevo el plebeyo a flor de piel, pero la verdad que eso parece una crónica social de una Bohemia de los 50. Y eso de ‘apellidos ilustres, etc’ esta medio picu. No sé, pero no puedo dejar de pensar en San Nicolás del Peladero” Y ya en un tono de evidente provocación El problemita de siempre acota: “Me dan muchas ganas de ir a ese club. Tan solo un problemita, no soy blanco, soy más bien retinto. ¿Me dejarán entrar?”, a lo que presurosa responde Charlotte: “no importa que seas retinto ahí van personas de color también”. Y la frase “de color también” resulta sospechosa, deja un sabor desagradable.
Entonces aparece Camilo Loret de Mola, que no esconde su identidad, la persona que llevara a HB de invitado al club: “mis hijas no han llegado al club –confiesa-- y ya preguntan si verán a Sedano y a Ricardo, dos personas mayores a quien no conocíamos y a quienes besan con amor cada noche. Cómo no sentir un gran respeto por estos tipos, ellos quieren a mis hijas como si fueran suyas (…) te aseguro que cuando estoy de viaje me siento tranquilo porque mis hijas juegan en el Big Five, bajo la pupila de Calderín, Paquito, Centella, Paula, Lisettte (…) y otras muchas personas que ya son mi familia, la grande, la que extraño cuando estoy lejos”. Hay un comentario que quiero dejar para el final. Pertenece a Woland, que firma la declaración de HB: “esa es también mi impresión de Miami –y está muy bien que lo enuncies con esa precisión: una (¡nuestra!) mini-República. Es sorprendente como la propaganda del castrado y sus adláteres ha inmortalizado la infamia del exilio cubano –el de Miami en particular-- como una recua de terroristas sicópatas, que no hace más que barruntar planes para (volver a) esclavizar al pueblo cubano ‘revolucionario’”.
El comentario de Woland me remite entonces a una no muy vieja nota del Miami Herald, que arroja un poco de luz sobre los ilustres miembros de esa Familia miamense, y sobre el porqué –instinto, sagacidad política--, HB colocaba una F mayúscula (y siniestra) en la palabra: “Un sonriente Luis Posada Carriles abrazó y dio la mano el viernes en la noche a cientos de personas que lo apoyan, mientras llegaba a un club en el oeste de Miami para asistir a un cena en su honor… ‘Te quiero besar’, dijo una señora que fue una de las primeras en recibir a Posada cuando llegaba al Club Big Five, cerca de la esquina de la calle 8 y la avenida 92 en el oeste de Miami. Los organizadores esperaban a más de 500 invitados en el salón de banquetas en donde las mesas estaban cubiertas con mantas blancas y servilletas rojas y azules. Un grupo musical tocaba viejas canciones cubanas, mientras que Posada –vestido en un traje azul oscuro– iba de mesa a mesa abrazando a sus partidarios… Muchos de ellos eran ex presos políticos y ex miembros de la Brigada 2506.” El diario añadía: “Entre los prominentes exiliados cubanos presentes se encontraba el ex comandante guerrillero y preso político Huber Matos, quien rompió con Fidel Castro apenas comenzando la revolución, y Ernesto Díaz, líder del grupo militante anti-castrista Alpha 66… La cena fue anunciada como una ‘fiesta de ‘coming-out’ para Posada. Pedro Peñaranda, el líder del grupo patrocinante del municipio de Holguín, dijo al Miami Herald que la cena era para ‘reconocer a Posada como un gran cubano, un hombre digno y decente, como un gran patriota que ha sufrido mucho.” Bueno ¿y qué?, dirá el circunspecto conde Díaz de Villegas: Posada Carriles, Miguel Saavedra, Más Canosa, Montaner, esos son los prohombres de la mini República que entusiasma a los Díaz, a los Hernández, a los Ichikawas.
En su reciente viaje de estímulo a Miami –y de consultas con sus jefes--, HB visita el Big Five y queda impresionado. Le llama la atención el hecho de que ya no sea un club tan exclusivo como sus antecesores habaneros, y señala que en él juegan “cancha” –como decimos en Cuba--, nobles y plebeyos (de apellidos, pero con algún dinerito, claro). “Pasé una tarde con ellos, y fue una de las experiencias más agradables de este viaje a Miami” –confiesa arrobado. “No sólo porque pude ver una competición de muy buen nivel –puntualiza--, sino porque conseguí entrever un mundo, inspirado en ideales deportivos, donde la jerarquía no es necesariamente enemiga de la democracia”. Entendamos bien lo que dice: el hecho de que plebeyos (balseros) y nobles (la vieja guardia) jueguen cancha juntos no debe confundir a nadie, los plebeyos siguen siendo plebeyos y los nobles, nobles. No se trata de jerarquías profesionales, sino monetarias, en las que la sangre, la herencia, el pedigree, determinan. Pero los jerarcas que nadie discute se dan el lujo de ser democráticos, amables, condescendientes. Toda esa gente “trabaja duro”, “todos profesan el culto a la Familia” (de repente me confunde la mayúscula que coloca en la palabra familia, no sé a qué se refiere, pero luego comprendo: “es uno de los pocos lugares de Miami donde puedes estar seguro de que tus hijos jugarán libremente y nadie se meterá con tu mujer”, dice que le dijeron). Entonces cierra su breve crónica con estas palabras aterradoras, por el siniestro futuro que predicen: “En el Big Five —que alguna gente demoniza como ‘el club de Posada Carriles’— encontré juntas muchas de las subestimadas virtudes de Miami: buena comida, didaxis social, convivio, varias generaciones agrupadas alrededor de un credo antiguo y memorable. Una mini República”.
Pero este texto de HB –escrito unos días después de expresar públicamente su desprecio por los coterráneos aficionados al béisbol que encontró en un estadio barcelonés, durante la pasada Copa del Mundo--, estaría incompleto sin los iluminadores comentarios que recoge su blog. Fichu M. (el lector comprenderá que solo dispongo de los “nombres” con los que se identifican los internautas que participan del diálogo) escribe: “la gente tiene un falso concepto del Big Five hoy y no es menos cierto que se pasa bien, el ambiente es agradable lejos de toda la chusmería que por desgracia abunda en Miami”. El club, ya lo dijo HB, es un oasis –la chusma no te piropea a la jeva, ni te maltrata al chama--, que los separa del cubano medio de Miami. Bilewi, por su parte acota, intencionado: “Ernesto, el Big Five te dedicó sus mejores galas, las de todos los días, las que se reservan para los amigos. Allí están los Sedanos, Loret de Mola, Calderín, Gómez Mena, Betancourt y otros apellidos ilustres que ya no logran convivir sin los Pérez, Soto, Álvarez y Rodríguez”. Y sin los Hernández Bustos, debemos añadir. Santos y Artigas, quizás algo indiscreto interviene: “Te vimos con Loret de Mola, llegaste temprano y te fuiste tarde, Camilo es uno de los que no sale de aquí, sus hijas como que viven entre los muros del Big Five”.
Una intrusa que se hace llamar María –y que vive allá, porque HB democráticamente no permite que los de la Isla coloquen mensajes en su blog--, se cuela para desentonar: “decadencia de altura, pseudoélites de sueños mal soñados y gorditos con pelotas”, y la bomba enseguida estalla. Una o un –a veces los nombres escogidos son para despistar--, Margarita Gautier (espero que no se parezca al personaje de Dumas), sale en defensa de HB: “Comparto la opinión de Ernesto 100%. Es un lugar seguro para niños y familia. Pero al parecer ciertos sectores de nosotros los cubanos nos quedamos con la chusmería y la vulgaridad arraigados.” Siguen en fila los comentarios felices de las lombrices, hasta que Iskán el cubano sentencia: “Oye Ernesto, será porque yo llevo el plebeyo a flor de piel, pero la verdad que eso parece una crónica social de una Bohemia de los 50. Y eso de ‘apellidos ilustres, etc’ esta medio picu. No sé, pero no puedo dejar de pensar en San Nicolás del Peladero” Y ya en un tono de evidente provocación El problemita de siempre acota: “Me dan muchas ganas de ir a ese club. Tan solo un problemita, no soy blanco, soy más bien retinto. ¿Me dejarán entrar?”, a lo que presurosa responde Charlotte: “no importa que seas retinto ahí van personas de color también”. Y la frase “de color también” resulta sospechosa, deja un sabor desagradable.
Entonces aparece Camilo Loret de Mola, que no esconde su identidad, la persona que llevara a HB de invitado al club: “mis hijas no han llegado al club –confiesa-- y ya preguntan si verán a Sedano y a Ricardo, dos personas mayores a quien no conocíamos y a quienes besan con amor cada noche. Cómo no sentir un gran respeto por estos tipos, ellos quieren a mis hijas como si fueran suyas (…) te aseguro que cuando estoy de viaje me siento tranquilo porque mis hijas juegan en el Big Five, bajo la pupila de Calderín, Paquito, Centella, Paula, Lisettte (…) y otras muchas personas que ya son mi familia, la grande, la que extraño cuando estoy lejos”. Hay un comentario que quiero dejar para el final. Pertenece a Woland, que firma la declaración de HB: “esa es también mi impresión de Miami –y está muy bien que lo enuncies con esa precisión: una (¡nuestra!) mini-República. Es sorprendente como la propaganda del castrado y sus adláteres ha inmortalizado la infamia del exilio cubano –el de Miami en particular-- como una recua de terroristas sicópatas, que no hace más que barruntar planes para (volver a) esclavizar al pueblo cubano ‘revolucionario’”.
El comentario de Woland me remite entonces a una no muy vieja nota del Miami Herald, que arroja un poco de luz sobre los ilustres miembros de esa Familia miamense, y sobre el porqué –instinto, sagacidad política--, HB colocaba una F mayúscula (y siniestra) en la palabra: “Un sonriente Luis Posada Carriles abrazó y dio la mano el viernes en la noche a cientos de personas que lo apoyan, mientras llegaba a un club en el oeste de Miami para asistir a un cena en su honor… ‘Te quiero besar’, dijo una señora que fue una de las primeras en recibir a Posada cuando llegaba al Club Big Five, cerca de la esquina de la calle 8 y la avenida 92 en el oeste de Miami. Los organizadores esperaban a más de 500 invitados en el salón de banquetas en donde las mesas estaban cubiertas con mantas blancas y servilletas rojas y azules. Un grupo musical tocaba viejas canciones cubanas, mientras que Posada –vestido en un traje azul oscuro– iba de mesa a mesa abrazando a sus partidarios… Muchos de ellos eran ex presos políticos y ex miembros de la Brigada 2506.” El diario añadía: “Entre los prominentes exiliados cubanos presentes se encontraba el ex comandante guerrillero y preso político Huber Matos, quien rompió con Fidel Castro apenas comenzando la revolución, y Ernesto Díaz, líder del grupo militante anti-castrista Alpha 66… La cena fue anunciada como una ‘fiesta de ‘coming-out’ para Posada. Pedro Peñaranda, el líder del grupo patrocinante del municipio de Holguín, dijo al Miami Herald que la cena era para ‘reconocer a Posada como un gran cubano, un hombre digno y decente, como un gran patriota que ha sufrido mucho.” Bueno ¿y qué?, dirá el circunspecto conde Díaz de Villegas: Posada Carriles, Miguel Saavedra, Más Canosa, Montaner, esos son los prohombres de la mini República que entusiasma a los Díaz, a los Hernández, a los Ichikawas.
SOBRE EL MISMO TEMA: La novísima derecha cubana y el horror a las masas.
Yo no podria ser miembro del Big Five. Soy alérgico al formol y al polvo de momias asesinas. La gentuza que se ve en esta foto da para una pelicula de terror. La gusanera no tiene madre, Ernesto Hernandez Busto tampoco. Por mjucho que nade el bitongo, por mucho que presuma de ser defensor del pueblo cubano, siempre terminara en un Big Five. Propongo que le instalen un ceneterio al lado, para mayor confort de sus miembros.
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