Enrique Ubieta Gómez
Si bien el énfasis en lo económico –la discusión de los Lineamientos de la Política Económica y Social, era el único punto de la agenda--, fue el rasgo distintivo del recién finalizado VI Congreso del Partido, no se ha reparado quizás lo suficiente en algunos reclamos explícitos y criterios del informe central rendido por Raúl. Hay pequeños detalles que no deben pasarse por alto. En su recuento del debate popular previo y de las sugerencias que emanaron de él y fueron tomadas en cuenta, Raúl enfatiza: “este proceso se rigió por el principio de no hacer depender la validez de una propuesta de la cantidad de opiniones vertidas. Muestra de ello es que varios de los lineamientos fueron modificados o suprimidos, partiendo del planteamiento de una sola persona o un número reducido de ellas”. La validez de una opinión no es cuantitativa, sino cualitativa: esta perspectiva afianza el sentido democrático de la consulta y reconoce al individuo que la propia Revolución ha forjado, más instruido, como sujeto de la justicia social. Desde otro plano, el de las necesidades, Raúl reafirma el mismo criterio: “la Revolución no dejará a ningún cubano desamparado y el sistema de atención social se está reorganizando para asegurar el sostenimiento diferenciado y racional de aquellos que realmente lo requieran”. Ningún individuo es desechable. Y la Revolución avanza hacia la comprensión de las diferencias, único escenario donde los principios generales de justicia pueden realizarse.
La sociedad cubana es hoy más diversa. Lo es, en primer lugar, porque ha elevado e individualizado los niveles de instrucción y de salud y consecuentemente, las expectativas, y las necesidades espirituales de sus ciudadanos. Constituye un triunfo del socialismo cubano la transformación de las masas en colectividades de individuos, y un reto, la inclusión de cada individualidad –su realización como tal--, en el proceso de reproducción de las conquistas sociales que le dieron origen. Se trata, a partir de ahora, de que el desarrollo pleno de cada individualidad sea una necesidad de la sociedad en su conjunto. La propaganda explícita e implícita (esa que se desliza en las letras de las canciones, en las tramas de los filmes y las telenovelas, etc.) del capitalismo, promueven el individualismo. Cuba no puede ofrecer a sus profesionales altamente capacitados un nivel de consumo similar al del Primer Mundo, aunque se proponga “enderezar” la pirámide social con mayor productividad; no puede y no quiere el consumismo capitalista, porque estaría equivocando el rumbo. Puede ofrecer, en cambio, una mayor calidad de vida sustentada en los niveles individuales de participación social. En ello jugará su papel la política descentralizadora: “La experiencia práctica –dice Raúl--, nos ha enseñado que el exceso de centralización conspira contra el desarrollo de la iniciativa en la sociedad y en toda la cadena productiva, donde los cuadros se acostumbran a que todo se decidiera ‘arriba’”.
Esa iniciativa individual –que no es sinónimo de “iniciativa privada”--, debe conducir a una política de cuadros más efectiva, sustentada en resultados concretos y en liderazgos auténticos: “los dirigentes no surgen de escuelas ni del amiguismo favorecedor –continúa en su informe el Primer Secretario--, se hacen en la base, desempeñando la profesión que estudiaron, en contacto con los trabajadores y deben ascender gradualmente a fuerza del liderazgo que sólo otorga ser ejemplo en el sacrificio y los resultados”. Este reclamo incluye el “resuelto abandono” del concepto “erróneo” de que para ocupar un cargo de dirección se deba ser militante de la Juventud o del Partido. Y toma en cuenta algo escrito y no siempre observado: “la promoción a cargos decisorios de mujeres, negros, mestizos y jóvenes, sobre la base del mérito y las condiciones personales”. La limitación de permanencia en cargos políticos y estatales fundamentales a un máximo de dos períodos de cinco años, es consecuente con esta perspectiva.
En su discurso central, Raúl abogó por desterrar del Partido “la superficialidad y formalismo con que se desarrolla el trabajo político-ideológico, la utilización de métodos y términos anticuados que no toman en cuenta el nivel de instrucción de los militantes (…) con agendas muchas veces inflexibles indicadas por el organismo superior, sin diferenciar el escenario en que se desarrolla la vida de los militantes”. Dicho con otras palabras: “cambiar la mentalidad, dejar de lado el formalismo y la fanfarria en las ideas y las acciones, o lo que es lo mismo, desterrar el inmovilismo fundamentado en dogmas y consignas vacías”.
El VI Congreso estuvo ciertamente centrado en la definición de las políticas macro-económicas y sociales del país, pero dejó claras cuáles eran las coordenadas del trabajo cultural (ideológico): el estímulo social a la individualidad socialista.
El peligroso ejemplo de Cuba
Hace 13 horas
¿Cuando comenzarán a implementarse los cambios propuestos en los lineamientos?
ResponderEliminarNos gustaría fuese lo más pronto posible. Es difícil explicarle a un trabajador cuyo centro de trabajo tiene ingresos crecientes cada año y cuyos trabajadores ingresan alrededor de 100000 pesos percápita que es justo que sus ingresos se vean disminuídos (para él y sus compañeros)por alguna razón ignota ya que a alguien se le ocurrió que el fondo salarial base del cálculo es el 85% de lo que existía hace dos años, en un sector donde la cantidad de personas y las producciones crecen.