viernes, 8 de abril de 2011

Raúl Antonio Capote: un hombre libre que escribe y enseña para hombres libres.

Enrique Ubieta Gómez
Especial para La Calle del Medio 35

Esta conversación transcurre en el pequeño apartamento del Vedado donde vive con su esposa y sus tres hijos. Faltan unos días para la proyección en televisión del capítulo perteneciente al serial documental Las razones de Cuba, donde se revela su identidad de agente secreto de la Seguridad del estado. Para el Gobierno norteamericano, aún es el agente Pablo de la CIA. Días después de la revelación pública, llegarán todavía a su casa emisarios despistados en busca de información de inteligencia: a una agente peruana que lo visita, le dice que se prepara una gran manifestación para el 16 de abril. Se entusiasma. “Pero a favor de la Revolución”, aclara. Ni siquiera sabe lo que ocurrió ese día de 1961. Capote, paciente, le explica. Ella no sale de su asombro, llega a pensar que se equivocó de casa. Se despiden: “usted ha conocido a un revolucionario cubano”, le dice. 

Empecemos contándole a los lectores de La Calle quién es Raúl Capote: ¿cómo llegas a la literatura, qué estudiaste, de donde surge tu vocación, cuando te diste cuenta que podías ser o que querías ser escritor?
Creo que siempre quise ser escritor. Esa era mi vocación desde niño. Después llegué a los Talleres Literarios que fue un movimiento que tuvo en Cuba una importancia tremenda, existen detractores y defensores de ese movimiento, pero realmente permitió que mucha gente lograra entrar al mundo literario y que pudiese compartir con autores consagrados. Muchos escritores de los 90 fueron fruto de esos talleres y si algunos no llegaron a convertirse en poetas o narradores el impacto que tenían esos encuentros sobre la formación cultural de esa generación fue importante. Yo nací en La Habana, siempre me gustó leer mucho, soy una especie de cazador de libros, no hay nada que me agrade más que encontrar un libro raro, una joya literaria difícil de encontrar, nada que supere para mí el placer de leer un buen libro, la lectura me llevó a la escritura de forma casi natural.
Nací en La Habana pero donde me formé de verdad como escritor fue en Cienfuegos, en especial en Cruces, de la mano de un excelente promotor cultural y amigo entrañable, Rigoberto Ortiz. Me fui a trabajar a esa provincia con 20 o 21 años. Había hecho un técnico medio en Oceanografía, una cosa a la que después nunca me dediqué, no por que no quisiera, sino porque no encontré nunca trabajo en esa especialidad, pensé entonces que en una ciudad de mar como Cienfuegos nunca faltaría espacio para un oceanógrafo, pero no fue así. Yo estaba vinculado a la Asociación Hermanos Saíz, en esa época mayormente escribía poesía, pero hacía algunos cuentos, y empecé a asistir al taller literario de Cruces, pueblo de mi padre y abuelos, donde residí por 8 años. El Taller Literario de Cruces era muy bueno, los debates eran fuertes y existía mucha competitividad, compartí allí con escritores que estaban comenzando pero que después se destacaron, como Jesús Candelario, magnífico poeta y Joel Garnier, un gran polemista literario, como Donoy Arrechea, Judith Martín y muchos otros que guiados por Rigoberto acaparaban la mayoría de los premios en los Encuentros Provinciales de Talleres Literarios. Coincidí en tiempo y espacio con Amir Valle –el primer Amir Valle, como digo yo, que es de esa época--, con varios cienfuegueros buenos escritores como Alfonso Roque, Rogelio Riverón, Miguel Cañellas y muchos otros, éramos un grupo de muchachos jóvenes a los que nos interesaba la literatura y que encontramos en Cienfuegos un buen espacio para desarrollarnos. Y bueno, estuve en todo aquello de la creación de la Asociación Hermanos Saiz, de la que fui su vicepresidente en Cienfuegos. Durante muchos años fui parte del equipo de trabajo de la Asociación. Me siento tan habanero como cienfueguero. Allí viven muchos de mis mejores amigos, mis hijos nacieron allá, mi esposa es cienfueguera.
Soy de los escritores del Período Especial, cuando llegué en los 90 al momento en que debía publicar cesaron las posibilidades, mi primera publicación fue una plaquette, no sé si recuerdan las plaquettes aquellas, las hojitas sueltas dentro de una cubierta de cartón. Fue un libro de cuentos que titulé Para divagar mientras llueve, ahora jamás utilizaría ese título, pero bueno… así se llamó. Después en el año 1996 gané el Premio Calendario de la Asociación en narrativa. Publiqué una novela en Letras Cubanas en 1999, El Caballero Ilustrado y ya la siguiente fue El adversario con Plaza Mayor, mi última novela. Eso es lo que tengo publicado y lo que la gente más conoce, sobre todo El adversario, porque fue Plaza Mayor el editor y se le hizo mucha promoción al libro en su momento, y bueno las cosas que tengo escritas que no he podido ni he querido todavía publicar… también aparecen cuentos míos en numerosas antologías tanto en Cuba como fuera de Cuba.

Siempre pensaste en ser escritor… ¿Por qué estudiaste oceanografía?
Bueno, después del preuniversitario, pasé los 3 años del servicio militar y al terminar, lo único que apareció para estudiar fue eso. Era joven, aquello era atractivo, tenía que ver con el mar. Pero a mí lo que siempre me ha gustado es la historia y después busqué la manera de llegar a ella y llegué. Empecé a dar clases en una secundaria básica como profesor, para poder entrar a la universidad. No fue posible en Historia, entré por arte y me gradué de artes plásticas, que me gustaba muchísimo también y entonces hice la Maestría en Historia. Siempre pensé en dar clases como profesor. Y tuve la suerte de quedarme como tal en la universidad al graduarme.

¿En cuál universidad estudiaste?
En el la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique J. Varona. Antes de graduarme empecé a trabajar, se necesitaban profesores y yo solicité un ajuste de programa, la carrera duraba 5 años, y la hice en 3, una cosa bastante difícil pero logré hacerlo, terminé con 5,25 de promedio y fui título de oro, hice una oposición y me dieron la plaza en la Universidad. Cuando empecé, me faltaban meses para graduarme. Después hice la Maestría en historia contemporánea y relaciones internacionales en la Universidad de La Habana.

¿Dónde conociste a tu esposa?
En Cienfuegos. Éramos un grupo de gente joven en una ciudad “joven”, teníamos millones de posibilidades que probablemente no existían en La Habana en ese momento. Podíamos hacer de todo, teníamos absoluta libertad para desarrollar proyectos, hacer radio, televisión, teatro, artes plásticas, de todo, estaba la Central Electronuclear en construcción, que era también un mundo que se abría porque estaba lleno de gente de todas las provincias, con intereses de todo tipo. Éramos un poco el centro de casi todo lo que se hacía en la ciudad. El punto de reunión en ese momento era la Casa del Joven Creador, que se llenaba los fines de semana de estudiantes universitarios, y en ese contexto la conocí.

PRIMEROS CONTACTOS.
¿Y cómo empieza tu vínculo con la Seguridad?
Al enemigo se le hizo interesante la situación, estamos hablando de años muy complejos, en medio de una batalla en todo el país. Alguien parece que se fijó y habló de mí. La situación de Cienfuegos difería de la del resto del país, nosotros teníamos muchas posibilidades, quizás muchas más que en otros lugares y aunque compartíamos la idea de que queríamos ser una organización autofinanciada, una especie de ONG, los cienfuegueros nos alineamos resueltamente al lado de los que defendíamos por encima de todo la política cultural de la Revolución. El Segundo Congreso de la Asociación, en el cual yo participé, eligió a Fernando Rojas como presidente y la organización, finalmente tomó un rumbo más estable. Ya estando aquí en La Habana, empezó toda una estrategia de visitas. A cada rato aparecía un editor o un supuesto editor a ofrecerme las cosas más increíbles del mundo, pero siempre con una condición, que era lo que a mí me molestaba, me pedían que escribiera sobre la realidad cubana, y yo respondía, pero bueno, si yo escribo sobre la realidad cubana…; siempre me catalogaron como novísimo, aunque mi literatura era diferente a la de los demás miembros de mi generación. Entonces venían a proponerme cosas, me acuerdo que por el año 92 ó 93 aquello fue tremendo, hasta dos y tres agentes literarios de Europa y de Estados Unidos llegaron con propuestas muy bien pagadas. Y empezaron a aparecer profesores de universidades norteamericanas, supuestamente interesados en promocionar mi obra, y yo decía, ¿qué obra?, en ese momento no tenía obra publicada, solo una plaquette, ¿de qué está hablando esta gente...? Por aquellos años desarrollábamos una intensa vida cultural, la Casa del Joven Creador no descansaba, yo era vice presidente de la AHS, vice presidente de la Cátedra Mercedes Matamoros, organizábamos talleres, encuentros literarios, exposiciones de artes plásticas, etc. Manteníamos estrechos vínculos de trabajo con la Universidad de Cienfuegos y otras instituciones culturales y educativas de la provincia, quizás eso también resultó interesante para el enemigo
Ya en La Habana, cuando gano el premio Calendario, viene una persona enviada por una organización del Pen Club de los Estados Unidos a proponerme una colaboración con una revista, pero nunca mencionó su nombre, era una revista-fantasma, para la que yo debía elegir a un grupo de jóvenes escritores cubanos. Ya Amir aparecía seleccionado por ellos. Yo sugerí ir a la UNEAC, pero ellos no estuvieron de acuerdo, y ahí se trabó la cosa, porque no acepté. Después llega Plaza Mayor, conozco a Patricia Gutiérrez. Ella venía con una propuesta más interesante, incluso al inicio no nos pareció negativa, porque hablaba de publicar libros, y bueno, el objetivo de un escritor es publicar libros, y a diferencia de otros que habían llegado antes, no condicionaba lo que ibas a escribir. Decía: lo único que queremos es que sea de calidad, y bueno, eso parecía realmente atractivo. Lo que sucede es que a partir de eso se desencadenan algunas acciones... La contrarrevolución andaba desesperada buscando a un escritor cubano “disidente”. Las embajadas europeas, la SINA, invitaban constantemente a amigos míos, pero la gente decía que no cuando se mencionaba a la SINA.
Y no había en ese momento alguien que ellos pudieran presentar como un escritor disidente, una especie de Solschenitzin, y me invitan a una cena en casa de un funcionario norteamericano. Días antes la embajada de España me había llamado para suspender otra cena que estaba prevista allí, para priorizar la invitación de la Sección de Intereses. Llego a aquel lugar –una casa en Miramar, del funcionario Francisco Sáenz, que era en ese momento Primer Secretario Político-Económico de la Sección de Intereses--, y cuando entro, me recibe Louis John Nigro que era el segundo de la SINA. En la misma entrada me saluda, y me dice: “hemos escuchado mucho de usted, es usted un escritor muy conocido, una persona muy importante, yo conozco a muchos escritores cubanos, por ejemplo a Zoe Valdés”; y yo respondo: “bueno, entonces usted no conoce la verdadera literatura cubana, usted me perdona pero a mí no me gusta como escribe Zoe Valdés”, y sale… y dice, “bueno, a mí tampoco”. “Me alegro”, le digo, “yo puedo presentarle a muchísimos escritores cubanos más representativos que esa que usted mencionó” y entramos a la casa. Había una constelación de funcionarios de diferentes lugares, de antiguos países socialistas y los únicos cubanos éramos Dagoberto Valdés y yo.
Ese día conozco a la que me introdujo en este trabajo, a Kelly Keiderling, por entonces Primera Secretaria de Prensa y Cultura de la Sección de Intereses de los Estados Unidos. Yo me di cuenta de que aquel era un escenario bien preparado, incluso el lugar donde me iban a sentar estaba pensado con toda intención: a la izquierda, un funcionario de la embajada de Chile, Pradel Elgueta que era el Agregado de Cultura de su embajada en Cuba, y a la derecha, Kelly, y el resto de los invitados observando. Fue un 14 de mayo; esa mañana se había producido una marcha, porque se habían anunciado las nuevas medidas de Bush que recrudecían el bloqueo contra Cuba y por supuesto, uno de los temas de conversación fue lo ocurrido ese día frente a la Oficina de Intereses. Kelly comenta: “lo que hay que hacer es recrudecer el bloqueo, apretar la mano, para ver si por fin ocurre un cambio en Cuba”, yo salto y le digo: “no estoy de acuerdo con usted de ninguna manera, pienso que aumentar el bloqueo contra Cuba es criminal”, y ella me dice: “es que el fin justifica los medios”. En ese momento llegaba a la casa Dagoberto Valdés, que ya yo conocía, entra en el momento en que yo respondo “bueno, en la Cuba que nosotros queremos construir, los medios no pueden ser esos que usted menciona” y Dagoberto me apoya. La mayor parte de la conversación estuvo relacionada con los escritores, con la cultura, es decir, hicieron todas las promesas habidas y por haber. Incluso llegaron a decir que yo era el escritor más importante de los últimos años en Cuba, el continuador de la novela esotérica cubana, así se inicia mi vínculo con Kelly.

¿Eras en ese momento agente de la Seguridad del Estado?
Ya en ese momento asistí a esa cena cumpliendo una tarea de la Seguridad del Estado.



¿Cómo es que te acercas a la Seguridad del Estado? ¿Cómo se produce el primer encuentro?
Inmediatamente que el enemigo hizo contacto conmigo me acerque a la Seguridad.

¿Cómo sabías que el enemigo se estaba poniendo en contacto contigo?
No creo que haya un solo cubano en este país, que cuando se le acercan, no sospeche. Habría que tener una autosuficiencia muy grande, un ego muy grande para creerte historias como esas que decían para adularte, que eras el mejor escritor cubano del momento etc. Todos los escritores somos un poco autosuficientes, y nos creemos los mejores escritores del mundo, y pensamos que nuestra obra va a ser genial, pero hay que tener una medida de lo que es razonable y saber con quién estás hablando. Y eran muchas las coincidencias: venían de universidades norteamericanas, con la propuesta y el dinero atrás. Ya con Plaza Mayor se hace mucho más claro cuál era el objetivo, porque las intenciones de Plaza Mayor iban mucho más allá de la simple reunión entre escritores. Ya desde el momento en que Gutiérrez Menoyo participa en una reunión de escritores, deja de ser una reunión de escritores. Además, se estaba hablando de una organización vinculada a todo este trabajo que se llamaba Cambio Cubano. Por esos días ocurre una reunión en la que me proponen vincularme a esa organización. Ya no estamos hablando de publicar novelas.
Aquella primera reunión en casa de Sáenz fue para mí la más difícil de todas, a veces cuando hablo de esa reunión me da la impresión de que se extendió durante muchas horas y fue realmente una cena de dos horas, pero a mí se me hizo enormemente larga. Ese día fue como un examen, me hicieron preguntas por todas partes, pero a partir de ahí todo empezó a caminar. Imagínate, a las pocas semanas de aquel primer contacto, mi novela se publica y sale con una gran promoción. Cuando aparece El Adversario, Patricia ya no puede venir a la Feria del Libro, no la autorizan, el libro no entra a la Feria, pero llega a través de la Sección de Intereses. Ellos me traen 25 ejemplares de regalo, el libro lo trae la funcionaria de Prensa y Cultura de la Sección de Intereses, lo ubican en su biblioteca del Lincoln Center, y planifican su distribución por todas las bibliotecas independientes del país. Pero nosotros procuramos que el libro no llegara. Yo estaba de acuerdo en hacer todo lo posible porque el libro no se conociera. Es un libro que escribió un hombre libre para hombres libres y no quería que se convirtiese en propaganda contra Cuba, fue un precio que estuve dispuesto a pagar. Son increíbles las interpretaciones que se hicieron del libro, en la prensa, en programas de radio. Se le dio una divulgación extraordinaria, tuvo mucha promoción sobre todo en los Estados Unidos. Por ejemplo, hay un artículo que escribe un periodista de Puerto Rico, a quien presentan como un gran crítico de arte que afirma que mi sistema de escritura es una especie de cárcel textual que representa la represión que existe en Cuba. Pongo ese ejemplo para ilustrar cómo iban las cosas por aquel momento.
El paso siguiente era organizar un gran evento aquí en La Habana, donde participaran escritores, hacer una especie de lanzamiento, presentarme a mí como una figura de la literatura disidente en el país. Pero comienzan a darse cuenta de que yo puedo hacer un trabajo “más interesante” si actúo de forma oculta, porque habían tenido una experiencia negativa con Raúl Rivero, que se convirtió en algo que ellos no querían que se convirtiera, y cayó preso. Organizan una tertulia en casa de la funcionaria de Prensa y Cultura e invitan a toda la prensa extranjera, increíble el nivel de convocatoria, ahí creo que no faltó ninguno de los periodistas que estaban acreditados en Cuba. Nosotros habíamos preparado muy bien ese encuentro, lo que se iba a decir y lo que no se iba a decir, porque no tenía experiencia de sentarme con tantos periodistas y responder preguntas; pero al llegar, se le pide a la prensa que no se puede grabar nada de lo que allí ocurriría. Sin dudas que fue una orden de última hora, porque tú no convocas a la prensa internacional para después decirle que no se puede grabar nada de lo que suceda. Parece ser que reflexionaron sobre las consecuencias, porque lo que iban a lograr era que me detuvieran y que se perdiera el trabajo que realmente querían hacer dentro del mundo de la literatura.

ELLOS SIENTEN UN PROFUNDO DESPRECIO POR LA CULTURA CUBANA.
¿Cuál era el interés en el mundo de la cultura?
La idea primera fue crear una Agencia literaria, ellos ya tenían una Editorial, tenían a Plaza Mayor. Crear una Agencia y reunir a escritores cubanos, promocionar su obra vinculándola a la Editorial y publicar sus libros en ella, esa era la estrategia. Nos reunimos un día en la residencia de James Cason, que era en ese momento el que estaba al frente de la SINA, para trazar la idea de la Agencia. Primero se piensa en una Agencia que convocara a los escritores censurados, pero luego cambian de idea y abren la convocatoria a todos los escritores cubanos que quisieran pertenecer.
Me decían: no te preocupes, cuando la Agencia aparezca con posibilidades reales de publicar y de pagar… los escritores te van a tocar a la puerta.
Se trabajó en la publicación de la página web, se le puso dinero al tema. La idea era colgar los libros de los escritores de la Agencia en esa página, publicarlos electrónicamente, y venderlos, y luego hacerlo en papel como libro y darle una gran promoción.
Pero pronto empiezan a pensar que la Agencia no sea solo para escritores, que incluya a artistas plásticos, a teatristas, a todo el mundo de la cultura y para eso me indican que organice muchas más actividades: reuniones en mi casa, en locales que ellos pagaban, todo financiado por ellos, para que las actividades tuviesen el mayor atractivo posible. Pero tratamos de que los creadores cubanos nunca llegaran a esa Agencia. Te voy a decir que no fue difícil, porque mi experiencia es que cuando yo contactaba con escritores de verdad –muchas veces considerados medio contestatarios--, y hablaba de la SINA o explicaba de qué se trataba el proyecto, por lo general no asistían, o asistían solo una vez, ellos mismos decían “no me interesa”…, y por eso a la Agencia no llegó ningún escritor de prestigio dentro del mundo de la literatura cubana actual.
Pero los supuestos promotores nunca tuvieron un interés real de publicar, porque si algo descubrí durante estos años es que ellos sienten un desprecio absoluto por la cultura y por Cuba. Nos desprecian absolutamente. Su interés no es promover la literatura cubana, ellos quieren mercenarios de la cultura a los cuales pagar por hacer dos o tres cosas y alcanzar sus objetivos inmediatos con relación a Cuba.
La SINA, por ejemplo, quiso manipular la famosa “guerra de los emails”, una discusión pública sobre la política cultural de los años setenta que se originó a raíz de la proyección de un programa de televisión. Cuando empezaron a manifestarse los escritores, recuerdo que me citaron de inmediato a la SINA, ya en ese momento me tenían bastante encubierto. Querían que se convirtiera en una protesta contra el sistema. Me pidieron los nombres y apellidos de los participantes, sus correos electrónicos, querían verlos urgentemente a todos. Incluso querían saber si había alguien más que estuviera descontento o inconforme con su promoción, aunque no participara en la protesta. Les digo que si convocaban a los escritores a la Oficina de Intereses “pondrían en manos del gobierno” la excusa para acabar con la protesta, y me responden, “tienes razón”. Pero se desesperaron y a los dos o tres días trataron de organizar el evento más absurdo del mundo, algo que no iba a funcionar, no tuvimos que hacer nada. Convocaron a un evento en la residencia del Jefe de la SINA, e invitaron a los llamados líderes de la “disidencia”, y a la mayoría de los escritores involucrados en la protesta. Por supuesto, yo sabía que ninguno iba a ir y además, se los hice saber: “ustedes están locos, yo que soy de ustedes jamás iría a una actividad donde está Osvaldo Payá y compañía, imagínate un escritor que no esté vinculado a este tema”. Pero ellos lo intentaron a ver si alguno caía, necesitaban que uno llegara ahí para convertirlo en líder; pero se les fue de las manos, y es algo que un poco ilustra a donde iban las cosas con los escritores.
Con los artistas plásticos también lo intentaron, pero tampoco les resultó. Eso los molestó muchísimo, porque ellos decían que los artistas plásticos asistían a algunas actividades que ellos hacían, vendían sus cuadros, y después cuando los convocaban para hacer otra cosa no iban y los encontraban en la Tribuna Antiimperialista. Cosa que es real, porque a veces yo veía que no iban a la actividad de la SINA y luego los encontraba en la Tribuna.
Para que veas lo que estoy diciendo, Kelly Keiderling, la funcionaria de Prensa y Cultura que contacta conmigo en esa famosa actividad, me presenta a un norteamericano llamado Marc Wachtenheim, que era en ese momento el Jefe del Programa Cuba de la Fundación Panamericana para el Desarrollo, una de las tantas fundaciones que la CIA crea y utiliza contra Cuba, y Marc se pone en contacto conmigo para darme toda la logística necesaria para la Agencia. Ellos eran los que iban a poner el dinero, las publicaciones, los que iban a ponerlo todo, todo partía de la FUPAD.

EL “AGENTE” PABLO DE LA CIA.
¿Cómo es que se produce tu conversión en “agente” de la CIA?
Para eso contacta conmigo otra persona que se llama Rene Greenwald, él manda un correo electrónico, me dice que tiene una empresa de libros en México, y que le han hablado mucho de mí, que también quiere conocerme y se aparece un día de sorpresa aquí en La Habana con un ejemplar de mi libro y me dice: “yo vengo a verte, para que me firmes un autógrafo, usted es muy conocido en México”, y le firmo una dedicatoria.
Entonces me dice, “bueno ¿cuánto necesitas para que la Agencia empiece a funcionar de inmediato? Yo soy norteamericano, trabajo para el gobierno de los Estados Unidos, ¿cuánto quieres cobrar de salario?” “Y le digo, 3 000 dólares mensuales” y se echa para atrás y me dice “¿3 000 al año?” y digo yo, “no, mensual”. “¿A usted no le parece que es mucho dinero?” “A mí no, a mí me parece que 3 000 dólares está muy bien” y él se me queda así y me dice: “pero eso es mucho dinero”. “Usted me preguntó cuánto yo quería cobrar, y yo le dije cuanto puedo cobrar sin pensarlo mucho, yo respondí, pero no creo que nadie vaya a cobrar menos de eso aquí”. Y me dice, “está bien, nosotros vamos a analizar todas esas cosas, pero vamos a conversar de la Agencia”, y empezamos a hablar un poco del proyecto. No creo que se haya ido muy contento porque él estaba acostumbrado a pagar poco, eso hace la famosa “disidencia” en Cuba, si lo comparamos con la disidencia de Europa de Este, los nuestros son mercenarios bien baraticos. Entonces nos mantuvimos en contacto por correo electrónico.
Este señor regresa un tiempo después a la casa, incluso trajo unas cervezas para brindar. Yo entregaba informes frecuentes sobre la disidencia, sobre la llamada prensa “independiente”, las llamadas bibliotecas independientes y recogía estados de opinión entre la población que les hacía llegar a veces semanalmente. Él viene y me dice: “oye, ¿por qué no me hablas de los bibliotecarios independientes?” Y empiezo a escribir un informe sobre lo que yo pensaba sobre las llamadas bibliotecas independientes y cuando voy a firmar con mi nombre, me dice “no pongas tu nombre, pon Pablo, a partir de ahora eres Pablo” y yo digo, “está bien, soy Pablo”.
Se pone de pie y me dice “¿estás dispuesto a trabajar para el Gobierno de los Estados Unidos?” “Bueno, sí”. “¿Tú sabes a quién yo represento?” “Sí, yo sé a quién representas”. “Nosotros somos una especie de fraternidad, nos ayudamos mucho entre nosotros, tú tienes tu futuro asegurado a partir de ahora, este trabajo es muy serio muy respetable a nivel mundial, tú sabes que a partir de ahora tienes que conservar el secreto”. Me hace toda una historia, me abraza, brinda conmigo. Ese fue mi bautizo, mi “entrada” oficial en la CIA.

¿En qué año fue?
Eso fue en el 2005 y a partir de entonces empieza a cambiar también lo que ellos me piden. Me piden que no participe más en ninguna actividad de la SINA. Siempre me cuidaron mucho. Nunca iba a la SINA cuando estaban “los disidentes”, solo asistía a actividades donde participaban los funcionarios americanos o el cuerpo diplomático. Evitaron por todos los medios que yo tuviera contacto con estas personas llamadas disidentes..

LOS FUNCIONARIOS DE LA SINA SE BURLABAN DE LOS LLAMADOS DISIDENTES.
¿Los funcionarios de la SINA no tenían una buena opinión sobre la “disidencia”?
No. A mí me invitaron en una ocasión –era la época en la que estaba Drew Blakeney, un oficial CIA enmascarado como funcionario de Prensa y Cultura--, a una reunión, estaba el tema de la enfermedad de Fidel, y me llamaron urgente a la SINA, me dijeron “vamos a preparar un levantamiento popular en Centro Habana”. Ellos me dicen aquello, y yo empiezo a reírme, y me preguntan, “¿qué le hace tanta gracia?” “Bueno, un levantamiento en Centro Habana, ¿qué es eso?” Y me dicen, “tenemos un héroe dispuesto a inmolarse”, le digo: “¿dispuesto a inmolarse realmente?”, “porque si ese tipo sale en Centro Habana diciendo cualquier cosa en estos momentos, cuando acaban de anunciar la enfermedad de Fidel, te garantizo que lo van linchar. Yo te aconsejo que le digas a ese hombre que no salga de su casa”. “¿Tú estás seguro?” “Estoy seguro”. “¿Tú quieres enviarle a mi gobierno tu criterio?” “Sí, quiero, eso es un suicidio, además no te creo”. “¿Cómo que usted no me cree?” “No te creo”. “Yo tengo una persona que está dispuesta a inmolarse, el Dr. Darcy Ferrer”. “Bueno, si usted lo dice”. “Yo necesito que usted haga una proclama, como usted es escritor, que haga una proclama para lanzarla”. “Me perdonas, la proclama tú se la pides a esta gente, que son los líderes, yo no soy político. Tú se lo pides a cualquiera de ellos pero yo no voy a hacer proclama para nadie”. Y me dice, “Marta Beatriz es una ignorante, y Payá, ¿tú te imaginas a Payá haciendo un discurso? con esa voz que tiene”. Y comienza a hacerme una caracterización negativísima del tipo. “Nosotros necesitamos lo siguiente, necesitamos que Darsy Ferrer salga a la calle, si lo siguen cuatro personas de Centro Habana, si lo siguen cinco no importa, nosotros vamos a tenerlo todo preparado para armar una gran campaña alrededor de eso. Me hace falta una gente como tú, así con tu características, porque aquí lo que necesitamos es alguien, llegado el momento, que solicite a nombre del pueblo cubano la ayuda del Gobierno de los Estados Unidos, para poder intervenir”. El funcionario –recuerda que ya a esas alturas yo “era” de la CIA, era un hombre de ellos--, me hablaba en confianza. Al final aquello fue un fiasco, el tipo ni siquiera se apareció por allí, jamás hubo ningún levantamiento en Centro Habana. Eso provocó que el hombre se indignara profundamente y que pensara que Darsy lo había traicionado, que no había cumplido. Siempre hablaba muy mal de la disidencia, tenía muy mal criterio de todos. También me invitaron a una tele conferencia en la SINA, había un grupo de periodistas independientes, pero yo estaba sentado con los americanos, en otro salón, observando lo que estaba pasando, mi misión en ese momento era hacer un análisis de lo que estaba viendo, qué opinión merecía cada una de las personas convocadas. Aquello parecía una función de circo, ninguno lograba tener una idea de lo que era la prensa; los funcionarios de la SINA no sentían ningún aprecio por esa gente, siempre han sabido que esa gente no juega ningún papel, el objetivo siempre fue crear un conflicto, armar una provocación para intervenir. Nunca los tuvieron previstos, ni siquiera para un Gobierno de “transición”.

¿En algún momento hubo acuerdo real de pago?
Sí, recibía cantidades de dinero constante, estamos hablando de bandidos, que quede claro, muchas veces ese dinero no llegaba a mis manos, en algunas ocasiones llegaba menos dinero del que mandaban, sencillamente los contactos que venían a Cuba se quedaban con él; eso provocó unos cuantos roces entre ellos y yo, incluso hubo gente a la que le costó su trabajo. Hubo una vez un tipo muy serio, de la vieja guardia de la CIA, que vino a Cuba a preparar el tema de la Agencia, fue el que habló de convertirla en una Agencia de artistas y demás. Hicimos un trabajo de días, organizando cada detalle, incluso él quería usar una frase de Fidel como lema en la página, para tratar de legitimar el proyecto. Ese señor tenía que entregarme 1 000 euros, y nunca me los dio. Eso ocurría con bastante frecuencia, me tenían que entregar 1 200, 1 300 y me daban 300 o sencillamente no entregaban nada. Hubo muchos que vinieron y se fueron para Varadero, y nosotros buscándolos por las vías que teníamos y después nos enterábamos de que estaban en la playa, o decían que traían un equipo determinado y que se lo habían quitado en el aeropuerto. Estamos hablando de personas que no siempre actuaban con la limpieza requerida.
En la psicología de ellos el dinero lo es todo, incluso hubo uno que nos visitó. Robert Blau, una persona que después denunciaron por Centroamérica, todo un personaje, viene aquí a verme con ese mismo tono, un tipo muy de derecha, empieza a conversar conmigo y me dice, “tú eres el hombre de la nueva derecha en Cuba” y ofrece pagarme por anticipado. Le digo, “yo no sé los cubanos que tú habrás conocido en Cuba, pero este cubano que tú conociste aquí le enseñaron en su familia que un hombre solo acepta dinero fruto de su trabajo. No vuelva a poner un pie más en mi casa, usted me ha ofendido”. Se disculpó, porque sabía que se iba a buscar un problema con sus jefes.
Por la información que enviaba recibía dinero, ellos me pedían que recogiera semanalmente y a veces diariamente, según las circunstancias, estados de opinión de los vecinos, profesores, estudiantes etc. En el 2007 realicé una investigación para la CIA sobre las antenas parabólicas y la capacidad de la gente para acceder de manera ilegal a la TV satelital de los Estados Unidos y a Internet, todo eso lo pagaban muy bien, debo aclarar que todo el dinero recibido era entregado a la Seguridad del Estado e iba a parar a los diferentes programas de la Revolución. Ellos me suministraron todos los equipos necesarios para el trabajo, lap top, impresoras, escáneres, fotocopiadoras, equipos de comunicación como el Hugues Bgan etc.

Háblame de Dagoberto Valdés.
Dagoberto es un personaje. A Dagoberto lo conocí yo por la Iglesia. Él organizaba unos talleres sobre la sociedad civil, utilizando el espacio que la iglesia daba en los años 90, y lo conocí por primera vez en uno sobre la estructura del Estado cubano. Sobre como él cree que debe estar organizado el Estado cubano, y desde entonces mantuvimos contacto hasta los otros días. Nosotros creábamos los jurados, hacíamos trabajo con la revista Vitral. Dagoberto es quizás (de las personas del mundo de la disidencia en Cuba), la que mejor preparada está. Es inteligente y capaz, pero le sucede como dijo una vez Máximo Gómez de uno de sus generales, que después fue presidente en Cuba, se agacha demasiado para recoger los laureles de la victoria. Se arrastra mucho para sacarle logros a su labor como disidente y a mí me consta que era el más financiado, el que más dinero recibía. Él recibió monedas de todos los tipos y le daba una mínima parte de lo que recibía a sus allegados, incluso en un momento recibió 4 000 dólares de financiamiento para el concurso de Vitral, cosa que reconoció públicamente. En una ocasión estuve presente cuando le estaba dando el parte al oficial de la CIA sobre los gastos. Él le pagaba al ganador de premio 2 000 pesos cubanos, al jurado no le pagaba un medio, a nosotros nos conseguía casas, que no las pagaba él, eran de gente de la Iglesia. Después sacaba unas cuentas sobre lo que se gastaba en actividades, Dagoberto era muy bicho en eso. Pero probablemente sea el mejor financiado de todos ellos, y te digo, se agachaba demasiado. Yo tuve la oportunidad de verlo en situaciones que daban pena, que yo sentía pena, porque yo decía, cómo ese hombre es capaz de rebajarse a tal punto. En una conversación que tuvimos en una oportunidad le reclamó el dinero del pasaje a un enlace diciendo mentiras, le dijo que el carro de Pinar del Río a La Habana le había costado 60 dólares, y tú sabes que un carro no te cobra 60 dólares de Pinar del Río a La Habana. Es respetarse muy poco, creo yo, hacer cosas de ese tipo, a una persona que vino a verte por trabajo.

Cuando asumes una conducta abiertamente contrarrevolucionaria tu imagen se deteriora y tienes que dejar la Universidad, pero después vuelves a ella, ¿con qué intención?
Por orientaciones de la CIA. Bueno tú sabes que nosotros los cubanos somos gente de medios. La Seguridad no podía intervenir, porque uno sabe quién puede y quién no, y el tipo de trabajo que estaba haciendo requería un secreto absoluto. Lo intenté varias veces pero no lo logré, es decir, la CIA me apremiaba, ellos querían que entrara en la universidad porque el objetivo final de mi trabajo era dirigido a los estudiantes, los jóvenes eran su objetivo número uno. Ellos necesitaban que organizara a los estudiantes, que me convirtiera en un líder dentro de los grupos de la Universidad y lo intenté, pero la gente siempre me rechazaba, por supuesto, cuando la gente veía la historia rara. Intenté utilizar la Universidad de La Habana y no me dejaron ni pisar la escalinata pero el Pedagógico era un lugar donde había estudiado y trabajado, conocía gente ahí, a pesar de la imagen que yo pude haber dado, para muchos no estaba claro que era lo que yo hacía exactamente. Hay gente que te ayuda de buena fe y después de dos años intentándolo lo logré, el año pasado, en el 2010 y me la pusieron bien difícil. Decidieron mandarme para la sede de Boyeros, bien lejos, y nosotros nos reíamos con los compañeros de la Seguridad y decíamos que esa gente lo había hecho para que yo dijera que no quería, porque imagina tú cómo estoy yo a las 8 de la mañana en un P12 o un P16 en Boyeros para dar una clase y casi tuve que decirle que no. La CIA quería incluso que trabajara en la Extensión Universitaria, porque ellos consideran que era un aspecto que esta muy descuidado y es verdad, cuando tú ves la estructura de trabajo de la Universidad, una de las cosas más discriminadas es la Extensión Universitaria, desgraciadamente para las algunos la extensión se convierte en el jueguito de pelota, y otras actividades que se improvisan a la carrera, pero la extensión es mucho más que eso, entre muchas cosas es el trabajo en la comunidad. Y ellos me dicen: dentro del trabajo en la universidad, la extensión universitaria, tú tienes que llegar a convertirte en el jefe de eso, ellos aspiraban que yo llegara a ser una especie de Vicerrector de Extensión Universitaria y para eso me daban todo el apoyo. Pero querían que transitara por toda la estructura universitaria comprando gente, haciendo regalos, por ejemplo trayendo balones de fútbol para los estudiantes. Y partir de ahí organizar talleres de cine, de literatura, todo lo que se me ocurriera. Creamos una biblioteca digital, una mezcla de libros muy buenos, lo mejor de la literatura universal y entre col y col, lo peor. Crear bibliotecas digitales, organizar concursos, organizar eventos, hacer el trabajo de becas, que también tiene que ver con la Extensión Universitaria o sea, por eso se hacía necesario que yo regresara a la Universidad, y por eso el desconcierto de ahora, porque yo lo había logrado, yo trabajo en la Extensión Universitaria, logré meterme ahí. Eso pasa como con las cosas que nadie quiere, tú le hablas a la gente de la Extensión y la gente empieza a mirar para el piso, nadie quiere meterse en el tema de la Extensión. La persona que trabaja con la Extensión en Cuba es la que se relaciona primeramente con la FEU. Si me promocionan como una especie de escritor disidente, si me convierten en una especie de líder, trabajo en la extensión y con la FEU ¿en qué se convertía eso? Estaban realmente fabricando un líder.

¿Tu esposa siempre supo en lo que tú trabajabas?
No lo sabía, primeramente no lo sabía nadie, esa era una de las cosas más difíciles. Ellos todo el tiempo estuvieron ejerciendo influencia sobre mis hijos, tratando de que fueran a sus casas, haciéndoles regalos, incluso llegaron a proponerme que autorizara a sacarlos del país. Propusieron que fueran a estudiar a los Estados Unidos, que ellos se encargaban de todos los gastos, de todas las cosas, que iban a darle una carrera universitaria y nosotros dijimos que la mentalidad norteamericana era diferente, que nosotros éramos latinos y creíamos en la importancia de la familia para la formación de los hijos y que bajo ningún concepto me separaba de mis hijos. Esa era la parte más peligrosa, porque estaban tratando por todos los medios de ejercer esa influencia, de convertirlos a ellos en enemigos de la Revolución, ese era su plan.

Los héroes literarios y los de la vida.
Considero que es importante también tu trayectoria como escritor y los trabajos que has hecho. ¿De lo que tú has escrito, de tu literatura propiamente, hay algo de lo que te arrepientes, algo que prefieres no reeditar?
Siempre me ha sido muy difícil escribir algo por encargo, si me lo hubieran pedido me habría sido muy difícil. Pero siempre he tratado de ser sincero en lo que escribo, eso me trajo como consecuencia que muchas veces no me incluyeran en esas cosas que ellos preparaban con los escritores y demás, pero bueno, ese era el objetivo, yo no quería que me convirtieran en un escritor disidente, en un escritor fabricado, e hicieron todo lo posible por hacerlo. El Adversario es un libro que llevaba un tiempo escrito, y que publicaron ellos, que se encargaron de lanzarlo, de hacerlo nacer como libro, y de manipularlo.

Yo sé que en la literatura actual no abundan los héroes épicos, románticos. ¿Cuándo te conviertes en héroe, te transformas en un personaje quizás fuera de tiempo de una novela fuera de tiempo? ¿Cómo ves esa relación entre literatura y realidad?
Yo no creo que sea un héroe, nací en un país donde existe tanta gente heroica y creo mucho en ese heroísmo, en el cubano. Es muy difícil sobresalir en un país donde la gente sobrevivió un período especial como el que vivimos, donde todo parecía que se iba abajo. En la lógica de ningún europeo o norteamericano cabe que un país pudiera sobrevivir un período así de crisis. Y en el día a día los veo, montan conmigo en el P12, los héroes cubanos son criticones, inconformes, como son los cubanos que apoyan a la Revolución. Yo no me considero un héroe pero sí creo en los héroes, creo en la necesidad que tiene la gente de los héroes. Claro, si privas al pueblo de ese tipo de personaje, lo vuelves indefenso, la gente necesita algo que seguir, alguna idea que seguir, el ejemplo de alguien. Yo creo mucho en la personalidad, Fidel lo decía cuando se reunió con los intelectuales; la personalidad es muy importante y a veces para que las cosas ocurran debe existir una persona con la capacidad de cumplir determinada tarea.
Por supuesto, que el llamado mercado literario ha banalizado por completo ese tema de los héroes, tú sabes que la literatura que se publica hoy en día es terrible, creo que hay muy pocas excepciones de libros hoy que uno pueda leer con pasión. A mí me encantan los héroes literarios. Cómo encontrar hoy en día personajes como los de Dostoievski. Nosotros hemos pasado en la literatura, en el cine, en todo, a hacer una crítica muchas veces fuerte de la realidad cubana, y eso está bien, y hacemos novelas y decimos las cosas que están mal, pero no tenemos la contrapartida, en Cuba hoy en día no se publica otro tipo de literatura. Aclaro que me refiero a la literatura de ficción.
¿Quién habla del héroe cotidiano, quién habla de alumnos como aquellos a los que doy clases yo?, ¿los famosos profesores generales integrales, que no son los errores y defectos que se les señalan, sino el fruto de nuestros propios errores? Hay quien prefiere ver las manchas en el sol, yo prefiero ver la luz que representan esos muchachos que dejaron sus hogares, sus familias, para venir a la Capital a llenar el lugar de aquellos maestros que prefirieron el lado en que se vive mejor. Son muchachos que vienen de las provincias orientales a trabajar aquí en La Habana y dejan su familia, su casa, lo dejan todo, se levantan por la mañana, a las 6 a. m., desayunan un té, van a una Secundaria Básica a darle clases a nuestros hijos, hasta las 12 del día, a las 12 cogen la merienda escolar –un pedazo de pan con mortadella y un vaso de yogur de soya--, y a veces no comen más nada hasta que llegan por la noche al albergue y son muchachos con tremendos deseos de trabajar y de salir adelante y si hay profesores de Secundaria Básica aquí en La Habana, es gracias a ellos. ¿Y por qué no se habla de eso, por qué no somos capaces, con talento y sabiduría, de hacer cosas que hagan ver la existencia de ese héroe a la gente?

¿Todo esto que has vivido, se traducirá a literatura alguna vez?
Sí, de hecho ya tengo un libro escrito sobre este tema, creo que es el libro que más rápido he escrito, tengo mis dudas, quiero revisarlo con mucha calma. Está basado en la realidad, no es una novela, es una especie de testimonio, no sé bien como llamarla. Yo me demoro mucho escribiendo, después que hago el libro, me pongo a investigar, agrego o quito cosas, reviso, vinculo mucho mis temas a la historia y un libro puede demorarse muchísimo, sin embargo, este salió en tiempo record, ahora estoy dejando que descanse hasta que me digan que puedo publicarlo, si consideran que es literariamente valioso. Quiero seguir siendo cuidadoso con la calidad de mis textos, no quiero que ahora empiecen a publicarme todos los libros.

¿Cuál tú crees que sea la fortaleza que tiene la intelectualidad cubana para resistir este tipo de asedio?
Yo creo que lo principal es la honestidad, yo creo en el intelectual que es capaz de contradecir cuando las cosas están mal con valor, aunque se equivoque. Nosotros conocemos mucha gente en ese caso, pero si un sector me rechazó a mí completamente, fue el de la intelectualidad cubana. Eso me satisfizo muchísimo, el rechazo fue casi unánime. Cuando te hablo de la intelectualidad cubana, te hablo de la real, no de la fabricada; la gente me rechazó de manera absoluta, yo prácticamente desaparecí de este mundo de la literatura, la gente dejó de invitarme a toda actividad cultura. Ahí es donde siempre se equivoca el enemigo. El intelectual debe ser sincero, debe ser crítico, pero creo en el papel revolucionario que ha jugado la intelectualidad cubana durante estos años y ustedes son un ejemplo, no creo que esté hablando de algo que no sepamos todos. Me consta que el enemigo trató de llevar la famosa protesta digital a todos los canales –uno puede estar de acuerdo o no, puede coincidir con lo que mucha de esa gente hizo o no--, pero tuve la posibilidad de estar cerca de lo que pasaba del otro lado y ver que no lograron enganchar a ninguno de los protagonistas. Si ellos hubieran logrado que uno solo de los que estaban involucrados en ese tema (y trataron de hacerlo), se hubiera prestado para el juego, la historia hubiera sido muy diferente, o sea, nos hubieran creado un problema serio, sin embargo, no lo lograron y eso habla muy bien de la intelectualidad cubana.

¿Te sientes satisfecho contigo mismo? ¿Seguro?
Seguro, cómo no. Muchísimo. Uno siempre sueña con la posibilidad de servir a tu país de diferentes maneras, hay muchas maneras de servir a tu país, nunca pensé que esta sería la forma de hacerlo, siempre me creí muy en serio que a través de la literatura, de los libros, yo podía hacer que la gente creyera en un mundo mejor, nunca creí en una literatura pura, no creo en eso. Yo creo que la literatura tiene también una función importante que jugar y siempre creí que eso era lo que iba a hacer yo, o sea, que iba a ser un escritor que además da clases y trata de transmitir a la gente lo que cree, lo que piensa, pero se me presentó esta tremenda oportunidad de servir de otra manera. Cuando uno está lejos de estas cosas tiene una visión bien diferente de ellas. Yo tuve la oportunidad de ver cómo el enemigo trabaja. A veces cuando uno hace una cosa que no le gusta a determinado funcionario, éste usa y desusa al “enemigo” de la manera más increíble. Pero pude descubrir que el enemigo es real, y sin crearnos la paranoia del enemigo hay que saber que es real, que existe, y es verdad que no descansa un segundo, es verdad que está pendiente de todo lo que hacemos y de lo que no hacemos y de los errores que cometemos también. Mi misión me permitió cambiar bastante mi visión sobre ese tema y ver la importancia que tiene el compromiso de los intelectuales con la Revolución. Ahora más que nunca lo veo con absoluta claridad.

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