Enrique Ubieta Gómez
Tomado de La Jiribilla
Una joven que finaliza la carrera de Estudios Socioculturales me entrevistaba recientemente para su tesis de grado sobre la escritura “transgresora” en la Cuba de hoy. Su pregunta, referida más al contenido que a la forma —su indagación era sobre la ensayística contemporánea—, me ha perseguido por días, como suele sucederme. Con ella al hombro asistí a la presentación de un libro de Frei Betto. Aunque hemos coincidido en varias ocasiones, en Cuba y en el extranjero, no creo que me reconociera, aturdido entre tantos reclamantes de autógrafos. Escribió una sola palabra en la primera página de mi ejemplar, dirigida a todos los cubanos, pero llena de sentido para mí: “¡Coraje!” Eso nos pedía a los cubanos el revolucionario Frei Betto.
¿Cómo interpretar su exhortación, desde el oficio (o la militancia) de la palabra?, ¿podría acaso enlazarla al gesto transgresor del acto creativo?, ¿era eso lo que pedía Frei Betto?, ¿o se refería al coraje que necesitamos para vivir la cotidiana transgresión de un país que se refunda? No solemos nombrarnos, y las definiciones grandilocuentes nos parecen ajenas. Pero no debiéramos olvidar que la transgresión y la valentía son inherentes a una Revolución, que estamos en un barco que vence tempestades sin arriar velas, ni buscar puerto seguro. Quienes lo ignoran, buscan falsas transgresiones en el polvo de cubierta. A veces se intenta en temas soslayados e imprescindibles, pero se olvida que es el modo en que estos se abordan, contra qué o para qué se abordan, lo que establece su hondura y su utilidad social. Cuando los temas otrora transgresores pueden enumerarse, son ya efectivas y seguras maneras de exhibir nuestra corrección. En los 60, era de “buen tono”, “inteligente”, incluso “prestigioso”, ser de izquierdas, aunque solo algunos estuviesen dispuestos a entregar su vida. En los 90 parecía igualmente “inteligente”, de “buen gusto”, la actitud escéptica o cínica ante cualquier proyecto de redención social.
La crisis del capitalismo hace que más de cien mil jóvenes portugueses abandonen cada año su país. Una pancarta de un manifestante madrileño asegura que los graduados universitarios de España tienen tres salidas: por aire, por mar o por tierra. Cientos de miles de Indignados dejaron de creer en el viejo y gastado discurso capitalista. Pero algunos cubanos que acaban de descubrir las tiendas muy abastecidas del “otro mundo”, creen que el discurso “viejo” es el socialista. Probablemente, quienes siempre fueron de izquierda, ajenos a las modas y dispuestos a la autocrítica, preocupados por la gente y distantes de la gloria, en los 60 y en los 90, fueron, son, los auténticos transgresores. Para eso sí que hace falta coraje. Coraje para defender la justicia, aunque no esté de moda. Para rectificar y persistir, para evadir caminos fáciles, que son casi siempre los equivocados. Porque dejar la crítica efímeramente prestigiosa, la que nos hace parecer agudos o valientes, para construir soluciones y defender lo alcanzado, es un acto de coraje.
Los cubanos somos corajudos. El contradiscurso revolucionario —el que se opone al discurso oficial dominante en el mundo—, puede gastarse en su forma, enquistarse en estereotipos, y dejar de serlo. Bienvenido sea el discurso, el acto transgresor, si pretende reactivar, darle fuerza y alcance mayor a la Revolución. Decir, escribir, actuar como revolucionarios, como transgresores del orden mundial establecido.
No sé si mis textos son transgresores. Escribo para entender, para empujar, para defender la justicia social, pórtico de la individual, para ayudar a construir mundos posibles y sostener esperanzas. La belleza, la verdad que busco está más en lo que digo, que en cómo lo digo, aunque el cómo sea parte inseparable del qué. Una tarde asistía al lanzamiento de otro libro, en el que su autor, Tony Guerrero, un transgresor, un revolucionario preso en los EE.UU., devenido en artista, recogía su largo intercambio epistolar con algunos intelectuales cubanos; en el mismo local se exhibían sus pinturas, realizadas a partir de fotos de los conciertos de Silvio en barrios populares. Allí estaba el trovador, y quise que autografiara mi ejemplar. No es por vanidad que transcribo sus palabras, extrañamente enlazadas a la exhortación de Frei Betto y a la pregunta de la estudiante: “Ubieta, gracias por tu valentía”, escribió el valiente Silvio para sorpresa mía. Valentía o coraje, dos palabras que significan lo mismo. ¿Soy valiente?, ¿somos valientes?, ¿simple calificativo o urgente demanda? Se nos concede y se nos demanda valentía para ser profundos y justos, revolucionarios. Coraje, valentía, para cumplir con la responsabilidad histórica de ser cubanos.
El peligroso ejemplo de Cuba
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