Sheyla Valladares Quevedo
En La Habana existe un edificio dentro de otro. Tal vez, es un detalle que los cubanos han pasado por alto, habituados a edificaciones tan llamativas como el Capitolio, el Focsa o el edificio Bacardí, por citar algunos.
Uno es obra de la ingeniería civil y el otro de la ingeniería creadora de un hombre, Alberto Luberta. Para mayores señales, ambos se ubican en la calle Infanta, frente al cabaret Las Vegas.
Evidentemente, se trata de la emisora Radio Progreso, que cumple este diciembre 80 años de su salida al aire, y de ese edificio de vecinos ocurrentes y simpáticos, conocido por todos como Alegrías de Sobremesa.
Este gran show humorístico musical provoca las delicias de la familia cubana hace 44 años. Por él han desfilado las mejores orquestas de la isla, así como figuras de la actuación de altísimo nivel, con una capacidad única para hacernos reír. Todos acompañados siempre por la voz y el carisma indiscutible del locutor, Eduardo Rosillo.
Alegrías de sobremesa sigue ahí
Cuando mencionamos el nombre de este programa, uno de los más antiguos en la radiofonía cubana, tenemos que recurrir invariablemente al de su creador Alberto Luberta.
Cada día durante 41 años este hombre insufló vida a los más diversos personajes. Construyó un edificio de vecinos en el mismo centro de La Habana desde el cual supo irradiar toda la cubanía característica de los que habitamos este país, a partir del reflejo de experiencias cotidianas, comunes a todos.
Entonces no fue difícil que Rita Paranganillo bajara por La Rampa habanera en busca del Malecón o que la pareja explosiva de la mulatísima Estelvina y Sandalio, el Vola´o, recorriera la calle Enramada en el medio de Santiago de Cuba, sin causar el menor asombro. Toda Cuba los conoce porque ellos son parte del pueblo, respiran como ellos, hablan como ellos, viven como ellos.
Y así sucedió durante largo tiempo hasta que Alberto Luberta se despidió de sus personajes queridos. Pero como más sabe el diablo por viejo que por diablo, antes de irse dejó listo el relevo: un muchacho con quién compartía el barbero, ciertos rasgos a la hora de escribir, el amor por el teatro vernáculo y, por consiguiente, por cada uno de los personajes de Alegrías de Sobremesa.
Con el batón en sus manos desde hace tres años, como gusta decir, el joven escritor Ahmed Otero Prado rememora sus inicios:
“Un día me aparecí en su casa con unos guiones y a él le gustaron. A la semana siguiente ya yo estaba escribiendo el programa Fiesta guajira de Radio Progreso. Lo que no sabía era que él me estaba preparando, nunca me lo dijo. Un día del 2007 me pregunta si yo estaría dispuesto a quedarme con Alegrías. Aquello me sorprendió, pero más que el honor de escribir el programa yo quería el de escribir con él. Eso fue en enero y la idea era que en septiembre él se jubilara. Pero en marzo con motivo de su participación en el Festival Nacional de la Radio en Villa Clara, me dejó a cargo del programa toda una semana. Y entonces de corre corre tuve que hacer los primeros 8 libretos. Esa fue la prueba de fuego. Después vino la gira nacional dedicada a Luberta que también tuve que escribir. En esos momentos llegamos a hacer hasta guiones a cuatro manos. Eso fue uno de los estímulos que tuve antes de escribir diariamente el programa.”
Y fue así cómo la preocupación de los trabajadores de Radio Progreso –sobre todo la del elenco de Alegrías de sobremesa--, de que fuera a perderse este espectáculo humorístico musical, quedó sin sustento.
Entonces se impuso el reto de seguir siendo un exponente del humor de situaciones en la radio, a partir de la conjugación de elementos de la idiosincrasia cubana actualizados al calor de los imperativos de la época y las maneras de consumir los productos radiofónicos de las nuevas generaciones. Para el recién estrenado escritor de Alegrías de sobremesa, esto constituyó una premisa desde el principio:
“Cuando empecé a escribir humor, María de los Ángeles Santana me aconsejó que recordara que el humor de hoy no podía ser el mismo que hiciera ella, pues ya la gente no se ríe de lo que se reía hace 25 años. Los códigos referenciales cambian, aunque las fórmulas básicas siguen siendo las mismas. El cubano quiere buscarse y verse reflejado. Y creo que ahí está la clave del éxito de un programa humorístico”.
El colectivo actoral de Alegrías… también está consciente de la importancia de mantener un espacio como este dentro de la programación de la radio nacional. Al decir de Aurora Basnuevo “es un ejemplo, un clásico de la radio nacional. El único programa que conserva el teatro vernáculo, que se ha ido perdiendo porque los jóvenes no han tenido la oportunidad de hacerlo. A cada rato se pierden los actores, se pierden los escritores, por eso es que debemos defendernos. Queremos mantenernos porque de lo contrario sería perder un reflejo importante de lo que nos identifica como cubanos. Además es un programa que también tiene gran audiencia fuera de Cuba a través de Internet, en países como Francia o México”.
Todo lo anterior sólo viene a confirmar que el humor costumbrista como también le llaman no es un género pasado de moda o poco atractivo para las nuevas generaciones de escritores que llegan a la radio. En el caso de Ahmed Otero sigue siendo una opción válida sobre la que todavía se puede trabajar:
“Si preguntas por la calle todavía se recuerdan los tiempos de Detrás de la fachada y San Nicolás del Peladero porque eran de este tipo (costumbristas). Yo no creo que los jóvenes tengan que asumir una nueva forma de hacer el humor, sino poder mantener esa línea aportándole elementos novedosos, actuales, enriqueciéndola. Tal vez, con otra forma de decir, con otro tratamiento de los temas, pero sí manteniendo la sabia del vernáculo que en definitiva nos viene desde el siglo XIX”.
Indudablemente, aunque tras los destinos de los personajes de Alegrías de sobremesa ya no está el genio de Alberto Luberta –aunque se mantiene como al más activo colaborador--, estos tres años de trabajo con un nuevo creador han servido para consolidar nuevas historias y dotar al programa de un nuevo dinamismo.
¡Qué gente caballero, pero qué gente!
Alegrías de sobremesa es un programa que siempre tuvo la suerte de poseer uno de los elencos más sólidos dentro de la radio cubana. El talento creador de actores como Marta Jiménez Oropesa, Martha Velazco, Hidalberto Delgado, Wilfredo Fernández, Antonio Rivero, Juan Carlos Romero, Antonio Ñico Hernández (Sarría), Armando Soler, Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Ramoncito Hernández, Aida Isalbe, Diana Rosa Suárez, Juan Julio Alfonso, entre otros, lograron sentar una pauta que regiría el posterior desempeño de los artistas que entrarían a formar parte del colectivo.
Alberto Luberta siempre se cuidó de hilvanar sus historias con tal coherencia que la entrada o salida de personajes, por imperativos como la muerte o la jubilación, no constituyeran una solución de emergencia sino parte de la dramaturgia que sostenía el programa.
Esta misma línea ha intentado seguir el nuevo escritor. Así lo corroboran las palabras de la actriz María Leisa Olivera.
“Yo también soy de las últimas que ha entrado. El personaje que hago (Chiqui) fue el último que introdujo Luberta. Con Ahmed no ha habido un bache, no lo he sentido en los libretos, ni en el estudio, ni en la calle con el público”
Si la historia colectiva demanda las naturales actualizaciones y con ella la aparición de nuevos personajes, ésta es una decisión que se toma colegiadamente, entre todos como cuenta Ahmed Otero.
“El primer personaje que yo incorporé a Alegrías de sobremesa, fue el personaje de Constantín el profesor de teatro de Chiqui, que hace Moisés Rodríguez (uno de los Robertos), porque en el programa hacía falta. Aunque sí había comediantes, algunas contrafiguras, necesitábamos cómicos. Luberta estuvo de acuerdo porque siempre los personajes que he incorporado los he pasado por el filtro. Entonces coincidió conmigo en que Moisés era un cómico nato y que podría encajar muy bien en Alegrías.”
Diana Rosa Suárez recuerda que un procedimiento similar ocurrió con el personaje de Chicho/Hilario Peña ante la necesidad de incorporar una figura que desempeñara un papel similar al que en sus tiempos realizara Hidalberto Delgado con su inolvidable Paco.
“Ese personaje fue muy discutido antes de que entrara en el colectivo porque queríamos un actor bueno, con talento y hasta ahora estamos muy felices con él”.
La presencia de este tipo de personaje en un programa humorístico es vital, ya que sobre él recae el peso de las situaciones hilarantes aunque no sea éste quien provoque el chiste, algo que Aurora Basnuevo se encarga de explicar:
“A Hilario Peña le toca remedar un poco a Hidalberto Delgado y esa tarea no es fácil porque era la mejor contrafigura. Además este es un rol muy difícil. Casi siempre los actores no aceptan hacerlo porque quieren ser ellos los que hacen los chistes y muchas veces logran el efecto contrario, por lo que yo les digo los mata chistes. Cuando tú le dices algo a Diana Rosa, que es una contrafigura también, ella te lo engrandece. Las respuestas que da Mario a mis cosas inmediatamente provoca la risa y eso es muy importante. Yo creo que la contrafigura es la que hace el chiste en realidad porque al ligarse con el cómico logra su efecto total. Y eso no lo sabe hacer todo el mundo”
En un momento determinado se impuso la necesidad de introducir personajes jóvenes de la mano de actores noveles, pues constituía una parte de la sociedad cubana con escasa representación dentro del programa, como el papel interpretado por Michel Labarta/Yunieski.
Su creador acepta contar que le “costó trabajo que las personas del medio lo aceptaran, no así el público, porque muchas veces existe mucha mojigatería. Y de pronto él era un muchacho de este país con su forma de hablar atropellada como muchos en nuestras calles y su forma de ver la vida. En este sentido yo siempre defendí la importancia de sus valores como persona y no su forma de decir. Para apoyarlo mejor hice un estudio sobre otros personajes similares que tuvo Alegrías de sobremesa y que como característica principal tenían el uso del retruécano, las inadecuaciones léxicas, el cambio de palabras por otras y eso no desvirtuaba para nada el objetivo del programa y no daba malas enseñanzas. En este caso ha tenido mucha aceptación sobre todo dentro del público joven”.
En las más de cuatro décadas vividas por Alegrías de sobremesa, como mismo se ha impuesto la inserción de nuevos personajes también lo ha sido la modernización de los establecidos para estar acorde con el momento en que ocurre la recepción del programa.
De ahí que como confiesa Aida Isalbe/Bebita, una de sus fundadoras, “los personajes como el mío han sufrido cambios. Porque la Bebita no empezó diciendo esos paquetes que dice ahora pero el público la sigue aceptando con esta característica porque precisamente a veces encontramos personas así, convivimos con ellas. Y Alegrías de sobremesa sigue representado al pueblo”
Ramoncito Hernández, otro de los actores consagrados, quien tiene a su cargo varios personajes como el del niño que desordena la rutina del edificio, también se siente muy entusiasmado con los nuevos aires de su personaje, el cual “ha ganado en juventud, en ritmo. Algo que es muy importante: sin perder la calidad con que siempre se le brindó al público”.
Otras de las transformaciones las ha sufrido el personaje de Estelvina, la mulatísima, como todos los cubanos la conocen; quién se siente “modernizada pues ahora es una mulata con sonido surround, sistema DVD y lector mp3. Algo que no decía antes cuando era sonido estereofónico, música indirecta y doble casetera”.
Recorriendo los caminos
El colectivo de Alegrías de sobremesa no se conforma sólo con sentar cátedra desde los estudios de la casi centenaria Radio Progreso. Desde hace décadas protagoniza giras nacionales que constituyen, sin duda, verdaderas fiestas populares en cada uno de los lugares que visitan.
Pepito Ciérvides, director general de este programa, es uno de los más entusiastas defensores de esta manera de interactuar con la radioaudiencia del país y guarda en su memoria anécdotas hermosas que vale la pena recordar.
“En todo el país, la gente nos sigue para vernos. En Camagüey cayó un aguacero y se fue hasta la luz en la mitad de la ciudad. Las entradas estaban vendidas hacía una semana y aún bajo la lluvia la gente llevaba carteles que decían: ¡Que vuelvan otra vez!, ¡Qué vuelva Alegrías de sobremesa! El público se lanzaba encima de los actores y los tocaba como para comprobar si eran reales. Era una cosa muy grande.
Yo nunca pensé que en toda la isla la gente nos siguiera de esa manera. Nos pedían que repitiéramos las funciones porque no cabían en los teatros. Eran plazas llenas de gente en Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba. Para mí eso tiene un valor muy grande porque seguimos haciendo teatro bufo, vernáculo, que es el nuestro, con respeto. Por eso es que nos hemos mantenido por tantos años”.
Esta percepción del director es apoyada igualmente por Ahmed Otero, aunque éste se toma tiempo para poner en consideración otros aspectos que piensa coadyuvan también al éxito del programa.
“En algunos medios siempre ha habido el intento de hacer costumbrismo al estilo de los años setenta. Entonces percibes que el ritmo no es el mismo, que los chistes huelen a viejo. Cuando lo analizas te das cuenta de que tal vez no se están usando bien los códigos referenciales y que la forma de decir ya no es la misma o los actores escogidos no son los más indicados para ese espectáculo. Sobre esto último creo que la clave está en nuclear actores experimentados con otros que el público también desea disfrutar. Esto es algo que caracteriza a Alegrías…, que todo su elenco, salvo excepciones, son actores, no humoristas. Toda su vida se han dedicado a actuar, no a contar chistes. Creo que en la combinación está la clave para dar pasos significativos en este sentido”
En espera de que suene la fanfarria en el estudio 4
En los 44 años que Alegrías de sobremesa se ha mantenido al aire, no han sido pocos los escollos sorteados. Uno de los más difíciles todavía no acaba de superarlo. Y es que en 2004 un incendio devastó el estudio-teatro donde actuaban todo el elenco y las orquestas más importantes del país, junto a un público que rebosaba el lugar cada tarde.
El contexto donde nace cada día el programa hoy es completamente distinto. El estudio es pequeño, hay que poner discos y solo puede acceder al él un número pequeño de asistentes.
A pesar de que los actores continúan dando lo mejor de sí, sienten como María Leisa Olivera que, “es una lástima todo este tiempo que el público se ha perdido el disfrute de un espectáculo que es de sus raíces, de su cultura. Yo que entré hace cinco años no he podido vivir lo que los demás. Como es realmente Alegrías de sobremesa, no se puede hacer y la gente se lo está perdiendo, lo mismo la gente de La Habana, que de las provincias, que tanto venían”.
“Alegrías de sobremesa es una combinación de música, humor, público y si falla un elemento ya no es lo mismo”, afirma Ahmed Otero. También agrega que, “el actor tampoco se motiva igual porque no es lo mismo encontrarse con un público eufórico, que se ría incluso de lo que no es chiste como nos ha pasado a veces en los teatros. Pero si se pierde el espectáculo, el actor no puede ver directamente la respuesta de la audiencia y así saber si lo que dijo funcionó”
Aún así, todavía existen personas que insisten en llegarse hasta la calle Infanta, para disfrutar de las situaciones sabrosas que se originan cada tarde en Radio Progreso. Como un grupo de estudiantes de tecnológico que gozaron de lo lindo en cuanto Eduardo Rosillo se paró frente al micrófono como cada tarde hace 41 años para decir: “Y continuamos riendo con un libreto de Ahmed Otero Prado y las actuaciones de Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Aida Isalbe, Ramoncito Hernández… ”
Uno es obra de la ingeniería civil y el otro de la ingeniería creadora de un hombre, Alberto Luberta. Para mayores señales, ambos se ubican en la calle Infanta, frente al cabaret Las Vegas.
Evidentemente, se trata de la emisora Radio Progreso, que cumple este diciembre 80 años de su salida al aire, y de ese edificio de vecinos ocurrentes y simpáticos, conocido por todos como Alegrías de Sobremesa.
Este gran show humorístico musical provoca las delicias de la familia cubana hace 44 años. Por él han desfilado las mejores orquestas de la isla, así como figuras de la actuación de altísimo nivel, con una capacidad única para hacernos reír. Todos acompañados siempre por la voz y el carisma indiscutible del locutor, Eduardo Rosillo.
Alegrías de sobremesa sigue ahí
Cuando mencionamos el nombre de este programa, uno de los más antiguos en la radiofonía cubana, tenemos que recurrir invariablemente al de su creador Alberto Luberta.
Cada día durante 41 años este hombre insufló vida a los más diversos personajes. Construyó un edificio de vecinos en el mismo centro de La Habana desde el cual supo irradiar toda la cubanía característica de los que habitamos este país, a partir del reflejo de experiencias cotidianas, comunes a todos.
Entonces no fue difícil que Rita Paranganillo bajara por La Rampa habanera en busca del Malecón o que la pareja explosiva de la mulatísima Estelvina y Sandalio, el Vola´o, recorriera la calle Enramada en el medio de Santiago de Cuba, sin causar el menor asombro. Toda Cuba los conoce porque ellos son parte del pueblo, respiran como ellos, hablan como ellos, viven como ellos.
Y así sucedió durante largo tiempo hasta que Alberto Luberta se despidió de sus personajes queridos. Pero como más sabe el diablo por viejo que por diablo, antes de irse dejó listo el relevo: un muchacho con quién compartía el barbero, ciertos rasgos a la hora de escribir, el amor por el teatro vernáculo y, por consiguiente, por cada uno de los personajes de Alegrías de Sobremesa.
Con el batón en sus manos desde hace tres años, como gusta decir, el joven escritor Ahmed Otero Prado rememora sus inicios:
“Un día me aparecí en su casa con unos guiones y a él le gustaron. A la semana siguiente ya yo estaba escribiendo el programa Fiesta guajira de Radio Progreso. Lo que no sabía era que él me estaba preparando, nunca me lo dijo. Un día del 2007 me pregunta si yo estaría dispuesto a quedarme con Alegrías. Aquello me sorprendió, pero más que el honor de escribir el programa yo quería el de escribir con él. Eso fue en enero y la idea era que en septiembre él se jubilara. Pero en marzo con motivo de su participación en el Festival Nacional de la Radio en Villa Clara, me dejó a cargo del programa toda una semana. Y entonces de corre corre tuve que hacer los primeros 8 libretos. Esa fue la prueba de fuego. Después vino la gira nacional dedicada a Luberta que también tuve que escribir. En esos momentos llegamos a hacer hasta guiones a cuatro manos. Eso fue uno de los estímulos que tuve antes de escribir diariamente el programa.”
Y fue así cómo la preocupación de los trabajadores de Radio Progreso –sobre todo la del elenco de Alegrías de sobremesa--, de que fuera a perderse este espectáculo humorístico musical, quedó sin sustento.
Entonces se impuso el reto de seguir siendo un exponente del humor de situaciones en la radio, a partir de la conjugación de elementos de la idiosincrasia cubana actualizados al calor de los imperativos de la época y las maneras de consumir los productos radiofónicos de las nuevas generaciones. Para el recién estrenado escritor de Alegrías de sobremesa, esto constituyó una premisa desde el principio:
“Cuando empecé a escribir humor, María de los Ángeles Santana me aconsejó que recordara que el humor de hoy no podía ser el mismo que hiciera ella, pues ya la gente no se ríe de lo que se reía hace 25 años. Los códigos referenciales cambian, aunque las fórmulas básicas siguen siendo las mismas. El cubano quiere buscarse y verse reflejado. Y creo que ahí está la clave del éxito de un programa humorístico”.
El colectivo actoral de Alegrías… también está consciente de la importancia de mantener un espacio como este dentro de la programación de la radio nacional. Al decir de Aurora Basnuevo “es un ejemplo, un clásico de la radio nacional. El único programa que conserva el teatro vernáculo, que se ha ido perdiendo porque los jóvenes no han tenido la oportunidad de hacerlo. A cada rato se pierden los actores, se pierden los escritores, por eso es que debemos defendernos. Queremos mantenernos porque de lo contrario sería perder un reflejo importante de lo que nos identifica como cubanos. Además es un programa que también tiene gran audiencia fuera de Cuba a través de Internet, en países como Francia o México”.
Todo lo anterior sólo viene a confirmar que el humor costumbrista como también le llaman no es un género pasado de moda o poco atractivo para las nuevas generaciones de escritores que llegan a la radio. En el caso de Ahmed Otero sigue siendo una opción válida sobre la que todavía se puede trabajar:
“Si preguntas por la calle todavía se recuerdan los tiempos de Detrás de la fachada y San Nicolás del Peladero porque eran de este tipo (costumbristas). Yo no creo que los jóvenes tengan que asumir una nueva forma de hacer el humor, sino poder mantener esa línea aportándole elementos novedosos, actuales, enriqueciéndola. Tal vez, con otra forma de decir, con otro tratamiento de los temas, pero sí manteniendo la sabia del vernáculo que en definitiva nos viene desde el siglo XIX”.
Indudablemente, aunque tras los destinos de los personajes de Alegrías de sobremesa ya no está el genio de Alberto Luberta –aunque se mantiene como al más activo colaborador--, estos tres años de trabajo con un nuevo creador han servido para consolidar nuevas historias y dotar al programa de un nuevo dinamismo.
¡Qué gente caballero, pero qué gente!
Alegrías de sobremesa es un programa que siempre tuvo la suerte de poseer uno de los elencos más sólidos dentro de la radio cubana. El talento creador de actores como Marta Jiménez Oropesa, Martha Velazco, Hidalberto Delgado, Wilfredo Fernández, Antonio Rivero, Juan Carlos Romero, Antonio Ñico Hernández (Sarría), Armando Soler, Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Ramoncito Hernández, Aida Isalbe, Diana Rosa Suárez, Juan Julio Alfonso, entre otros, lograron sentar una pauta que regiría el posterior desempeño de los artistas que entrarían a formar parte del colectivo.
Alberto Luberta siempre se cuidó de hilvanar sus historias con tal coherencia que la entrada o salida de personajes, por imperativos como la muerte o la jubilación, no constituyeran una solución de emergencia sino parte de la dramaturgia que sostenía el programa.
Esta misma línea ha intentado seguir el nuevo escritor. Así lo corroboran las palabras de la actriz María Leisa Olivera.
“Yo también soy de las últimas que ha entrado. El personaje que hago (Chiqui) fue el último que introdujo Luberta. Con Ahmed no ha habido un bache, no lo he sentido en los libretos, ni en el estudio, ni en la calle con el público”
Si la historia colectiva demanda las naturales actualizaciones y con ella la aparición de nuevos personajes, ésta es una decisión que se toma colegiadamente, entre todos como cuenta Ahmed Otero.
“El primer personaje que yo incorporé a Alegrías de sobremesa, fue el personaje de Constantín el profesor de teatro de Chiqui, que hace Moisés Rodríguez (uno de los Robertos), porque en el programa hacía falta. Aunque sí había comediantes, algunas contrafiguras, necesitábamos cómicos. Luberta estuvo de acuerdo porque siempre los personajes que he incorporado los he pasado por el filtro. Entonces coincidió conmigo en que Moisés era un cómico nato y que podría encajar muy bien en Alegrías.”
Diana Rosa Suárez recuerda que un procedimiento similar ocurrió con el personaje de Chicho/Hilario Peña ante la necesidad de incorporar una figura que desempeñara un papel similar al que en sus tiempos realizara Hidalberto Delgado con su inolvidable Paco.
“Ese personaje fue muy discutido antes de que entrara en el colectivo porque queríamos un actor bueno, con talento y hasta ahora estamos muy felices con él”.
La presencia de este tipo de personaje en un programa humorístico es vital, ya que sobre él recae el peso de las situaciones hilarantes aunque no sea éste quien provoque el chiste, algo que Aurora Basnuevo se encarga de explicar:
“A Hilario Peña le toca remedar un poco a Hidalberto Delgado y esa tarea no es fácil porque era la mejor contrafigura. Además este es un rol muy difícil. Casi siempre los actores no aceptan hacerlo porque quieren ser ellos los que hacen los chistes y muchas veces logran el efecto contrario, por lo que yo les digo los mata chistes. Cuando tú le dices algo a Diana Rosa, que es una contrafigura también, ella te lo engrandece. Las respuestas que da Mario a mis cosas inmediatamente provoca la risa y eso es muy importante. Yo creo que la contrafigura es la que hace el chiste en realidad porque al ligarse con el cómico logra su efecto total. Y eso no lo sabe hacer todo el mundo”
En un momento determinado se impuso la necesidad de introducir personajes jóvenes de la mano de actores noveles, pues constituía una parte de la sociedad cubana con escasa representación dentro del programa, como el papel interpretado por Michel Labarta/Yunieski.
Su creador acepta contar que le “costó trabajo que las personas del medio lo aceptaran, no así el público, porque muchas veces existe mucha mojigatería. Y de pronto él era un muchacho de este país con su forma de hablar atropellada como muchos en nuestras calles y su forma de ver la vida. En este sentido yo siempre defendí la importancia de sus valores como persona y no su forma de decir. Para apoyarlo mejor hice un estudio sobre otros personajes similares que tuvo Alegrías de sobremesa y que como característica principal tenían el uso del retruécano, las inadecuaciones léxicas, el cambio de palabras por otras y eso no desvirtuaba para nada el objetivo del programa y no daba malas enseñanzas. En este caso ha tenido mucha aceptación sobre todo dentro del público joven”.
En las más de cuatro décadas vividas por Alegrías de sobremesa, como mismo se ha impuesto la inserción de nuevos personajes también lo ha sido la modernización de los establecidos para estar acorde con el momento en que ocurre la recepción del programa.
De ahí que como confiesa Aida Isalbe/Bebita, una de sus fundadoras, “los personajes como el mío han sufrido cambios. Porque la Bebita no empezó diciendo esos paquetes que dice ahora pero el público la sigue aceptando con esta característica porque precisamente a veces encontramos personas así, convivimos con ellas. Y Alegrías de sobremesa sigue representado al pueblo”
Ramoncito Hernández, otro de los actores consagrados, quien tiene a su cargo varios personajes como el del niño que desordena la rutina del edificio, también se siente muy entusiasmado con los nuevos aires de su personaje, el cual “ha ganado en juventud, en ritmo. Algo que es muy importante: sin perder la calidad con que siempre se le brindó al público”.
Otras de las transformaciones las ha sufrido el personaje de Estelvina, la mulatísima, como todos los cubanos la conocen; quién se siente “modernizada pues ahora es una mulata con sonido surround, sistema DVD y lector mp3. Algo que no decía antes cuando era sonido estereofónico, música indirecta y doble casetera”.
Recorriendo los caminos
El colectivo de Alegrías de sobremesa no se conforma sólo con sentar cátedra desde los estudios de la casi centenaria Radio Progreso. Desde hace décadas protagoniza giras nacionales que constituyen, sin duda, verdaderas fiestas populares en cada uno de los lugares que visitan.
Pepito Ciérvides, director general de este programa, es uno de los más entusiastas defensores de esta manera de interactuar con la radioaudiencia del país y guarda en su memoria anécdotas hermosas que vale la pena recordar.
“En todo el país, la gente nos sigue para vernos. En Camagüey cayó un aguacero y se fue hasta la luz en la mitad de la ciudad. Las entradas estaban vendidas hacía una semana y aún bajo la lluvia la gente llevaba carteles que decían: ¡Que vuelvan otra vez!, ¡Qué vuelva Alegrías de sobremesa! El público se lanzaba encima de los actores y los tocaba como para comprobar si eran reales. Era una cosa muy grande.
Yo nunca pensé que en toda la isla la gente nos siguiera de esa manera. Nos pedían que repitiéramos las funciones porque no cabían en los teatros. Eran plazas llenas de gente en Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba. Para mí eso tiene un valor muy grande porque seguimos haciendo teatro bufo, vernáculo, que es el nuestro, con respeto. Por eso es que nos hemos mantenido por tantos años”.
Esta percepción del director es apoyada igualmente por Ahmed Otero, aunque éste se toma tiempo para poner en consideración otros aspectos que piensa coadyuvan también al éxito del programa.
“En algunos medios siempre ha habido el intento de hacer costumbrismo al estilo de los años setenta. Entonces percibes que el ritmo no es el mismo, que los chistes huelen a viejo. Cuando lo analizas te das cuenta de que tal vez no se están usando bien los códigos referenciales y que la forma de decir ya no es la misma o los actores escogidos no son los más indicados para ese espectáculo. Sobre esto último creo que la clave está en nuclear actores experimentados con otros que el público también desea disfrutar. Esto es algo que caracteriza a Alegrías…, que todo su elenco, salvo excepciones, son actores, no humoristas. Toda su vida se han dedicado a actuar, no a contar chistes. Creo que en la combinación está la clave para dar pasos significativos en este sentido”
En espera de que suene la fanfarria en el estudio 4
En los 44 años que Alegrías de sobremesa se ha mantenido al aire, no han sido pocos los escollos sorteados. Uno de los más difíciles todavía no acaba de superarlo. Y es que en 2004 un incendio devastó el estudio-teatro donde actuaban todo el elenco y las orquestas más importantes del país, junto a un público que rebosaba el lugar cada tarde.
El contexto donde nace cada día el programa hoy es completamente distinto. El estudio es pequeño, hay que poner discos y solo puede acceder al él un número pequeño de asistentes.
A pesar de que los actores continúan dando lo mejor de sí, sienten como María Leisa Olivera que, “es una lástima todo este tiempo que el público se ha perdido el disfrute de un espectáculo que es de sus raíces, de su cultura. Yo que entré hace cinco años no he podido vivir lo que los demás. Como es realmente Alegrías de sobremesa, no se puede hacer y la gente se lo está perdiendo, lo mismo la gente de La Habana, que de las provincias, que tanto venían”.
“Alegrías de sobremesa es una combinación de música, humor, público y si falla un elemento ya no es lo mismo”, afirma Ahmed Otero. También agrega que, “el actor tampoco se motiva igual porque no es lo mismo encontrarse con un público eufórico, que se ría incluso de lo que no es chiste como nos ha pasado a veces en los teatros. Pero si se pierde el espectáculo, el actor no puede ver directamente la respuesta de la audiencia y así saber si lo que dijo funcionó”
Aún así, todavía existen personas que insisten en llegarse hasta la calle Infanta, para disfrutar de las situaciones sabrosas que se originan cada tarde en Radio Progreso. Como un grupo de estudiantes de tecnológico que gozaron de lo lindo en cuanto Eduardo Rosillo se paró frente al micrófono como cada tarde hace 41 años para decir: “Y continuamos riendo con un libreto de Ahmed Otero Prado y las actuaciones de Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Aida Isalbe, Ramoncito Hernández… ”
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