Como cubos cansados de enfriar bienes raíces
los hielos se desprenden.
No serán nunca más la superficie inasible.
Llegarán las especies a invadirlos,
a pulsar sus calores y sus ritmos.
Se apresura el deshielo; cada año
vendremos a cambiar los calendarios,
a añadir a los meses comodines.
Hasta que el tiempo retorne hacia sí mismo
y sobre el esperar
ya no quede otra opción
que el mandoble de lanzar cada hora a sobrevida.
El espectáculo paga y así vamos
a probar que el derrumbe es tan vulgar
que sus tomas de efectos especiales
no convencen al párpado alienado.
Se deshiela el planeta y lo servimos
en sorbos a la roca,
en gargantas sedientas
que lo van descolgando de su imagen.
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