A veinticinco siglos de la muerte de Pitágoras está ocurriendo una nueva revolución numérica. El cuatro —el tetractys— símbolo de la justicia entre los pitagóricos, de pronto ha dado paso al dos —el bit— unidad de información básica digital que, entre otros adelantos, hace posible la Internet.
Para los pitagóricos eran cuatro las virtudes: prudencia, fortaleza, templanza y justicia; cuatro los elementos: tierra, agua, aire y fuego; cuatro las facultades del hombre: inteligencia, conocimiento, opinión y sensación; pero ahora, tras la creación del hombre virtual, estamos de regreso a la filosofía de Mani, el babilonio, promotor del dualismo divino; aquel que postulaba un origen para el bien, y otro para el mal. De pronto son dos las clases de personas: ganadores y perdedores, dos las formas de gobiernos: tiránicos o democráticos, dos los tipos de países: angélicos o demoníacos. Siempre de acuerdo con el ojo binario que nos mira desde el “paraíso americano”.
Las cuatro virtudes pitagóricas equivalían a lo bueno y lo bello, hasta que llegó Platón a situar la belleza en lo divino. Y lo divino terminó siendo Yahvé. Un Dios blanco, varón, homofóbico, y que ve con malos ojos la fornicación por el mero disfrute de fornicar. Así, la humanidad ha visto cómo durante miles de años han sido discriminados por defectuosos o inferiores las mujeres, los negros y los homosexuales. Así, la palabra placer terminó proclamando en su significación tanto escándalo, que todavía tenemos que acompañarla de algún conjuro que nos proteja de su impudicia. Decimos honestos placeres, sanos placeres, sencillos placeres, porque cualquier placer a secas —y que no aligeremos con determinados contrapesos lingüísticos— resulta vergonzoso.
Ahora, sin embargo, todo ha cambiando. Lo bello —lo bueno— es norteamericano, y a todo aquel que se aparte del canon, se les cuelga el sambenito de populista, retórico, antiestético, arcaico… Lo feo —el mal— es todo aquello que no entra por el aro; toda voz que disienta de ese coro. Por eso la nueva revolución numérica, donde sonido, imagen y texto viajan en un mismo paquete a la velocidad de la luz, hace que tanto en Viena, como en Kinshasa o Bangkok, la gente vista, coma, y tenga pesadillas con el sueño americano. Aunque Dios creo el mundo, Estados Unidos creo Internet. Por eso los Estados Unidos pueden adoctrinar a muchas más personas que la Iglesia. No importa que en Estados Unidos 1,5 millones de niños carezcan de vivienda, y deban soñar su inocencia en moteles baratos, tiendas de campaña o simplemente bajo las estrellas. El sueño americano no se enterará de eso, porque todos sus íconos digitales duermen en sábanas de raso.
Según el modelo pitagórico, la opinión es más justa cuando el hombre es más inteligente, más sabio, más sensible. Sin embargo, ahora lo justo es lo que emana de esos íconos digitales. No importa que dicho icono sea, por ejemplo, Jack Bauer, el personaje la serie televisiva “24”, un agente que no duda en emplear la tortura para ayudar al presidente en su lucha contra el terrorismo. No importa que sea Hellboy, el Gran Investigador de lo Paranormal; y que, según su leyenda, fuera creado por los demonios nazis para dominar el mundo, pues en definitiva ya fue convertido en hombre de bien por los dioses norteamericanos… Para dominar el mundo.
Un día los pitagóricos descubrieron un quinto cuerpo regular: el dodecaedro. Esto, sin embargo, no entró en contradicción con el tetractys, pues ese quinto elemento representaba lo desconocido, lo sinérgico: un concepto que explica la manera en que dos y dos pueden sumar cinco. Sinergia es la capacidad creativa del hombre, es el fruto de su imaginación hecho realidad. Sin embargo, dentro de la realidad virtual lo creativo de pronto se reduce a una fórmula distinta, donde dos más dos suman uno: Estados Unidos.
Llegado aquí, confieso que el pie para escribir este artículo me lo brindó René González Sehwerert, uno de nuestros cinco héroes prisioneros en Estados Unidos, en carta publicada en estas páginas de La Calle del Medio. Refiriéndose a la televisión norteamericana, escribió René: “Todos esos productos, hasta el más inocente, están diseñados con sumo cuidado para difundir algún estereotipo, valores, reacciones personales o colectivas; o para implantar ciertos reflejos o actitudes. En algunos casos esos elementos se incorporan al subconsciente colectivo norteamericano en complejos de superioridad, sentimientos de excepcionalismo, posiciones mesiánicas o la convicción falsa de ser la sociedad paradigmática, digna de imitar”
Y yo me pregunto si no será esa la razón por la cual no escandaliza la paradoja de un País de la Libertad donde hay 3 millones de presos, y 9 millones en libertad condicional; un País del Bienestar, donde 46 millones de personas no tienen seguro médico, y 45 mil mueren cada año por esta causa. Un País del Goce, donde el 35 % de los trabajadores no sale de vacaciones por temor a perder su empleo. Un País de las Oportunidades, donde 40 millones de personas viven con menos de 1,25 dólar al día, y comen gracias a que reciben cupones de alimentación.
Perdón por los tantos números, pero ya avisé de Pitágoras en el título de este artículo. De modo que, en el País de la Democracia, el 62 % de los ciudadanos aceptaría pagar más impuestos para que todos puedan disfrutar de seguros médicos, y un 72 % está absolutamente en contra de la guerra en Irak, pero esa inmensa mayoría no significa nada, porque entonces se perjudicarían los intereses de unos cuantos ricos. En el País de los Derechos Humanos, 250 mil niños de primaria son golpeados cada año por sus maestros, y 80 mil son víctima de abusos sexuales. En el país de los Milagros, el 12 % de la población negra aporta el 40 % de las prostitutas, y 1 400 mujeres son asesinadas a golpes por sus maridos. En el País de la Justicia, un par de terroristas confesos, autores entre otros crímenes de la voladura en pleno vuelo de un avión civil cubano con 73 pasajeros a bordo, caminan libres por las calles de Miami, mientras los tribunales de esa misma ciudad castigan con penas arbitrarias a cinco luchadores antiterroristas cubanos.
Según los Evangelios, en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios (San Juan 1:1,3); pero hoy, los que manejan el 75 % de la información mundial, de mil maneras distintas cada día nos dicen: en el principio existían los Estados Unidos, y los Estados Unidos estaban con Dios, y Estados Unidos era Dios. Por eso palabras como libertad, bienestar, oportunidades, justicia, disfrute y milagro, han terminado significando más que la realidad, aunque solo sean espejismos virtuales. Por eso el presidente W. Bush pudo conversar con Dios antes de atacar a Irak; y quizá también por eso los billetes de dólar rezan: In God We Trust (En Dios Confiamos).
Y naturalmente, todo eso también explica por qué el presidente Barack Obama ha ganado un Premio Nobel de la palabra. Perdón, quise decir de la paz… virtual.
Para los pitagóricos eran cuatro las virtudes: prudencia, fortaleza, templanza y justicia; cuatro los elementos: tierra, agua, aire y fuego; cuatro las facultades del hombre: inteligencia, conocimiento, opinión y sensación; pero ahora, tras la creación del hombre virtual, estamos de regreso a la filosofía de Mani, el babilonio, promotor del dualismo divino; aquel que postulaba un origen para el bien, y otro para el mal. De pronto son dos las clases de personas: ganadores y perdedores, dos las formas de gobiernos: tiránicos o democráticos, dos los tipos de países: angélicos o demoníacos. Siempre de acuerdo con el ojo binario que nos mira desde el “paraíso americano”.
Las cuatro virtudes pitagóricas equivalían a lo bueno y lo bello, hasta que llegó Platón a situar la belleza en lo divino. Y lo divino terminó siendo Yahvé. Un Dios blanco, varón, homofóbico, y que ve con malos ojos la fornicación por el mero disfrute de fornicar. Así, la humanidad ha visto cómo durante miles de años han sido discriminados por defectuosos o inferiores las mujeres, los negros y los homosexuales. Así, la palabra placer terminó proclamando en su significación tanto escándalo, que todavía tenemos que acompañarla de algún conjuro que nos proteja de su impudicia. Decimos honestos placeres, sanos placeres, sencillos placeres, porque cualquier placer a secas —y que no aligeremos con determinados contrapesos lingüísticos— resulta vergonzoso.
Ahora, sin embargo, todo ha cambiando. Lo bello —lo bueno— es norteamericano, y a todo aquel que se aparte del canon, se les cuelga el sambenito de populista, retórico, antiestético, arcaico… Lo feo —el mal— es todo aquello que no entra por el aro; toda voz que disienta de ese coro. Por eso la nueva revolución numérica, donde sonido, imagen y texto viajan en un mismo paquete a la velocidad de la luz, hace que tanto en Viena, como en Kinshasa o Bangkok, la gente vista, coma, y tenga pesadillas con el sueño americano. Aunque Dios creo el mundo, Estados Unidos creo Internet. Por eso los Estados Unidos pueden adoctrinar a muchas más personas que la Iglesia. No importa que en Estados Unidos 1,5 millones de niños carezcan de vivienda, y deban soñar su inocencia en moteles baratos, tiendas de campaña o simplemente bajo las estrellas. El sueño americano no se enterará de eso, porque todos sus íconos digitales duermen en sábanas de raso.
Según el modelo pitagórico, la opinión es más justa cuando el hombre es más inteligente, más sabio, más sensible. Sin embargo, ahora lo justo es lo que emana de esos íconos digitales. No importa que dicho icono sea, por ejemplo, Jack Bauer, el personaje la serie televisiva “24”, un agente que no duda en emplear la tortura para ayudar al presidente en su lucha contra el terrorismo. No importa que sea Hellboy, el Gran Investigador de lo Paranormal; y que, según su leyenda, fuera creado por los demonios nazis para dominar el mundo, pues en definitiva ya fue convertido en hombre de bien por los dioses norteamericanos… Para dominar el mundo.
Un día los pitagóricos descubrieron un quinto cuerpo regular: el dodecaedro. Esto, sin embargo, no entró en contradicción con el tetractys, pues ese quinto elemento representaba lo desconocido, lo sinérgico: un concepto que explica la manera en que dos y dos pueden sumar cinco. Sinergia es la capacidad creativa del hombre, es el fruto de su imaginación hecho realidad. Sin embargo, dentro de la realidad virtual lo creativo de pronto se reduce a una fórmula distinta, donde dos más dos suman uno: Estados Unidos.
Llegado aquí, confieso que el pie para escribir este artículo me lo brindó René González Sehwerert, uno de nuestros cinco héroes prisioneros en Estados Unidos, en carta publicada en estas páginas de La Calle del Medio. Refiriéndose a la televisión norteamericana, escribió René: “Todos esos productos, hasta el más inocente, están diseñados con sumo cuidado para difundir algún estereotipo, valores, reacciones personales o colectivas; o para implantar ciertos reflejos o actitudes. En algunos casos esos elementos se incorporan al subconsciente colectivo norteamericano en complejos de superioridad, sentimientos de excepcionalismo, posiciones mesiánicas o la convicción falsa de ser la sociedad paradigmática, digna de imitar”
Y yo me pregunto si no será esa la razón por la cual no escandaliza la paradoja de un País de la Libertad donde hay 3 millones de presos, y 9 millones en libertad condicional; un País del Bienestar, donde 46 millones de personas no tienen seguro médico, y 45 mil mueren cada año por esta causa. Un País del Goce, donde el 35 % de los trabajadores no sale de vacaciones por temor a perder su empleo. Un País de las Oportunidades, donde 40 millones de personas viven con menos de 1,25 dólar al día, y comen gracias a que reciben cupones de alimentación.
Perdón por los tantos números, pero ya avisé de Pitágoras en el título de este artículo. De modo que, en el País de la Democracia, el 62 % de los ciudadanos aceptaría pagar más impuestos para que todos puedan disfrutar de seguros médicos, y un 72 % está absolutamente en contra de la guerra en Irak, pero esa inmensa mayoría no significa nada, porque entonces se perjudicarían los intereses de unos cuantos ricos. En el País de los Derechos Humanos, 250 mil niños de primaria son golpeados cada año por sus maestros, y 80 mil son víctima de abusos sexuales. En el país de los Milagros, el 12 % de la población negra aporta el 40 % de las prostitutas, y 1 400 mujeres son asesinadas a golpes por sus maridos. En el País de la Justicia, un par de terroristas confesos, autores entre otros crímenes de la voladura en pleno vuelo de un avión civil cubano con 73 pasajeros a bordo, caminan libres por las calles de Miami, mientras los tribunales de esa misma ciudad castigan con penas arbitrarias a cinco luchadores antiterroristas cubanos.
Según los Evangelios, en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios (San Juan 1:1,3); pero hoy, los que manejan el 75 % de la información mundial, de mil maneras distintas cada día nos dicen: en el principio existían los Estados Unidos, y los Estados Unidos estaban con Dios, y Estados Unidos era Dios. Por eso palabras como libertad, bienestar, oportunidades, justicia, disfrute y milagro, han terminado significando más que la realidad, aunque solo sean espejismos virtuales. Por eso el presidente W. Bush pudo conversar con Dios antes de atacar a Irak; y quizá también por eso los billetes de dólar rezan: In God We Trust (En Dios Confiamos).
Y naturalmente, todo eso también explica por qué el presidente Barack Obama ha ganado un Premio Nobel de la palabra. Perdón, quise decir de la paz… virtual.
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