Hoy, 14 de junio, fecha de cumpleaños del Che, miles de niños recibieron en sus escuelas el carné de la UJC. Entre esos niños estaba mi hijo Víctor. A veces los maestros se quejan de que habla mucho en clase con sus compañeros, pero es un niño noble y estudioso, lo dice su padre. Sus ojos nunca mienten. Hoy me pareció más alto, e igual de flaco, pero fuerte: sentí que me abrazaba un hombre. En septiembre cumple 15 años, y empieza la Lenin. Recuerdo esa sensación en la garganta, en el pecho: no sabe aún lo que será mañana, pero sabe, siente, que apenas entreabre la puerta de la vida, como David –el personaje de Senel Paz--, frente al gigantesco portón de la beca, y que será lo que elija ser. En una pared del patio de su escuela hay un tosco dibujo en óleo que quiere parecerse al Che, que vagamente nos lo recuerda. Apenas hoy comprendí que ese rostro es tan hermoso como cualquier obra de arte, porque ha acompañado a mi hijo durante tres años de estudios secundarios. Y se va con él.
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