En las elecciones de la seudorepública en Cuba, cualquier cosa podía pasar, no era de extrañar que en el momento del conteo de votos las cifras revelaran que un candidato había votado contra sí mismo. Ese día los cementerios daban pase a sus huéspedes vitalicios, Eustaquio, Argimiro, con Boletos al Paraíso desde hacía ya unos cuantos años, para que depositaran su decisión electoral a la vista de todos.
Pero si en la Cuba “Democrática” con la que sueña la acaudalada bloguera Yoani Sánchez era normal que los muertos ejercieran su derecho al sufragio, en Estados Unidos, en la Florida, en el Siglo XXI, los vivos votan por los muertos.
Según consigna un cable de la agencia EFE, fechado el 6 de noviembre en el condado de Orange, una persona fallecida desde el pasado 15 de octubre, logró el triunfo en las urnas:
“Miami (EE.UU.), 7 nov (EFE).- Un político demócrata de Florida ganó la contienda en la que participaba en las elecciones generales de EE.UU. a su rival republicano, pero no asumirá el cargo porque falleció el pasado 15 de octubre por causas naturales. Earl K. Wood estaba optando a un duodécimo término como recaudador de impuestos en Orlando, en el condado de Orange en el centro del estado, cuando murió a los 96 años. A pesar de su fallecimiento, su nombre se mantuvo en la papeleta electoral y en los comicios del martes venció a su contrincante Jim Huckeba con el 56,6 % de los votos frente al 43,3 % del republicano, según datos del Departamento de Elecciones de Orange (http://www.sinembargo.mx/07-11-2012/423358).”
En medio de una crisis económica mundial, donde cada 6 segundos muere un niño a causa del hambre, o mujeres desesperadas se tiran al vacío al escuchar los toques que le anuncian el desahucio de su vivienda, la realidad más irracional parece que ya no es el hecho de que lo muertos voten por los vivos, o que los vivos voten por los muertos. Las cifras están ahí para revelarnos la más absurda y antidemocrática verdad: las elecciones presidenciales y legislativas norteamericanas tuvieron una factura total de más de seis mil millones de dólares. ¿Por qué no preguntarle a los que mueren en vida a causa de la grave crisis capitalista mundial, su opinión sobre el sistema electoral en los Estados Unidos?
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