Enrique Ubieta Gómez
Circula entre nosotros una copia pirata de la teleserie colombiana El patrón del mal, que narra la vida del narcotraficante Pablo Escobar. De excelente factura –ambientaciones de época, matices del habla adecuadas a cada personaje, un guión sólido y actuaciones memorables–, la serie, que ya contaba con el gancho extraartístico de presentar la biografía de un mito popular, agarra al telespectador (¿estaría bien decir compu-espectador?) por méritos narrativos propios. Más allá de las simplificaciones dramáticas y de los intencionados desvíos históricos, la serie sorprende por la manera natural con la que se presenta a un país atado de pies y manos por la corrupción, la doble moral y la dependencia de su aristocracia al poder del imperialismo estadounidense. Las escenas de un presidente que discute la extradición de un asesino –se reconoce como un hecho natural que no pueda ser juzgado en el país, porque los encargados de la justicia serían comprados o liquidados–, con los miembros de su gabinete, en presencia del embajador de los Estados Unidos, especie de procónsul que no se oculta, son elocuentes. ¿Aceptan los colombianos como normales estas escenas? La sola defensa de la extradición como única alternativa para la justicia, degrada al Estado colombiano, que reconoce su impotencia y su pasividad cómplice ante la corrupción. Solo medítese en lo que sería Cuba, si la mafia norteamericana llega a establecer como pretendía su cuartel general en La Habana. Precisamente, el serial recrea a su manera los contactos de Escobar con algunas personas en Cuba, en un tráfico que geográficamente hubiese tenido en la isla bloqueada una opción de paso ideal y una fuente de enormes ingresos. No lo dice, pero los cubanos sí sabemos que los responsables de esos contactos fueron severamente juzgados por la Revolución; que una Revolución solo perdura si sabe defender los principios morales que le dieron origen, y que la diferencian de sus enemigos históricos. Pablo Escobar, bien encarnado por el actor Andrés Parra –un hombre pobre que amasa una enorme fortuna, utilizado, rechazado y temido por la aristocracia colombiana de "sangre azul", simpático, encantador cuando se lo propone, infantil y sumiso frente a su madre, buen esposo y padre en los cánones del machismo latino–, acaba por destruir su imagen frente al televidente que descubre a un asesino despiadado y enfermizo, capaz de traicionar a los suyos. Pero, ¿era Escobar el hombre más buscado de Colombia? En varias ocasiones el personaje se declara "de izquierdas", y aunque el televidente no le crea, la serie lanza un manto de confusión sobre todos los actores de la guerra. No compartimos los errores y los vicios que desgastaron el ideal de la guerrilla colombiana y su fuerza moral. Pero Escobar solo fue realmente buscado cuando se convirtió, por su inestabilidad sicológica, en un peligro para el sistema. El hombre más buscado durante muchos años fue sin dudas el comandante Marulanda, de las FARC. Ojalá que los colombianos puedan esta vez alcanzar la paz.
VEA: EL HOMBRE MÁS BUSCADO DE COLOMBIA. UNA ENTREVISTA CON SANDRA RAMÍREZ, LA COMPAÑERA DE MARULANDA
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SALUDOS DESDE COLOMBIA. EFECTIVAMENTE EL MAS BUSCADO FUE MANUEL MARULANDA VÉLEZ POR MAS DE LA MITAD DE SU PROPIA VIDA, PERO FUE UN HOMBRE QUE MURIÓ EN SU LEY, LA DE DARLE AL PUEBLO COLOMBIANO UNA MEJOR CALIDAD DE VIDA Y ACABAR CON LA OLIGARQUÍA ASÍ MUCHOS NO LO CREAN AÚN. PABLO ESCOBAR ALIADO DE TODA LA FAMILIA URIBE VELEZ TODAVÍA ES ÍCONO DE VIOLENCIA, BOMBAS MALDAD Y ATENTADOS. Mal negocio haríamos en cambiar la Historia por las supuestas enseñanzas de una telenovela. Lo que sí nos sirve es para poner de relieve el profundo vacío que existe en la educación sobre la formación histórica de las nuevas generaciones, aspecto indispensable para mantener viva la identidad cultural de una nación; este descuido trae graves consecuencias, una de ellas dejar que a la juventud la eduquen preferentemente los medios de comunicación.
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