Pedro Pablo Rodríguez.
El Centro de Estudios Martianos acaba de publicar un libro que bajo el título de Norteamericanos reúne un grupo de escritos del Maestro acerca de personalidades de Estados Unidos más varios estudios sobre el tema. La compiladora, Marlene Vázquez Pérez, investigadora de esa institución, ha seguido así el deseo expreso de Martí cuando habló a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, en su carta llamada testamento literario, de agrupar en un solo volumen los textos acerca de tales figuras de la vida estadounidense cuando este emprendiese la publicación de sus escritos. Con acierto, Vázquez Pérez ha subtitulado el volumen “Apóstoles, poetas, bandidos”, frase que tomó de una de las crónicas acerca de Estados Unidos, de 1887, en que Martí señala que para conocer aquel pueblo había de estudiarse “en sus elementos, en sus tendencias, en sus apóstoles, en sus poetas, y en sus bandidos”. Me parece muy atinado el escogimiento de esa idea porque así se indica al lector la perspectiva asumida ante esas personalidades por el gran periodista y escritor cubano, que publicara en diez años por toda la América hispánica más de trescientas crónicas a las que él llamó Escenas norteamericanas.Hay plena coincidencia entre sus estudiosos en que ese ejercicio periodístico durante los años 80 del siglo XIX, muestra la maduración de Martí como hombre, como escritor y como líder político, y que, como el suyo, probablemente no existe un acercamiento tan sistemático, acucioso y hondo a la sociedad norteña, entonces en un tránsito notable de su desarrollo social y económico, que la conducía hacia una gran potencia industrial, financiera y militar con aspiraciones hegemónicas hacia América Latina y otras partes del orbe.Norteamericanos se inicia con un brillante estudio introductorio de la propia Marlene Vázquez Pérez, un agradable e inteligente paseo por el tema que parte de considerar tales visiones martianas acerca de aquellas personas relevantes como un ejemplo más de lo que la autora califica como el discurso de la alerta, es decir, la puesta en escena de un conjunto de recursos expresivos, que abarcan desde la puntuación, los vocablos y la construcción gramatical hasta el uso de imágenes poéticas, la narración y la descripción para ofrecer una verdad: el peligro que crecientemente representaba Estados Nidos para los pueblos de nuestra América.
Lo interesante de este concepto del discurso de la alerta —y probablemente su novedad— radica en que Vázquez Pérez no solo sigue el bien conocido criterio acerca de los propósitos antimperialistas de la obra y la conducta martianas, sino que apuntala esta voluntad en el propio sentido de su escritura: el periodista de las Escenas norteamericanas ejerció la prosa con el firme objetivo de que esta sirviera a aquella tarea magna que se imponía de trabajar para salvar a nuestra América de sus nuevos peligros. En “Configurando el rostro del Norte: apóstoles, poetas, bandidos…”, su amplio estudio introductorio, la autora de la compilación se extiende el análisis de cada uno de estos tipos de personalidades, a la vez que se detiene de modo particular en la visión martiana sobre algunas de las tratadas por Martí en los textos seleccionados para el libro. En más de un caso, destacadamente al referirse al general y presidente Ulysses S. Grant y al político James G. Blaine, ella nos brinda ideas y exámenes de asuntos que permiten comprender la importancia capital que tuvieron esas personas para que Martí elaborara sus opiniones acerca de aquel mundo finisecular, los caminos porque se andaba y su vasto proyecto para “desatar a América y desuncir al hombre”, como él escribiera. Los varios escritos sobre ambos hombres, forjadores cada uno a su manera y desde sus perspectivas individuales del cambio histórico que se estaba produciendo en Estados Unidos hacia el imperialismo, son puestos ba jo la lupa de Vázquez Pérez, quien diserta con elocuencia para demostrarnos la presencia en esos textos de los recursos discursivos del alerta. En verdad, uno desea pedirle a la autora que continúe semejante ejercicio con la mayoría de esas semblanzas, etopeyas, prosopografías y retratos biográficos de Martí. Quizás eso merezca su atención plena en el futuro a través de un libro a esos efectos. Los textos martianos se agrupan en dos secciones: la primera, “Apóstoles, poetas, bandidos”, reúne veintiséis de sus miradas sobre norteamericanos; la segunda ofrece seis escritos sobre mujeres.Entre los apóstoles incluidos descuellan Peter Cooper, el industrial millonario y filántropo que tanto se ocupara por la educación de los trabajadores; Wendell Phillips, el combativo orador abolicionista; Ralph Waldo Emerson, el filósofo naturalista disidente ante todo lo que se alejaba de los principios fundadores de la nación, como la esclavitud y la guerra de rapiña contra México; los ingenieros John y Washington Roebling, constructores del puente de Brooklyn, uno de los íconos del arte moderno descrito magistralmente por Martí en su inauguración. De los poetas, la compiladora ha escogido los textos dedicados a Henry Wadsworth Longfelllow y a Walt Whitman, dos gigantes fundadores de las letras estadunidenses, ambos apreciados especialmente por Martí, quien tradujo poemas del primero y tuvo una sorprendente mirada para su tiempo ante las innovaciones del segundo, satanizado por muchos sectores de su país hasta entrado el siglo XX. Si de interesante, cuando menos, no puede dejar de calificarse su mirada sobre el primero, hay que convenir con los estudiosos de su obra que su reflexión acerca del segundo es uno de los momentos más relevantes de su escritura, dados los criterios estéticos que allí expone en íntima relación con la significación de la labor poética, y literaria en general, y la aportación de Whitman a entender y abrir paso a un mundo nuevo, de espacio para las masas trabajadoras. El bandido arquetípico, Jesse James, también aparece en los textos martianos, en un trabajo suyo que da su apreciación crítica acerca de la peculiar manera utilizada por la justicia para matarle. Pero no menos bandido resulta el mencionado Blaine, astuto y ambicioso de poder, a quien inicialmente Martí admiró por su indudable talento para luego entenderlo como el más peligroso de los políticos por sus ideas expansionistas hacia América Latina.Los políticos constituyen el grueso de la selección. Está bien que sea así, ya que ellos ocuparon con mucha frecuencia la atención del cubano, quien, con pericia singular, supo aquilatar a la mayoría en sus virtudes y defectos, siempre presentándoles como seres humanos, nunca como estatuas. Así resaltan su formidable examen del general Grant, un estudio sociológico y personal del caudillo de origen militar; y el del general Sheridan, el hombre de armas caballeroso y respetuoso de las leyes, una especie de contraste con Grant. Mas la selección entrega, además, a personaje singulares que caracterizaron aquella parte de siglo XIX estadounidense cuando el cubano residió en Nueva York, como el popular Búfalo Bill, uno de los creadores de la mítica conquista del Lejano Oeste.Entre las mujeres norteamericanas se incluyen las visiones martianas de la escritora Louisa May Alcott, la sufragista Belva Lockwood, o la luchadora social Lucy Parsons, viuda de uno de los líderes anarquistas injustamente ahorcados tras los sucesos de Chicago, cuyo proceso judicial y ejecución fueran también seguidos en las ”Escenas norteamericanas”. “Casi al margen” es el título que Marlene Vázquez Pérez da a este epígrafe dedicado a la mujer, y que sintetiza perfectamente su propia apreciación acerca de cómo Martí asumía ese tema, que ya comenzaba a ser controversial por entonces en la misma sociedad norteamericana: “casi al margen”, porque las personalidades femeninas no fueron obviadas por el cubano, quizá no siempre con igual intensidad y hondura que las masculinas, las que, desde luego eran privilegiadas por la época.Norteamericanos cierra con las interpretaciones de otros cinco autores sobre el tema. Del cubano Carlos Palacio, un ensayo generalizador, que precisa cuidadosamente muchas de las características y condicionantes del trabajo martiano en torno a las personalidades estadounidenses. De Anne Fountain, profesora en la Universidad californiana de San José, un repaso por los escritores asumidos por el cubano. De Manuel Pedro González, todo un pionero desde los años 40 y 50 del pasado siglo en el estudio de la pupila martiana sobre Estados Unidos, un capítulo de su libro de 1953 José Martí Epic Chronicler of the United States in the Eighties, traducido luego al español, en que se refiere a los paralelismo entre el cubano y Plutarco, el latino de las famosas Vidas paralelas, que aún eran paradigmáticas a fínelas del siglo XIX. Del peruano José Ballón su notable texto titulado “El encuentro intelectual de Martí con Emerson e 1880”. Y del mexicano Andrés Iduarte, el capítulo titulado “Estados Unidos” de su libro Martí, escritor.Una bibliografía mínima sobre el tema y una cronología de la publicación por Martí de las crónicas compiladas completan el libro.Como dice Marlene Vázquez Pérez en su estudio introductorio, las semblanzas de José Martí “revelan al extraordinario narrador, al periodista inquisitivo, al poeta perenne, al político de altos quilates, al cronista consagrado a su labor informativa, formativa y previsora.”Y no estaría mal añadir que, además, tales textos nos revelan la estatura moral de aquel escritor que no hacía concesiones ante los que se oponían a su patriótico deber insular y continental, pero que, al mismo tiempo se estremecía ante los padecimientos de sus enemigos ideológicos y políticos, los que le revelaban de alguna manera su naturaleza humana, muestra ello de su comprensión profunda del alma humana, capaz de apreciar en cada individualidad, más allá de sus condicionamientos sociales e históricos, sus matices diversos, sus yerros y virtudes, sin dejar de expresar su admiración y respeto ante cada acto de crecimiento, de ascenso en la escala humana —cuando así ocurría— de cada uno de sus biografiados.
Lo interesante de este concepto del discurso de la alerta —y probablemente su novedad— radica en que Vázquez Pérez no solo sigue el bien conocido criterio acerca de los propósitos antimperialistas de la obra y la conducta martianas, sino que apuntala esta voluntad en el propio sentido de su escritura: el periodista de las Escenas norteamericanas ejerció la prosa con el firme objetivo de que esta sirviera a aquella tarea magna que se imponía de trabajar para salvar a nuestra América de sus nuevos peligros. En “Configurando el rostro del Norte: apóstoles, poetas, bandidos…”, su amplio estudio introductorio, la autora de la compilación se extiende el análisis de cada uno de estos tipos de personalidades, a la vez que se detiene de modo particular en la visión martiana sobre algunas de las tratadas por Martí en los textos seleccionados para el libro. En más de un caso, destacadamente al referirse al general y presidente Ulysses S. Grant y al político James G. Blaine, ella nos brinda ideas y exámenes de asuntos que permiten comprender la importancia capital que tuvieron esas personas para que Martí elaborara sus opiniones acerca de aquel mundo finisecular, los caminos porque se andaba y su vasto proyecto para “desatar a América y desuncir al hombre”, como él escribiera. Los varios escritos sobre ambos hombres, forjadores cada uno a su manera y desde sus perspectivas individuales del cambio histórico que se estaba produciendo en Estados Unidos hacia el imperialismo, son puestos ba jo la lupa de Vázquez Pérez, quien diserta con elocuencia para demostrarnos la presencia en esos textos de los recursos discursivos del alerta. En verdad, uno desea pedirle a la autora que continúe semejante ejercicio con la mayoría de esas semblanzas, etopeyas, prosopografías y retratos biográficos de Martí. Quizás eso merezca su atención plena en el futuro a través de un libro a esos efectos. Los textos martianos se agrupan en dos secciones: la primera, “Apóstoles, poetas, bandidos”, reúne veintiséis de sus miradas sobre norteamericanos; la segunda ofrece seis escritos sobre mujeres.Entre los apóstoles incluidos descuellan Peter Cooper, el industrial millonario y filántropo que tanto se ocupara por la educación de los trabajadores; Wendell Phillips, el combativo orador abolicionista; Ralph Waldo Emerson, el filósofo naturalista disidente ante todo lo que se alejaba de los principios fundadores de la nación, como la esclavitud y la guerra de rapiña contra México; los ingenieros John y Washington Roebling, constructores del puente de Brooklyn, uno de los íconos del arte moderno descrito magistralmente por Martí en su inauguración. De los poetas, la compiladora ha escogido los textos dedicados a Henry Wadsworth Longfelllow y a Walt Whitman, dos gigantes fundadores de las letras estadunidenses, ambos apreciados especialmente por Martí, quien tradujo poemas del primero y tuvo una sorprendente mirada para su tiempo ante las innovaciones del segundo, satanizado por muchos sectores de su país hasta entrado el siglo XX. Si de interesante, cuando menos, no puede dejar de calificarse su mirada sobre el primero, hay que convenir con los estudiosos de su obra que su reflexión acerca del segundo es uno de los momentos más relevantes de su escritura, dados los criterios estéticos que allí expone en íntima relación con la significación de la labor poética, y literaria en general, y la aportación de Whitman a entender y abrir paso a un mundo nuevo, de espacio para las masas trabajadoras. El bandido arquetípico, Jesse James, también aparece en los textos martianos, en un trabajo suyo que da su apreciación crítica acerca de la peculiar manera utilizada por la justicia para matarle. Pero no menos bandido resulta el mencionado Blaine, astuto y ambicioso de poder, a quien inicialmente Martí admiró por su indudable talento para luego entenderlo como el más peligroso de los políticos por sus ideas expansionistas hacia América Latina.Los políticos constituyen el grueso de la selección. Está bien que sea así, ya que ellos ocuparon con mucha frecuencia la atención del cubano, quien, con pericia singular, supo aquilatar a la mayoría en sus virtudes y defectos, siempre presentándoles como seres humanos, nunca como estatuas. Así resaltan su formidable examen del general Grant, un estudio sociológico y personal del caudillo de origen militar; y el del general Sheridan, el hombre de armas caballeroso y respetuoso de las leyes, una especie de contraste con Grant. Mas la selección entrega, además, a personaje singulares que caracterizaron aquella parte de siglo XIX estadounidense cuando el cubano residió en Nueva York, como el popular Búfalo Bill, uno de los creadores de la mítica conquista del Lejano Oeste.Entre las mujeres norteamericanas se incluyen las visiones martianas de la escritora Louisa May Alcott, la sufragista Belva Lockwood, o la luchadora social Lucy Parsons, viuda de uno de los líderes anarquistas injustamente ahorcados tras los sucesos de Chicago, cuyo proceso judicial y ejecución fueran también seguidos en las ”Escenas norteamericanas”. “Casi al margen” es el título que Marlene Vázquez Pérez da a este epígrafe dedicado a la mujer, y que sintetiza perfectamente su propia apreciación acerca de cómo Martí asumía ese tema, que ya comenzaba a ser controversial por entonces en la misma sociedad norteamericana: “casi al margen”, porque las personalidades femeninas no fueron obviadas por el cubano, quizá no siempre con igual intensidad y hondura que las masculinas, las que, desde luego eran privilegiadas por la época.Norteamericanos cierra con las interpretaciones de otros cinco autores sobre el tema. Del cubano Carlos Palacio, un ensayo generalizador, que precisa cuidadosamente muchas de las características y condicionantes del trabajo martiano en torno a las personalidades estadounidenses. De Anne Fountain, profesora en la Universidad californiana de San José, un repaso por los escritores asumidos por el cubano. De Manuel Pedro González, todo un pionero desde los años 40 y 50 del pasado siglo en el estudio de la pupila martiana sobre Estados Unidos, un capítulo de su libro de 1953 José Martí Epic Chronicler of the United States in the Eighties, traducido luego al español, en que se refiere a los paralelismo entre el cubano y Plutarco, el latino de las famosas Vidas paralelas, que aún eran paradigmáticas a fínelas del siglo XIX. Del peruano José Ballón su notable texto titulado “El encuentro intelectual de Martí con Emerson e 1880”. Y del mexicano Andrés Iduarte, el capítulo titulado “Estados Unidos” de su libro Martí, escritor.Una bibliografía mínima sobre el tema y una cronología de la publicación por Martí de las crónicas compiladas completan el libro.Como dice Marlene Vázquez Pérez en su estudio introductorio, las semblanzas de José Martí “revelan al extraordinario narrador, al periodista inquisitivo, al poeta perenne, al político de altos quilates, al cronista consagrado a su labor informativa, formativa y previsora.”Y no estaría mal añadir que, además, tales textos nos revelan la estatura moral de aquel escritor que no hacía concesiones ante los que se oponían a su patriótico deber insular y continental, pero que, al mismo tiempo se estremecía ante los padecimientos de sus enemigos ideológicos y políticos, los que le revelaban de alguna manera su naturaleza humana, muestra ello de su comprensión profunda del alma humana, capaz de apreciar en cada individualidad, más allá de sus condicionamientos sociales e históricos, sus matices diversos, sus yerros y virtudes, sin dejar de expresar su admiración y respeto ante cada acto de crecimiento, de ascenso en la escala humana —cuando así ocurría— de cada uno de sus biografiados.
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