Las estadísticas muestran que en América Latina han tenido lugar 327 golpes de Estado desde el año 1902. Asusta pensar siquiera que en el siglo pasado en Bolivia se dieron 56, en Guatemala 36, en Perú 31, en Panamá 24, pasando por los 16 registrados como tales en República Dominicana. El que recién se ejecutó en Honduras sería entonces el número 328. ¿Cómo imaginar que ese país sea donde menos cuartelazos se hayan dado en 107 años? Muy sencillo. Honduras ha vivido en un golpe de Estado permanente mantenido por militares ultra reaccionarios y por la oligarquía más atrasada del continente. Además, bajo la total dependencia de Estados Unidos desde aquellos tiempos de la todopoderosa United Fruit Company. (Nunca olvidar que en 1965 soldados hondureños fueron enviados a República Dominicana para sumarse a la Fuerza Interamericana de Paz que combatía a los patriotas constitucionalistas.)En el análisis de la crisis hondureña actual hay un eslabón perdido que los medios de comunicación prefieren ignorar. Extraña sobremanera que muy pocos hayan mencionado que Estados Unidos controla todas las instalaciones militares allí. La más grande de estas es la base aérea de Palmerola, desde donde funcionarios estadounidenses de los tiempos del presidente Ronald Reagan protagonizaron el escándalo Irán-Contra que trocaba armas por cocaína. Este complejo militar fue construido a partir de 1983 para agredir tanto al gobierno sandinista en Nicaragua como a los combatientes del Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador. Estuvo a cargo de esa tarea el tenebroso embajador John Dimitri Negroponte, quien también organizó el Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM) donde se preparaba la Contra nicaragüense y se desaparecía a los opositores hondureños. El Comando Sur de Estados Unidos y los jefes militares hondureños planean ahora una base militar en la región de la Mosquitia, así como reactivar otra que está ubicada por Los Llanos de San Antonio. Ambas innovaciones estarían bajo el control estadounidense. No puede ignorarse que Honduras renovó el marco jurídico nacional de manera que se otorgara a los militares estadounidenses impunidad absoluta y vía libre para el uso del territorio hondureño. Del progreso de esos acuerdos militares entre Honduras y Estados Unidos podría deducirse la roncha provocada en Washington por los acercamientos del presidente Manuel Zelaya a los países del ALBA y a Cuba. Da la impresión que la timidez con que Estados Unidos ha manejado hasta ahora esta crisis deja entrever la protección del Comando Sur hacia los militares hondureños. Parece que el Pentágono no considera conveniente que se ponga en riesgo su influencia en esa zona, menos ahora cuando en Nicaragua gobiernan los sandinistas y en El Salvador los del FMLN, los mismos que motivaron la construcción de la inmensa base de Palmerola.La crisis hondureña busca solución, pero no es la Organización de Estados Americanos la que va a lograr que se restaure el gobierno elegido por el pueblo. Puede anticiparse que los golpistas militares no serán tocados ni con el pétalo de una rosa. Es mucho lo que está en juego para la estrategia de Estados Unidos en Centroamérica y la base de Palmerola, creada por el inefable Negroponte, no será afectada porque se haya violentado la democracia en el país más pobre de esa región. Excusas y procedimientos dilatorios podrían ser inventados para que los golpistas se salgan con la suya y se frene el acercamiento de Honduras hacia el sector progresista de América Latina. Siempre garantizando que su territorio se mantenga como la principal base militar estadounidense en Centroamérica.Cuando Theodore Draper analizaba la crisis dominicana de 1965 decía: “Reprimir un movimiento popular que buscaba reponer un gobierno constitucional para luego prometer nuevas elecciones y una nueva Constitución, es constitucionalismo travestido y un insulto a la inteligencia.” Dentro de la misma tónica, William Fulbright opinaba entonces: “La imposición de un gobierno en República Dominicana como una justificación de la intervención es igual que considerar el incendio intencional de una casa como justificación del fuego.” Ambas opiniones pueden aplicarse totalmente al caso de Honduras. Con estos conceptos se podría desenmascarar la farsa golpista y rechazar sus intenciones. Pero no parece que el imperio salga a defender a Zelaya ni a la democracia.
* El autor es el único sobreviviente de la guerrilla de Caamaño en República Dominicana.
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