DR ANTONIO AJA: Más allá de las opiniones y debate acerca de si los Estados Unidos son o no un imperio en el siglo XXI, ¿considera a la política e ideología neoconservadora, como fundamentación y expresión práctica de lo que podría ser un estado imperial en el contexto de las actuales relaciones internacionales?
ELIADES ACOSTA MATOS: Sin dudas, solo acotar que el neoconservadurismo, como se analiza en el libro que da pie a la defensa de este Doctorado (se refiere a El apocalipsis según San Georges, La Habana, Casa Editora Abril, 2006) en lo fundamental, su variante norteamericana, y por tanto, porta en sí, y expresa, los rasgos evolutivos del imperialismo norteamericano en las condiciones del Siglo XX e inicios del XXI. Existen otras expresiones neoconservadoras en la política y el panorama ideológico canadiense, japonés, australiano o británico, incluso español, en este último caso, el que expresa una institución como FAES, del Partido Popular del ex presidente José María Aznar. Tampoco incluye sus expresiones oportunistas y miméticas, como la de algunos representantes de la contrarrevolución ilustrada cubana que, aún de manera vergonzante, se suscriben, en la práctica y en la ideología, al neoconservatismo.
Inicialmente formado como grupo intelectual disidente de la izquierda, ha logrado imponerse como tendencia dominante en la llamada “corriente principal de la derecha estadounidense”, expresando de manera más orgánica, concentrada y eficaz los intereses, las actitudes, ideas y proyectos del imperialismo norteamericano en las condiciones del mundo contemporáneo, especialmente tras la llegada al poder de Ronald Reagan, la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.
Como fuerza y expresión de pensamiento político, el neoconservatismo representa los interese económicos de las grandes corporaciones del Oeste, vinculadas a los negocios del petróleo, la construcción, la especulación de bienes raíces, las nuevas industrias de alta tecnología aeroespacial, la electrónica y la del entretenimiento, que han resultado dominantes en la economía norteamericana y mundial de las últimas décadas.
Podemos detallar, a manera de ejemplos, dos rasgos del neoconservatismo norteamericano clásico que le permitieron imponerse como expresión del imperialismo, pues en estos momentos se encuentra en fase de ajustes y transformación, tras la victoria electoral de Barack Obama, el avance de las ideas socialistas y de izquierda en América Latina y otras partes del mundo, el ascenso de las luchas sociales y la resistencia de los pueblos, y muy especialmente, el impacto de la crisis económica, ambiental, financiera, ideológica, simbólica y de gobernabilidad en que está sumido el país, tras dos períodos de una administración republicana neoconservadora fracasada, como fue la de George W. Bush:
1. A su carácter espontáneo inicial se sumó la rápida manipulación de las elites de la derecha, del Complejo Militar-Industrial y de las agencias de inteligencia, inmersas en la Guerra Fría, la lucha para enfrentar la contracultura y los movimientos sociales dentro del país, y el ascenso universal de movimientos anticolonialistas y de liberación en el Tercer Mundo. Esto significa que mediante técnicas “de laboratorio” se potenciaron sus rasgos más necesarios y se apartaron aquellos que lo hacían ineficaz, pudiendo afirmarse que una buena parte de su eficacia se debe a este proceso de modelación “ a la medida”. Esto explica, por ejemplo, las fuentes teóricas en las que se reconoce el neoconservatismo, en su intento por presentarse como continuador de una tradición intelectual “respetable” y “científica” que mezcla los aportes de crítica cultural y literaria de Lionel Trilling, con la filosofía de Leo Strauss y el pensamiento geoestratégico de Albert Wohlstetter.
2. A la procedencia y el manejo categorial y discursivo de sus promotores y sus seguidores, quienes vaciaron de contenido ideológico y separaron de su origen clasista a numerosos conceptos, enfoques y tácticas de lucha de la izquierda socialista, comunista y revolucionaria, incorporándolos a los discursos de la derecha, que se hallaba muy urgida de una renovación y de una mayor comunicación con las bases políticas, de una sensibilidad más conectada, al menos en apariencias, con un mundo sometido a cambios vertiginosos, como el de los años 60, 70, 80 y 90 del Siglo XX, y los inicios del XXI. Esto es evidente, por ejemplo, en la manera en que los neoconservadores se han apropiado para sus fines de:
* El concepto de vanguardia política
* El sentido revolucionario de las ideas y la necesidad de pasar de la filosofía política a la práctica política (la Tesis Once de Marx sobre Fuerbach)
* La reinterpretación del internacionalismo proletario convirtiéndolo en la promoción e imposición del capitalismo y la democracia al estilo occidental, sin respetar otras culturas y fronteras nacionales.
Este rasgo, unido a la indudable brillantez y profundidad intelectual de los pensadores que iniciaron este movimiento, expertos en la comunicación de ideas a su auditorio, trajo mucha confusión ideológica y desmovilización política, especialmente en el campo liberal norteamericano y en la opinión pública mundial, potenciada por los procesos derivados del colapso del socialismo en la URSS y el resto del campo socialista europeo. De esta manera, el neoconservatismo se mostró mucho más eficaz, “moderno”, “aceptable” y “popular” que las otras expresiones de la derecha norteamericana. El pragmatismo imperialista puso el resto.
Explicada la coherencia del pensamiento y la práctica política del movimiento neoconservador con el imperialismo norteamericano en su fase actual, y su capacidad para promover y defender sus intereses de manera eficaz, desde el poder o desde la oposición, como hace hoy, restaría apuntar que otra cuestión es la que se refiere a su viabilidad como modelo ideal de dominación hegemónica imperialista en las condiciones actuales del mundo. A juzgar por el triunfo, el pasado 4 de noviembre, de Obama y sus políticas de cambio y de soft y smart power, no es viable a corto plazo, o al menos, no de la manera neoconservadora clásica. Pero a juzgar por el palpitar diario de los acontecimientos políticos, por ejemplo, el golpe de estado en Honduras del pasado 28 de junio, o la persistencia de la hostilidad imperial hacia las revoluciones de Cuba y Venezuela, los intentos desestabilizadores contra la revolución iraní, las amenazas contra Corea del Norte, el mantenimiento de las estructuras y la propia filosofía de la Doctrina de Seguridad Nacional, hoy enmascarada como Doctrina Contrainsurgente o Antiterrorista, y los últimos pasos del movimiento y sus líderes, como por ejemplo, el lanzamiento, en marzo del 2009, de Foreign Policy Initiative (FPI), como grupo de presión neoconservador que sustituye al desprestigiado Project for a New American Century (PNAC), con vistas a las elecciones del 2012, no hay dudas de que, a pesar de que tiene conciencia de la necesidad de renovación ineludible, el movimiento neoconservador y sus patrocinadores lo seguirá intentando, de una u otra manera.
Continuará.
ELIADES ACOSTA MATOS: Sin dudas, solo acotar que el neoconservadurismo, como se analiza en el libro que da pie a la defensa de este Doctorado (se refiere a El apocalipsis según San Georges, La Habana, Casa Editora Abril, 2006) en lo fundamental, su variante norteamericana, y por tanto, porta en sí, y expresa, los rasgos evolutivos del imperialismo norteamericano en las condiciones del Siglo XX e inicios del XXI. Existen otras expresiones neoconservadoras en la política y el panorama ideológico canadiense, japonés, australiano o británico, incluso español, en este último caso, el que expresa una institución como FAES, del Partido Popular del ex presidente José María Aznar. Tampoco incluye sus expresiones oportunistas y miméticas, como la de algunos representantes de la contrarrevolución ilustrada cubana que, aún de manera vergonzante, se suscriben, en la práctica y en la ideología, al neoconservatismo.
Inicialmente formado como grupo intelectual disidente de la izquierda, ha logrado imponerse como tendencia dominante en la llamada “corriente principal de la derecha estadounidense”, expresando de manera más orgánica, concentrada y eficaz los intereses, las actitudes, ideas y proyectos del imperialismo norteamericano en las condiciones del mundo contemporáneo, especialmente tras la llegada al poder de Ronald Reagan, la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.
Como fuerza y expresión de pensamiento político, el neoconservatismo representa los interese económicos de las grandes corporaciones del Oeste, vinculadas a los negocios del petróleo, la construcción, la especulación de bienes raíces, las nuevas industrias de alta tecnología aeroespacial, la electrónica y la del entretenimiento, que han resultado dominantes en la economía norteamericana y mundial de las últimas décadas.
Podemos detallar, a manera de ejemplos, dos rasgos del neoconservatismo norteamericano clásico que le permitieron imponerse como expresión del imperialismo, pues en estos momentos se encuentra en fase de ajustes y transformación, tras la victoria electoral de Barack Obama, el avance de las ideas socialistas y de izquierda en América Latina y otras partes del mundo, el ascenso de las luchas sociales y la resistencia de los pueblos, y muy especialmente, el impacto de la crisis económica, ambiental, financiera, ideológica, simbólica y de gobernabilidad en que está sumido el país, tras dos períodos de una administración republicana neoconservadora fracasada, como fue la de George W. Bush:
1. A su carácter espontáneo inicial se sumó la rápida manipulación de las elites de la derecha, del Complejo Militar-Industrial y de las agencias de inteligencia, inmersas en la Guerra Fría, la lucha para enfrentar la contracultura y los movimientos sociales dentro del país, y el ascenso universal de movimientos anticolonialistas y de liberación en el Tercer Mundo. Esto significa que mediante técnicas “de laboratorio” se potenciaron sus rasgos más necesarios y se apartaron aquellos que lo hacían ineficaz, pudiendo afirmarse que una buena parte de su eficacia se debe a este proceso de modelación “ a la medida”. Esto explica, por ejemplo, las fuentes teóricas en las que se reconoce el neoconservatismo, en su intento por presentarse como continuador de una tradición intelectual “respetable” y “científica” que mezcla los aportes de crítica cultural y literaria de Lionel Trilling, con la filosofía de Leo Strauss y el pensamiento geoestratégico de Albert Wohlstetter.
2. A la procedencia y el manejo categorial y discursivo de sus promotores y sus seguidores, quienes vaciaron de contenido ideológico y separaron de su origen clasista a numerosos conceptos, enfoques y tácticas de lucha de la izquierda socialista, comunista y revolucionaria, incorporándolos a los discursos de la derecha, que se hallaba muy urgida de una renovación y de una mayor comunicación con las bases políticas, de una sensibilidad más conectada, al menos en apariencias, con un mundo sometido a cambios vertiginosos, como el de los años 60, 70, 80 y 90 del Siglo XX, y los inicios del XXI. Esto es evidente, por ejemplo, en la manera en que los neoconservadores se han apropiado para sus fines de:
* El concepto de vanguardia política
* El sentido revolucionario de las ideas y la necesidad de pasar de la filosofía política a la práctica política (la Tesis Once de Marx sobre Fuerbach)
* La reinterpretación del internacionalismo proletario convirtiéndolo en la promoción e imposición del capitalismo y la democracia al estilo occidental, sin respetar otras culturas y fronteras nacionales.
Este rasgo, unido a la indudable brillantez y profundidad intelectual de los pensadores que iniciaron este movimiento, expertos en la comunicación de ideas a su auditorio, trajo mucha confusión ideológica y desmovilización política, especialmente en el campo liberal norteamericano y en la opinión pública mundial, potenciada por los procesos derivados del colapso del socialismo en la URSS y el resto del campo socialista europeo. De esta manera, el neoconservatismo se mostró mucho más eficaz, “moderno”, “aceptable” y “popular” que las otras expresiones de la derecha norteamericana. El pragmatismo imperialista puso el resto.
Explicada la coherencia del pensamiento y la práctica política del movimiento neoconservador con el imperialismo norteamericano en su fase actual, y su capacidad para promover y defender sus intereses de manera eficaz, desde el poder o desde la oposición, como hace hoy, restaría apuntar que otra cuestión es la que se refiere a su viabilidad como modelo ideal de dominación hegemónica imperialista en las condiciones actuales del mundo. A juzgar por el triunfo, el pasado 4 de noviembre, de Obama y sus políticas de cambio y de soft y smart power, no es viable a corto plazo, o al menos, no de la manera neoconservadora clásica. Pero a juzgar por el palpitar diario de los acontecimientos políticos, por ejemplo, el golpe de estado en Honduras del pasado 28 de junio, o la persistencia de la hostilidad imperial hacia las revoluciones de Cuba y Venezuela, los intentos desestabilizadores contra la revolución iraní, las amenazas contra Corea del Norte, el mantenimiento de las estructuras y la propia filosofía de la Doctrina de Seguridad Nacional, hoy enmascarada como Doctrina Contrainsurgente o Antiterrorista, y los últimos pasos del movimiento y sus líderes, como por ejemplo, el lanzamiento, en marzo del 2009, de Foreign Policy Initiative (FPI), como grupo de presión neoconservador que sustituye al desprestigiado Project for a New American Century (PNAC), con vistas a las elecciones del 2012, no hay dudas de que, a pesar de que tiene conciencia de la necesidad de renovación ineludible, el movimiento neoconservador y sus patrocinadores lo seguirá intentando, de una u otra manera.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario