Vamos ya para una semana que amanecimos con la noticia de graves sucesos en Honduras. Los militares asaltaron la residencia presindencial y extraditaron, por la fueza, al Presidente electo de ese país, Manuel Zelaya. Mientras, se sucedían los secuestros de otros altos funcionarios del gobierno y del cuerpo diplomático acreditado en Tegucigalpa. Las noticias llegaban rápido: prohibición del uso de los teléfonos celulares, corte de las comunicaciones nacionales, uso de la fuerza bruta, tanques en la calle, los soldados golpeando al pueblo, fuego, humaredas, confusión, caos.
La hora de los hornos, y en esa hora, en un gesto sin precedentes, se movilizaron los presidentes latinoamericanos en Nicaragua para demandar, sin condiciones, el regreso del presidente depuesto y del orden al país hermano. Los integrantes del ALBA, la OEA, el gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea y cada día que pasa nuevas voces se suman al reclamo del respeto a la constitucionalidad y la democracia.
Pasan los días y ya han aparecido los primeros muertos; la televisión nos muestra rostros ensangrentados, brutales golpizas, el ejército cada vez más desbocado contra los civiles. El presidente electo, amenazado si regresa al país, mientras un títere llama al desorden desoyendo a la comunidad internacional y la voz de los hondureños. Se han suspendido los derechos civiles, pueden arrestar a cualquiera, se prohíben las reuniones, las protestas.
Cuba da abundante información diaria, no obstante leo, busco y encuentro un pequeño pero curtido grupo de lobos vestidos de corderos que se aferran a la brillantez de su descubrimiento: todos estamos equivocados; no hay Golpe de Estado, estamos ciegos, el ejército está defendiendo la Constitución, y de qué manera. Pero ya se comienzan a ver las orejas peludas; la propia prensa hondureña acusa a Hugo Chávez y a Fidel Castro de querer desestabilizar el país, de exportar el comunismo. Las diatribas de siempre. Ya era hora. Me pregunto si los estrategas del Plan Cóndor, del Plan Camelot y sus enseñanzas estarán bien sepultos.
Con una maraña de tecnicismos que no pueden creer ni los mismos que han corrido a cacarearlos, se pretende echar una cortina de humo sobre una situación que se torna cada vez más grave. Honduras está abocada a una conflagración civil. Podemos imaginar las consecuencias para la región, en un momento en que soplan vientos de unidad y soberanía, de una madurez política largamente soñada.
Sin embargo, los iluminados insisten en que no hay Golpe de Estado y se aferran a los manuales de politología solicitando elecciones anticipadas. No me asombro, al fin y al cabo ¿no fue su maestro Pinochet quien pronunció la frase macabra de que la suya no era una dictadura, sino una dicta-blanda?
La hora de los hornos, y en esa hora, en un gesto sin precedentes, se movilizaron los presidentes latinoamericanos en Nicaragua para demandar, sin condiciones, el regreso del presidente depuesto y del orden al país hermano. Los integrantes del ALBA, la OEA, el gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea y cada día que pasa nuevas voces se suman al reclamo del respeto a la constitucionalidad y la democracia.
Pasan los días y ya han aparecido los primeros muertos; la televisión nos muestra rostros ensangrentados, brutales golpizas, el ejército cada vez más desbocado contra los civiles. El presidente electo, amenazado si regresa al país, mientras un títere llama al desorden desoyendo a la comunidad internacional y la voz de los hondureños. Se han suspendido los derechos civiles, pueden arrestar a cualquiera, se prohíben las reuniones, las protestas.
Cuba da abundante información diaria, no obstante leo, busco y encuentro un pequeño pero curtido grupo de lobos vestidos de corderos que se aferran a la brillantez de su descubrimiento: todos estamos equivocados; no hay Golpe de Estado, estamos ciegos, el ejército está defendiendo la Constitución, y de qué manera. Pero ya se comienzan a ver las orejas peludas; la propia prensa hondureña acusa a Hugo Chávez y a Fidel Castro de querer desestabilizar el país, de exportar el comunismo. Las diatribas de siempre. Ya era hora. Me pregunto si los estrategas del Plan Cóndor, del Plan Camelot y sus enseñanzas estarán bien sepultos.
Con una maraña de tecnicismos que no pueden creer ni los mismos que han corrido a cacarearlos, se pretende echar una cortina de humo sobre una situación que se torna cada vez más grave. Honduras está abocada a una conflagración civil. Podemos imaginar las consecuencias para la región, en un momento en que soplan vientos de unidad y soberanía, de una madurez política largamente soñada.
Sin embargo, los iluminados insisten en que no hay Golpe de Estado y se aferran a los manuales de politología solicitando elecciones anticipadas. No me asombro, al fin y al cabo ¿no fue su maestro Pinochet quien pronunció la frase macabra de que la suya no era una dictadura, sino una dicta-blanda?
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