Eliades Acosta Matos
Especial para La Isla Desconocida
El golpe de estado de los gorilas hondureños, como hecho político, ha recordado al mundo la lozanía de los tocinos y la fragancia de los quesos azules. Pocas veces un remake de esta factura ha sido tan burdo y tan desangelado, lo cual evidencia que el imperio que lo produce y reproduce, para mayor gloria de sus intereses geopolíticos profundos, se halla inmerso en una seria crisis de legitimidad, identidad y gobernabilidad.
“Ya nada es como en los buenos viejos tiempos…”, sería posible escucharle por estos días a los fantasmas de aquellos chicos literarios de la CIA que fabricaban golpes de estado de seda, no menos de uno por año, en la época de la Guerra Fría, sin necesidad de dejar rastros embarazosos ni quemar a su gente. En efecto, ya nada es como antes…
Resulta que en medio de la repulsa unánime y mundial a la pandilla de usurpadores que no han dudado en falsificar la firma de Zelaya para avalar su supuesta “renuncia”, ni de secuestrar dirigentes sociales, ni de disparar y apalear al pueblo, ni de amordazar a la prensa, ha sido necesario sacar a jugar a los alfiles neoconservadores yanquis para ver si con sus contactos y sus pedigrees logran el milagro de lavarle la cara ensangrentada a los golpistas y ver si, por lo menos, alguna islita del Pacífico los reconoce.
Es así como el pasado 2 de julio los neoconservadores de capa caída tras la estruendosa derrota electoral del pasado noviembre que llevó al poder a Barack Obama, han sacado al ruedo a un aburrido Jaime Daremblum, ex embajador norteamericano en Costa Rica de 1998 al 2004, y actual director del Centro de Estudios Latinoamericanos del Hudson Institute, uno de los más poderosos tanques pensantes neoconservadores de los Estados Unidos.
Y como entre neos anda el juego, no debe asombrarnos que donde el seráfico Sr. Daremblum publicó su artículo “Un golpe por la democracia” haya sido en The Weekly Standard, vocero del fenecido Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, plataforma imperialista de alcance mundial, que sirvió de base a la administración de George W. Bush, y de la cual numerosos firmantes iniciales fueron altos funcionarios, desde Dick Cheney hasta Donald Rumsfeld, pasando por Richard Perle, Paul Wolfowitz, Elliot Abrams y William Kristol, ¡qué casualidad!, el mismo director de The Weekly Standard y delfín de Irving Kristol, uno de los gurúes intocables del movimiento.
Esta loa pro-golpista desesperada de alguien del calibre de Jaime Daremblum, sacado de las sombras e incinerado ante la opinión pública para espanto de aquellos chicos literarios de la CIA de los viejos buenos tiempos, fue inmediatamente traducida por las victrolas de la contra ilustrada cubana, siempre tan urgida de referentes y jerarquías teóricas. En menos de 24 horas apareció traducida al castellano por un tal Rolando Cartaya y pegada como un pasquín de carnaval en el blog de Ernesto Hernández Busto, ese tenaz diletante filosófico que nunca tiene a menos pasar el cepillo entre sus lectores, sin que jamás nos haya revelado de qué realmente vive en Barcelona.
Lo que no pudo imaginar Hernández Busto fue que, al intentar salir de su silencio ante el golpe hondureño, tras las efusiones bipolares que derramó sobre los recientes acontecimientos en Irán, y usar para ello el cansón artículo del Sr. Daremblum estaba revelando, sin querer, claro está, la conexión existente, y hasta el momento difusa, entre los apaleadores de Tegucigalpa, la CIA, y los neoconservadores de Bush, en lo que, además, es a todas luces un golpe también contra Barack Obama.
Y como agradecer es de buena cuna, este blog y yo nos quitamos el sombrero ante Hernández Busto por este aporte involuntario que ha hecho a la lucha contra los golpistas hondureños y sus amos, y aunque se precie de ser ciudadano español, como recientemente aclaró en su blog, le damos un efusivo abrazo a la cubana, ante el que esperamos no haga las mismas muecas de asco con que los señoritos y los bitongos reaccionan ante las cosas del populacho.
¡Venga ese abrazo Ernestico!
(Continuará)
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