SANTIAGO DE CUBA, jul (IPS) - El 29 Festival del Caribe llenó de colorido a esta ciudad del oriente de Cuba con sus bailes y canciones, desafiando las altas temperaturas veraniegas y las adversidades que suelen amenazar su celebración.Cuentan organizadores de la también llamada "Fiesta del fuego" que el fallecido intelectual santiaguero Joel James, fundador de estos encuentros, advertía a menudo que por estas fechas siempre asechaba alguna contingencia que conspiraba contra la participación de artistas de otros países. Pero ya fueran huracanes, siempre presentes en toda el área caribeña entre junio y noviembre, crisis económica o conflictos políticos, estas citas culturales organizadas por la Casa del Caribe nunca han dejado de realizarse. Su 29 edición, que transcurrió entre el 3 y el 9 de este mes, no fue la excepción. Dedicada a Honduras y la cultura garífuna, ni el presidente constitucional Manuel Zelaya, ni la numerosa delegación invitada al festival pudieron acudir a la cita, por la severa crisis política que sacude a ese país centroamericano desde el 28 de junio, cuando un golpe de Estado desplazó al mandatario. Sin embargo, Honduras estuvo presente de principio a fin en discursos, talleres teóricos y entre exponentes y portadores de la cultura popular de distintas zonas de Cuba y de la región circundante, así como en participantes de coloridos desfiles de inauguración y clausura del encuentro. Los garífunas son descendientes de los indígenas caribes y de los esclavos africanos que naufragaron y se refugiaron en la costa centroamericana hace más de 200 años. La mayor parte de ellos viven en las Islas de la Bahía y en la costa atlántica de Honduras y Nicaragua. Su lengua, agricultura y religión son muy similares a las de sus ancestros caribes, mientras sus bailes, música de tambores y arte tienen una fuerte influencia africana. Los cantos, toques de tambor y gritos de "Zelaya no se va" se repitieron en el desfile de la serpiente, que da comienzo a la fiesta, y en la quema del diablo, cuando en la jornada final un tótem de unos 10 metros de alto que llevaba la inscripción "Afuera los golpistas hondureños" fue rápida presa del fuego. Esa ceremonia, que se desarrolla junto al mar, entre danzas y cantos de diferentes manifestaciones de religiosidad popular, está destinada a ahuyentar todo lo malo y despejar el camino para la cita siguiente, que en 2010 estará dedicada a la isla de Curazao y al norteño estado brasileño de Pernambuco. Históricamente, el fuego está asociado a las culturas africanas, con un peso real en la formación de la identidad caribeña. En la guerra independentista de Cuba (1895-1898), se usó confrecuencia para quemar poblados y cosechas y contribuir a diezmar las tropas de la metrópoli española. El embajador hondureño en Cuba, Juan Ramón Elvir,asistió a un ritual de Palo Monte, expresión religiosa de origen bantú bastante extendida en esta zona oriental. Al término de la ceremonia, el diplomático recibió una prenda tradicional, "nganga", para entregar al presidente Zelaya. El investigador Abelardo Larduet, de la Casa del Caribe, explicó la esencia del ritual al embajador, quien no dio muestras de sorpresa ante el sacrificio de un gallo ni ante el humo inicial que alteró las gargantas de muchos concurrentes, resultante de la quema de pólvora y pimienta, según dicen. "Esta es una religión en que interactúa la vida y la muerte... Usted ha recibido una potencia que se llama Lucero, que abre los caminos, es vigía y batalla por resolver lo que otros no pueden resolver... De hoy y hasta mañana, tanto usted como el presidente Zelaya van a tener a Lucero para que los respalde", dijo Larduet. "Lo recibo con cariño, respeto y devoción, porque respeto sus creencias y me he sentido integrado a ellas", respondió Evir, quien prometió entregar a Zelaya la prenda encomendada. "Un momento mágico, eso lo resume todo, para mí es una experiencia nueva", relató luego a IPS. En la sección teórica del festival, uno de los talleres más concurridos fue dedicado a la religiosidad popular y sus variadas manifestaciones en la región. "El festival facilita el contacto directo con los portadores de la cultura popular, es algo muy interesante", afirmó Frantz Voltaire, intelectual haitiano residente en Canadá. La gente de Santiago ve este festival como un espectáculo, pero también como parte de su actividad cotidiana. "La moviliza a conocer lo novedoso de otros países participantes y va también a reconocerse a sí misma", dijo a IPS el periodista y profesor cubano René Camacho. La agenda de este encuentro anual incluyó el coloquio "El Caribe que nos une", exposiciones de pintura, presentaciones musicales a diario en recintos cerrados o tarimas habilitadas en calles y parques de la ciudad y un encuentro de poetas caribeños y del mundo. Según sus organizadores, en esta ocasión acudieron investigadores y representaciones artísticas de una decena de países, y una de las más numerosas fue la de México, a cuyo bicentenario independentista se rendirá homenaje en la próxima edición del festival. Concebidas ante todo como lugar de encuentro e intercambio, estas citas en Santiago de Cuba --segunda ciudad de este país y distante a 847 kilómetros de La Habana-- han propiciado desde su nacimiento en 1981 que centenares de artistas nacionales y de los países del área se conozcan entre sí. Para Olga Portuondo, historiadora de la ciudad, el vínculo de Santiago con el Caribe es no sólo geográfico, sino también histórico y data desde el siglo XVI. "También desde tempranas fechas hubo inmigraciones desde las regiones cercanas, lo que enriqueció el acervo cultural y económico", comentó a IPS. "Desde el punto de vista científico, este festival ha contribuido a perfilar y reconocer similitudes y diferencias para enriquecernos mutuamente. Incluso nos ha servido para conocer mejor la historia y tradiciones de otras regiones de Cuba", comentó Portuondo. La historiadora también puso énfasis en "la espiritualidad común" que une e identifica a los habitantes de esa región oriental cubana con el resto del Caribe. "Si nosotros estamos fuera del ámbito del Caribe, puede ser en Estados Unidos o Europa, nos reconocemos de inmediato", afirmó. Este reconocimiento se expresa en "la manera de comportarnos, de caminar, en las preferencias por la música y el baile, que es algo que nos une tremendamente. Es una filosofía de la vida, que nos hace incluso ser alegres a pesar de padecimientos, de burlarnos de nuestras propias desgracias", recalcó.
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