Eliades Acosta Matos
Especial para La Isla Desconocida
El artículo de Jaime Daremblum titulado “Un golpe contra la democracia”, publicado el pasado 2 de julio por el órgano oficial del neoconservatismo bushista en los Estados Unidos, The Weekly Standard, y traducido de inmediato al castellano y amplificado por las victrolas de la contra ilustrada cubana desde el blog de Ernesto Hernández Busto, es un excelente ejemplo que sirve para ilustrar la decadencia imperial, que se adivinaba ya tras el estrepitoso fiasco del intento reaccionario destinado a destruir la revolución iraní, y que se repetía en un golpe de estado en Honduras que parece pensado y puesto en práctica por Louis de Funes, Cantinflas y Tintán, antes que por los sesudos chicos literarios de la CIA.
El regreso a las calles de los apaleadores, los torturadores y los censores, en un país latinoamericano; de los tanques, las bayonetas y los disparos, los encapuchados y los atropellos contra diplomáticos y periodistas extranjeros, sin que hayan logrado quebrar la repulsa mundial y la resistencia popular, simboliza el regreso a la palestra pública, en la era de Barack Obama, de la política neoconservadora e imperialista de mano dura, la misma de los ataques preventivos contra “oscuros rincones del planeta”, de los secuestros y ejecuciones extrajudiciales, de los vuelos secretos de la CIA, de la infame Acta Patriótica que vulneró las instituciones democráticas estadounidenses, de la Base Naval de Guantánamo y la tortura institucionalizada, de Abu Grahib y un millón de iraquíes muertos ya en una guerra de rapiña.
¿Qué lectura puede hacerse de estos sangrientos y tristes sucesos?
Pues que en Honduras no solo ha tenido lugar un golpe que agrede la democracia, la constitución y los derechos de ese pueblo y de paso, del resto de los pueblos y gobiernos del planeta, sino también contra la era de cambios en la política exterior norteamericana, la del "poder suave e inteligente", que prometiese poner en práctica el presidente Obama.
Después de la derrota de los neoconservadores militaristas y doctrinarios que se jugaron en John Mc Cain la carta tambaleante de un continuismo imposible, pocos se llamaron a engaño: los neoconservadores, vanguardia del imperialismo norteamericano en tiempos de dominio bipolar, tras el fin de la Guerra Fría estaban transitoriamente derrotados, pero no estratégicamente, pues representan la esencia profunda de un sistema que no está muerto ni desmantelado. En su paso a la oposición frente al gobierno recién electo, ya se sabía y ahora se demuestra, apelarían a todos los trucos, a todas las conspiraciones, a todas las bajezas, a todas las traiciones y a todas las jugadas de engaño prescritas en la filosofía filo-fascista de Leo Strauss y en las enseñanzas geopolíticas inmorales de Albert Wolhstetter. Para eso mantuvieron a sus topos sembrados en lo profundo de la nueva administración, especialmente entre militares y miembros de las agencias de inteligencia, y movieron los contactos sembrados en el exterior, en Centroamérica, desde los años del genocidio conocido como “la guerra sucia” contra el sandinismo y las guerrillas en Guatemala y El Salvador.
Esto explica que los neoconservadores estén echando mano a todo su arsenal en el caso hondureño, y que un nocturnal y girovagante Jaime Daremblum, fanático a las corbatas brillantes y las poses de anfitrión magnánimo en Hudson Institute, haya sido llamado al box a lanzar alguna curvita a ver si sacan el out salvador.
Después de leer a Roger Noriega sobre el golpe en Honduras, unas horas después de producido, todo lo que he leído es la repetición al estilo talking points de los mismos argumentos justificativos sacados de los documentos de los chicos literarios de la CIA que no tardaremos en conocer, cuando la presión del Freedom of Information Act los obligue a revelar las entretelas de esta trama rocambolesca. Las apuestas quedan abiertas, y no hay como un día tras otro: los promotores y organizadores de golpes más sinuosos han quedado ya en pelotas ante la historia, ¿por qué este, un dechado de chapucería, tendría que tener un destino diferente?
Y mientras esperamos por las revelaciones correspondientes, gracias a la involuntaria colaboración de Ernesto Hernández Busto, una de las consuetudinarias trompetas amplificadoras de las razones imperiales, nos vamos enterando de ciertos detalles interesantes, por ejemplo, quién es Jaime Daremblum, con quiénes se relaciona y cómo se entrelaza su artículo con los proyectos revanchistas neoconservadores.
A la corta, la jugada es contra el presidente Zelaya, los gobiernos revolucionarios y democráticos del continente, el ascenso de las luchas populares y las ideas de izquierda en América Latina. A la larga, es contra la presidencia de Obama, contra sus aspiraciones de cambios, contra sus principios democráticos y su política exterior. Este es un primer mensaje de que los mecanismos profundos del imperio están intactos, trabajan por su cuenta y no admitirán nada que afecte a sus patrocinadores.
Este es un primer mensaje contra la utopía que encarna Obama. Y en la política norteamericana, el cartero siempre llama dos veces.
Y a fin de cuentas, ¿quién es Jaime Daremblum y cómo lucha contra la democracia y los movimientos sociales de América Latina?
(Continuará)
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